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Lola Horcajo y J.J. FDEZ. Beobide
San Sebastián
Martes, 2 de abril 2024, 02:00
En las últimas semanas se ha hablado y polemizado mucho sobre Arbaizenea. Conocida como la casa de la Duquesa de Alba, desde su fallecimiento en 2014 es propiedad de su hijo Cayetano Martínez de Irujo que la mantiene como la dejó su madre. Es la villa mejor conservada de las casas de recreo construidas a finales del siglo XIX por la alta aristocracia en San Sebastián. Hoy damos a conocer algunos datos de sus propietarios fijándonos especialmente en las señoras de la casa.
Los Martínez de Irujo, un linaje navarro con mucha historia. Esta casa de campo fue mandada construir en 1881 por Carlos Martínez de Irujo y Alcázar, III marqués de Casa Irujo y VIII duque de Sotomayor. Los Martínez de Irujo provenían de Tierra Estella (Navarra). El bisabuelo de Carlos había emigrado a la Corte haciendo fortuna. El abuelo fue embajador en Filadelfia y se casó con la hija de uno de los 'Padres Fundadores' y primer presidente del Congreso de los EE.UU. En 1803 fue nombrado marqués de Casa Irujo. El padre de Carlos, fue embajador en Londres y en 1847 fue nombrado presidente del Consejo de Ministros. Al marquesado unió el ducado de Sotomayor por su matrimonio con Gabriela Alcázar.
Una casa 'cottage' inglés en el alto de Amara. Tras finalizar en 1876 la II Guerra Carlista, el entorno de San Sebastián se fue poblando de casas de campo de la aristocracia y alta burguesía que eligieron nuestra ciudad para sus largos veraneos. Una de las más destacadas fue «Arbaisenea» –su nombre oficial es Arbaizenea, pero la familia siempre le llamó como se pronunciaba en lenguaje oral y en la puerta de entrada figura el término «Arbaisenea»– por su ubicación privilegiada en el alto de Amara (calle San Roque 37), por las 15 hectáreas de extensión de la finca (Ayete, Cristina Enea o Miramar no pasaban de 8 hectáreas) y por su peculiar estilo 'cottage' inglés, donde las contraventanas, barandillas y guardamalletas de madera, pintadas en rojo vivo, contrastaban con el verde intenso de la hiedra que cubría sus fachadas.
Se construyó sobre un solar de 430 m2, con las cocinas y servicios en el sótano y las habitaciones de recibir, de estancia y la capilla en la planta baja. Subiendo por la gran escalera central se accedía a la primera planta donde se distribuyen los 8 dormitorios de la familia. En la buhardilla se encontraban las dependencias del servicio. La cochera y casa de jardineros, junto con la pista de tenis, una de las primeras del país, completaban la posesión dentro de un jardín paisajístico.
María Caro, la primera señora de Arbaizenea. La vida de Carlos Martínez de Irujo y del Alcázar (1846-1909) estuvo ligada a la familia real, llegando a ostentar los cargos de mayor responsabilidad. En 1891 fue nombrado Mayordomo mayor de la reina María Cristina y en 1900, Jefe superior de Palacio de Alfonso XIII.
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En 1876, Carlos se casó con María Caro Szechenyi (1853-1897) que tenía entonces 23 años y era hija de los marqueses de la Romana. En los primeros años de su matrimonio los duques compraron y agruparon varias fincas rústicas en el alto de Amara para levantar su casa de recreo, que recibió el nombre «Arbaisenea» por el antiguo caserío que allí había. Se terminó de construir en 1882, el mismo año que nacía su quinto hijo, Pedro, quien precisamente la heredaría.
Como pasa generalmente, a pesar de la importancia de su marido, poco se sabe de la vida de esta mujer. Conocemos a través de su panegírico que, tras su boda, se consagró al cuidado de sus hijos y que pasó casi ignorada por la vida, añadiendo que ello sería «la mejor ambición» para una mujer respetable y digna como ella. Fue Dama de la reina María Cristina que le profesaba una verdadera amistad.
