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Los mares y océanos se han convertido en un auténtico vertedero de bolsas de plásticos, que perjudican seriamente la salud de los ecosistemas acuáticos ... y la supervivencia de las especies que los pueblan. Especialmente son dañinos los microplásticos que, según denuncian grupos ecologistas como Greenpeace, están siendo ingeridos por los animales marinos y les provoca bloqueos gastrointestinales y alteraciones en sus patrones de alimentación y reproducción. «Y no se queda ahí: hay evidencias de que se transfieren a lo largo de la cadena alimentaria y llegan hasta nuestros platos», afirman desde Greenpeace.
Pero no todos los plásticos que llegan al mar son malditos. Algunos, aunque no pierdan su componente contaminante, tienen su lado positivo. Al menos desde el punto de vista científico. Patitos de goma y zapatillas deportivas que acaban en el agua sirven a los investigadores para conocer mejor las corrientes de los mares y océanos.
Porque los enormes buques que transportan contenedores por medio mundo no son infalibles y, en ocasiones, a causa de las tempestades, estas enormes cajas metálicas acaban en el mar y su contenido esparcido en el agua salada.
Así ocurrió en 1990, en una tormenta frente a la península de Alaska. El buque Hansa Carrier perdió 21 contenedores con 80.000 zapatillas de la marca Nike. A lo que parecía una catástrofe medioambiental, un grupo de oceanógrafos encabezados por Curtis Ebbesmeyer supieron sacar partido. Decidieron seguir la pista de esa marea de zapatillas para investigar las corrientes oceánicas por el pacífico.
Dos años después, otro sonado naufragio también fue aprovechado por este grupo de científicos. En este caso, los contenedores que fueron a pique llevaban 29.000 patitos de goma, tortugas y ranas para jugar en la bañera. El barco había zarpado de Hong Kong rumbo a América y se averió en medio del Pacífico, como recuerda una crónica del 'The Guardian'. Durante mas de océanos, los científicos siguieron la pista a esa marea de patos, lo que sirvió para estudiar las corrientes de una marea que antes no había sido posible. El equipo de Ebbesmeyer registro cuidadosamente las veces que los juguetes eran vistos. Llegaron hasta el Océano Ártico.
A estos naufragios le siguieron otros, que también han sido utilizados por los investigadores.
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