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En los parques del barrio de Ergobia, en Astigarraga, no se puede decir que las conversaciones sean demasiado entretenidas. Sobre todo por la tarde, cuando los columpios y sus alrededores se llenan de padres e hijos, aquello parece la consulta de un pequeño pero aguerrido ejército de especialistas en salud, dietética y educación, cada uno dando su opinión y reclamando el parecer de los demás. Por allá se habla de toses, bronquitis, flemas, aires, purés, becas de comedor, autobuses e ikastolas, no hay tema que no se deje de tratar. «Esto está lleno de parejas jóvenes con hijos. Parece que ha venido todo el mundo a procrear», dice Lara, madre de Noa, de siete meses de edad.
Ella es una de las causantes de que Astigarraga sea el municipio guipuzcoano con la media de edad más baja de todo el territorio. En 2021 nacieron en el municipio 89 niños y se registraron 39 defunciones. Este saldo positivo de 50 nuevos habitantes es el mejor balance de todo Euskadi. Desde que comenzó a edificarse el nuevo barrio de Ergobia, al que han acudido numerosas parejas de otras localidades, sobre todo de San Sebastián, en busca de pisos económicamente más asequibles, Astigarraga no ha dejado de crecer. Para bien y para mal.
En la plaza Kontxa Etxeberria la lluvia da un aire lustroso al centro cultural Erribera. Todo parece nuevo, recién instalado para uso y disfrute de sus vecinos. Hay tres bares con sus correspondientes terrazas, una farmacia y dos guarderías, una pública y otra privada. «Esto es como un pequeño pueblo», dice Eider, una donostiarra que desde 2017 vive en el barrio. Tiene dos hijos: Diana, de 6 años, y Ekhi, de 5 meses. Y no suele echar de menos Donostia. «Si quieres jaleo, vas. Si no, te quedas», sentencia. «Hay mucho verde, el fluvial está genial y el Ayuntamiento promueve muchas cosas para los niños», corrobora Olatz, una amiga de Eider, mientras da de comer puré de verdura a Oier, de 7 meses. Su otra hija, Elaia, tiene 4 años.
Amaia
Madre de Unai
Un ejemplo del crecimiento del municipio es Lagundog, la peluquería canina que regenta Eider. Clientes no le faltan, porque los nuevos vecinos no solo llegan con niños. «Aquí hay mucha gente joven con perros», explica. En una terraza de la calle Mayor, no muy lejos de Ergobia, Jonathan también habla de un nacimiento. «En 2021 hemos parido el Kupela taberna», anuncia.
Son dos muestras de una expansión que no siempre trae consigo consecuencias positivas. Jonathan y su mujer Maider tienen una hija, Aimar. Sus amigos, Iker e Iratxe, tienen otro, Adei. Son de Astigarraga «de toda la vida» y sostienen que el municipio «no se ha adaptado al aumento de la población». «Estamos con los mismos servicios o incluso peor que hace diez años, cuando éramos la mitad», sostienen.
Iñigo
Padre de Aiora e Izaro
Maider
Madre de Aimar
El primer motivo de queja es el de la atención médica. «Hay muchos niños pero no tenemos pediatra. Solo hay una y si se coge una baja o se va de vacaciones no la sustituyen y tenemos que ir a Urnieta, Hernani o a Urgencias», aseguran. El segundo motivo de queja es la enseñanza. «En la ikatola ya no entran más niños. Han tenido que ampliar las gelas de dos años en la antigua guardería», dicen. Y si miran más lejos, cuando sus hijos ya estén crecidos, se encuentran con la incertidumbre del Bachillerato. «Aquí estudian hasta los once o doce años y después se tienen que ir a Martutene o Hernani. Está adjudicado el proyecto de un nuevo instituto en Astigarraga, pero habrá que verlo».
En el siguiente mapa pueden comprobar el saldo positivo/negativo por municipios entre nacimientos y defunciones en 2021:
La falta de pediatras y la estrechez de la ikastola son preocupaciones compartidas por todos los padres de niños en la localidad. «Vas al cursillo de premamá y está lleno de gente. Esto ha crecido demasiado rápido y hasta ahora han hecho lo fácil», afirma Iñigo entre los columpios de la plaza Kontxa Etxeberria, donde juegan sus hijas Aiora e Izaro. «Bajas por la tarde y esto está lleno de niños, todos de edad parecida. La ikastola se ha quedado pequeña, en ninguna otra hay tantas gelas por curso, es una barbaridad para un pueblo como Astigarraga. Dentro de cinco o diez años esto va a ser una burrada», pronostica.
Pero también coinciden todos en que unas calles llenas de niños «son una alegría». «Vienes un año y cuando al siguiente vuelves están todos embarazados. En 2020, el año de la pandemia, nacieron aquí 112 niños», dice Amaia, que empuja el cochecito donde no deja de reír su hijo Unai, de 2 años. Es de Pamplona, su marido de Astigarraga, y no dudó ni un momento en trasladarse a vivir a Ergobia. «Tenía claro que iba a vivir en un barrio joven. Hay bastantes actividades y cuando los niños crezcan todos sus amigos serán de aquí», dice.
Lara
Madre de Noa
J. Ramón, Felipe y J. Mari
Jubilados
No muy lejos, en una terraza de la calle Mayor, José Ramón, Felipe y José Mari ejercen de jubilados. «Aquí no se muere ni Dios», bromean entre risas. El nuevo barrio está cerca, pero no tanto. «Es como dos pueblos. Allí ellos han hecho su mundo, su forma de vivir. Lo tienen todo para el día a día», explican como si hablaran de universos diferentes. «Pero lo vemos bien. Aquí en el centro quedamos cuatro viejos, los jóvenes van a Ergobia».
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