Un domingo de septiembre de 1888, recibieron la visita de la reina regente con sus dos hijas (Mª de las Mercedes y Mª Teresa, de edades parecidas a los hijos de los Sotomayor). La reina, que veraneaba en Ayete y acababa de comprar los terrenos de Miramar, iró la casa de los duques, «le gustó la escalera, la dimensión de las piezas y el no haber en las paredes ni tela ni papel, sino pintura» Al parecer «hacía frío, y el té se tomó en el comedor» (correspondencia de Fermín Lasala 4/9/1888).
Pese a su posición en la Corte, María frecuentaba poco las solemnidades palaciegas, el teatro o los salones donde se reunía la alta sociedad y, por tanto, apenas aparecía en las crónicas de prensa, lo cual no es de extrañar, ya que en sus 21 años de casada alumbró 11 hijos, tres de los cuales fallecieron en 1892, en menos de 20 días, por lo que ahora sería un simple sarampión. Murió en septiembre de 1897 en su casa de Arbaizenea donde «pasaba los meses más felices del año rodeada de hermosas arboledas» jugando con sus hijos, según relataba su necrológica. Tenía 44 años de edad y sufrió un ataque de «eclampsia» (hipertensión), causada por su duodécimo embarazo.
María Caro Szechenyi (1853-1897). VIII duquesa de Sotomayor y esposa de Carlos Martínez de Irujo y Alcázar. Construyen Arbaizenea en 1881. Tuvo 11 hijos.
Pilar Caro Szechenyi (1864-1931). Segunda esposa de Carlos Martínez de Irujo y Alcázar. Tuvo 8 hijos de dos matrimonios.
Ana Mª Artázcoz y Labayen (1892-1930). IX duquesa de Sotomayor: esposa de Pedro Martínez de Irujo y Caro. Veraneaban en su casa natal de Bidebieta. Tuvo 10 hijos.
Cayetana Fitz-James Stuart (1919-2014). XVIII duquesa de Alba, esposa de Luis Martínez de Irujo y Artázcoz. Veraneó 68 años en Arbaizenea. Tuvo 6 hijos.
Una familia muy numerosa. Dos años más tarde, Carlos Martínez de Irujo, viudo y con 8 hijos, se volvió a casar con Pilar Caro, la hermana menor de María, quien también era viuda y madre de 5 hijos, a los que sumarían otros tres tenidos en común. Con tan numerosa familia incluso Arbaizenea se quedaría pequeña. El duque falleció en 1909, también en Arbaizenea. Su entierro fue todo un acontecimiento en la ciudad, con la presencia del rey Alfonso XIII en el cortejo fúnebre. Sus restos fueron inhumados en la cripta del Buen Pastor, junto a los de María y los de cuatro de sus hijos que murieron de niños. Su segunda esposa, Pilar Caro, se volvería a casar por tercera vez en 1922.
Arbaizenea, modelo para Cristina Enea. La amistad entre los duques de Sotomayor y los de Mandas se pone de manifiesto en las similitudes que existen entre sus respectivas casas en San Sebastián. Cuando en 1890, Fermín Lasala emprendió la ampliación de su primitiva casa de Cristina Enea, que sólo contaba con planta baja y buhardilla, no dudó en visitar Arbaizenea como cuenta en una de sus cartas: «Ayer tarde fuimos en coche a casa de Carlos Irujo. Me decido por sus pasamanos, son más prácticos, más cómodos, más de nuestro caso». Y dicho y hecho, la escalera de honor de Cristina Enea resultó una copia fiel. Además su pintoresca fachada también fue diseñada para estar cubierta de hiedra, contrastando con el color de las barandillas, las contraventanas y guardamalletas que también estuvieron pintadas de rojo como en Arbaizenea.
