Animal físicamente infradotado para la supervivencia en un entorno hostil como era la Tierra, el ser humano pudo salir adelante por su capacidad de cooperación ... y de reciprocidad. En definitiva, gracias a una aptitud ética inicialmente limitada al círculo próximo, la familia y la tribu, con el que el homínido compartía identidad e interactuaba en la caza, en la recolecta y en la atención de la progenie.
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Al compás de la maduración de sus capacidades, el 'Homo sapiens' fue aceptando como a iguales a individuos pertenecientes a grupos externos con los que no tenía intereses en conflicto -motivo elemental de las guerras- y podía tejer alianzas. Esto marcaría el paso de una ética biológica a las primicias de una ética con vocación universal; a la alteridad y a la empatía.
Pero tal evolución la tenemos aún sin completar. Numerosos estudios demuestran que nuestras decisiones morales están significativamente influenciadas por la capacidad para identificarnos con quienes nos rodean, pues no a todos reconocemos de manera semejante. Un ejemplo imaginado: navegando en medio de la tormenta encontramos dos yates que están a punto de zozobrar contra las rocas: por un lado, nos pide socorro una persona a quien conocemos aun solo de vista; en la otra embarcación, cinco desconocidos luchan por mantenerse a flote. No hay tiempo más que para un rescate, debemos decidir sin demora a quién ayudar. Lo razonable en términos de utilidad sería que nos apresurásemos a salvar al grupo de náufragos, pero no está claro. Según el filósofo Peter Singer, descriptor de este experimento mental, la mayoría de nosotros, impulsivamente, iremos en auxilio del conocido dejando a su suerte a los extraños.
Esto ilustraría el hecho de que nuestros instintos morales son primitivos e inaptos para una época en la que vivimos globalmente conectados y somos en gran medida interdependientes. Como tantas veces se ha dicho, diez muertos aquí se considera una tragedia que da para grandes titulares, y 10.000 al otro lado del mundo una simple fatalidad contada en letra pequeña.
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En las actuales circunstancias, con millones de occidentales echándose en brazos de líderes que promueven abiertamente el egoísmo, la insolidaridad y la ley del más fuerte a escala mundial, que practican el insulto, la discriminación y el desprecio a las minorías, cabe preguntarse si estamos ante una regresión moral a niveles precivilizatorios. Porque cuando la empatía se torna en motivo de burla nos hallamos en puertas de una edad bárbara.
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