Irun

Relevo generacional a golpe de zambomba

Se han hecho esperar, pero ya se han pegado sus primeras carreras sobre las calles de Irun y han estrenado sus zambombas. La Irungo Atsegiña pudo este sábado, por fin, celebrar la puesta de largo de sus nuevos cabezudos, después de tener que posponer la fecha inicial por mal tiempo. El ansiado estreno se celebró bajo el tibio sol primaveral y la expectación de cientos de personas, txikis y mayores, que quisieron ser los primeros en conocer a esos ocho nuevos de la comparsa de la Atsegiña, que con estas incorporaciones completa su renovación.

Pero el evento de este sábado no iba sólo de dar la bienvenida, sino también de decir adiós: los cabezudos antecesores se despidieron de los irundarras como ellos saben, chocando palmas con los más txikis, persiguiendo por última vez a los más aguerridos y repartiendo zambombazos de mayor o menor intensidad. Lo hicieron en una kalejira que salió de la plazoleta Almudena Grandes, y recorrieron Fermín Calbetón y Escuelas hasta la plazoleta del Juncal, acompañados por los gigantes y la Banda de Música Ciudad de Irun. Precisamente, la Atsegiña ha nombrado a la agrupación madrina de los nuevos cabezudos. Frente a la iglesia, los músicos tocaron la inmortal 'Adiós con el corazón' de Óscar Chávez mientras los cabezudos antiguos decían adiós a una plazoleta abarrotada que le correspondió con emoción.

A continuación, esas cientos de personas debieron guardar una pequeña espera que amenizaron los gigantes marcándose un par de bailes. Aparecieron minutos antes de que el reloj del campanario marcase las doce del mediodía: cuatro parejas, baserritarras, caballero y dama, africanos y asiáticos entraron a la plazoleta elegantes de la cabeza a los pies, zambombas en mano y sin dejar de saludar. Los nuevos cabezudos tienen un aspecto inmejorable que firma el taller Eskuartean, que se ha inspirado en los cabezudos de finales del XIX que en 1902 llegaron a Irun junto a los gigantes.

El trabajo de recreación cumple las expectativas con nota, y la mejor prueba de ello es la fascinación con la que los txikis recibieron a las nuevas figuras: hubo colas para chocarles la mano y sacarse fotos con ellos. La de este sábado ha sido la primera de muchas, porque a partir de ahora el octeto pasa a formar parte de la vida social y festiva de la ciudad.