Ana María Artázcoz, raíces guipuzcoanas. El siguiente duque de Sotomayor fue su quinto hijo, Pedro Martínez de Irujo y Caro (1882-1957), dado que el primogénito había fallecido sin descendencia y las tres hijas mayores no heredaban el título según las tradicionales reglas de la nobleza. Un año más tarde, en 1910, se casó con la donostiarra Ana María Artázcoz y Labayen (1892-1930).
Ana María había nacido en el palacete Artazcoene o Bidebieta, donde hoy se levanta el barrio del mismo nombre y que entonces pertenecía al municipio de Altza.
La familia Artázcoz procedía de la vieja nobleza guipuzcoana que se remontaba a los tiempos de los parientes mayores. Poseían una de las más antiguas casas solariegas del país, la torre y palacio Lazarraga en Oñati.
Su boda, celebrada en Madrid, fue apadrinada por Alfonso XIII y Victoria Eugenia, de la que Ana María sería nombrada Dama. La novia recibió de la reina un pendentif de brillantes como regalo de boda. Este matrimonio también veranearía en San Sebastián, pero en la mansión de Bidebieta, donde nacerían varios de sus diez hijos.
Al fallecer sus padres, Ana María, hija única, heredó las posesiones de su familia incorporando al ducado de Sotomayor la finca de Bidebieta y el palacio de Oñati. En Lazarraga reside varios meses al año el actual duque y se guarda el archivo familiar de los Sotomayor referente a las posesiones guipuzcoanas. Ana María, en 20 años de matrimonio, tuvo 10 hijos y falleció a los 38 años de edad en 1930. Dos años más tarde, el duque permutó la finca de Bidebieta al arquitecto Fausto Gaiztarro por unos terrenos que éste tenía en Madrid
Pedro Martínez de Irujo fue Mayordomo mayor de Palacio. Tras la proclamación de la República y la Guerra Civil, continuó con su fidelidad a la Corona, llegando a ser Jefe de la Casa Civil de los Condes de Barcelona. Falleció en Arbaizenea en 1957.
La Duquesa de Alba dueña de Arbaizenea. Luis Martínez de Irujo y Artázcoz (1919-1972) fue el sexto hijo de la familia. No le correspondía heredar los títulos nobiliarios, pero su padre le dejó una herencia muy valiosa, la casa Arbaizenea. Luis se había casado en 1947 con Cayetana Fitz-James Stuart (1926-2014), duquesa de Montoro y heredera del ducado de Alba.
La nueva dueña era una apasionada por las casas históricas, la decoración y las antigüedades. Su infancia en Inglaterra y en las casas y palacios en que se crió influyeron mucho en sus gustos y Arbaizenea, con la decoración inglesa que tenía de siempre, fue una de sus posesiones más queridas. De ella escribía en sus memorias: «Un lugar maravilloso y de los que menos he tenido que retocar del patrimonio que ha llegado hasta mí y que yo he luchado por mantener íntegro para los Alba... Estaba ya decorada con muy buen gusto».
El matrimonio tuvo 6 hijos, y Arbaizenea se convirtió en su casa de veraneo habitual. Tan a gusto se encontraba Cayetana en ella, que pese al fallecimiento de Luis en 1972, y a los difíciles tiempos que se vivieron en la ciudad durante varias décadas, la duquesa no dejó de acudir todos los veranos a su casa donostiarra.
Su interés por conservarla influyó para que la legara a su hijo menor Cayetano, otro enamorado de San Sebastián y de Arbaizenea, a la que considera «un icono familiar» a donde viene frecuentemente y que lucha por mantener como la recibió de sus padres. No sabemos quién será la siguiente señora de Arbaizenea pero, como el propio Cayetano contaba a DV hace unos días, «estoy preparando a mis hijos para cuando yo falte, para que esta casa se mantenga en nuestra familia».
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