«Mi padre con alzhéimer se había quedado encerrado en casa»

Su madre tiene 78 años y cuida de su padre, enfermo de alzhéimer. Para no dejarle solo, la mujer sale a los recados a primera hora y regresa justo para cuando su marido se levanta de la cama. Da una vuelta a la llave de la puerta de entrada para que el hombre, que está ya muy despistado, no salga a la calle por el riesgo de que se desoriente. La víspera de la pasada Nochevieja, al regresar a la vivienda, ubicada en Bilbao, la mujer no podía entrar porque «la llave se había encasquetado». «Al ser sábado por la mañana, el cerrajero de confianza del barrio estaba cerrado», recuerda su hija, quien ha presentado una reclamación en Kontsumobide.

Entonces, empezó a ponerse «muy nerviosa» porque escuchaba a su esposo enfermo al otro lado de la puerta. En este estado de tensión, no se le ocurrió llamar al seguro del hogar, que cubre estas incidencias, o incluso a la Policía o los Bomberos al tratarse de una persona dependiente. Pidió ayuda al vecino de abajo, que tampoco fue capaz de darle una vuelta a la llave y echó un vistazo en internet para ver si algún profesional trabajaba las 24 horas. Cabía la posibilidad de que tuvieran que cambiarle la cerradura.

El técnico le hizo firmar el presupuesto antes de empezar el trabajo y la mujer, desesperada, cerró los ojos y aceptó. «No le cambiaron ni la cerradura. Le limaron la llave y listo. El servicio no duró más de hora y media y la factura fue de 800 y pico euros más IVA, más de 900 en total», se queja la hija. Cuando su madre se lo contó, enfadada, no dudó en presentar una queja al entender que se trataba de una auténtica «estafa».

Para colmo, el bombín de la puerta quedó inutilizado porque «el apaño que le hizo no funcionaba». La cerradura daba vueltas, y tras pasar la noche con miedo por la inseguridad, la mujer tuvo que recurrir al cerrajero del barrio para que se lo cambiaran. Además, al llamar a la compañía de seguros, le informaron de que solo le cubría la parte del festivo, unos 200 euros.

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