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El mismo año en que Franco moría en la cama, la actriz María José Cantudo (Andújar, 68 años), una de las mujeres más bellas de ... la España de los 70, protagonizaba el primer desnudo integral del cine patrio. La famosa escena apenas dura cuatro segundos, suficientes para que 'La trastienda' (1975), dirigida por Jordi Grau, se convirtiera en un auténtico taquillazo. Llegó a recaudar 186 millones de pesetas, tres veces más que la media de la época. En un país reprimido por 40 años de censura, aquel pelotazo se basaba en el desnudo frontal (valiente desnudo, habría que añadir) de la Cantudo, que entonces tenía sólo 18 años, un instante que ha pasado a la historia de nuestro cine, pero que desvirtuó la intención real de la película: denunciar la hipocresía de la sociedad a través de un triángulo amoroso entre un médico del Opus Dei, su mujer y la enfermera de este, una provocativa Juana a la que daba vida la Cantudo.
'La trastienda' quedó enmarcada dentro del llamado cine del destape -término que se atribuye al periodista catalán Ángel Casas- y encasilló a María José Cantudo como una de las primeras actrices del género, un territorio en el que, según confiesa a este periódico, nunca se ha sentido cómoda. «La escena no me agradó, pero en aquellos momentos todas las grandes estrellas hacían películas de doble versión, una para el mercado español en la que no se veía nada, y otra para el extranjero con el desnudo. Lo que pasa es que muere Franco, se abre la mano y se proyecta aquí». La intérprete lo recuerda como si fuera hoy. Salieron todos del set y se quedó a solas con el cámara en la habitación. Ella tenía que dar un mordisco a una manzana (una metáfora del pecado original de Eva) y su imagen completamente desnuda se vería reflejada en el espejo de un armario. Dos pechos arriba y una casta mata de pelo abajo. Nada más. Y nada menos. Apenas cuatro segundos, cuatro «incómodos segundos» de una escena mítica que marcaron a toda una sociedad (por primera vez desde 1936 se veía un desnudo integral) y también a una jovencísima María José. El populacho de aquella España machista hablaba del «felpudo de la Cantudo»; los exhibidores, más finos, lo renombraron como 'el pubis de oro'. Es lo que quedó de 'La trastienda', pese a toda la crítica al Opus Dei (algo de por sí insólito) que también encerraba el filme.
«De todas las actrices la que menos destape he hecho he sido yo. Y sin embargo a mí, hijo mío, me han puesto la etiqueta por esa insignificancia», se lamenta Cantudo, hoy volcada en su labor altruista con ONG y en la decoración y la restauración de obras de arte, sus otras dos pasiones junto a los escenarios. «He llenado los teatros y los cines, he hecho audiencias bárbaras en televisión, me he dedicado a trabajar toda mi vida, no soy una mujer que haya bebido, ni drogas ni fumar ni nada, tampoco he sido de fiestas ni de salir por las noches, sólo he querido que el público me quisiera y me respetara… Por eso me da un poco de rabia que por unos segundos de una película que criticaba cosas que no se podían criticar, se me relacione con el destape, una palabra fea que no me gusta», se sincera la artista andaluza, cansada de que se la recuerde como lo que no fue: la reina del destape.
María José Cantudo
'La trastienda'
Aunque ya se había visto alguna teta en el casposo cine perpetrado en el tardofranquismo, expertos como Alejandro Melero, profesor de Comunicación en la Universidad Carlos III y especialista en historia del cine español, considera que 'La trastienda' marcó un antes y un después en los títulos del destape. «Hay como una progresión en todas las grandes estrellas de la época, que iban enseñando cada vez un poco más y entrando en el destape, pero no se había llegado a tanto», señala.
De la misma opinión es Eva Vizcarra, directora de 'Mujeres sin censura' (2021), el premiado documental que retrata la vida de un grupo de actrices que decidieron salir desnudas en la gran pantalla como un acto de libertad en plena Transición democrática. «Ese desnudo es un hito en la historia del cine. Nunca se había visto algo tan impactante y aquello eclipsó la crítica moral que encerraba la película».
Sin ser mucho menos de corte erótico, la película de Grau se considera el pistoletazo de salida de la moda del cine del destape, un género que apenas llegó a durar diez años y que fue decayendo de puro aburrimiento y por la irrupción de las películas clasificadas S, con escenas mucho más sexuales, y posteriormente por las proyectadas en salas X, de claro contenido pornográfico.
Hasta que los focos se apagaron, este cine más bien cutre, al que también llamaban de despelote, generó unas doscientas películas, sobre todo entre la segunda mitad de los 70 (ya no hacía falta darse el salto a Perpiñán) y los primeros 80. «Fue un cine superpopular que derribó barreras y que se vio como una señal de apertura y libertad, pero realmente era una explotación sexual en muchos sentidos. Esa es la contradicción», reflexiona Melero.
Solo en 1976 casi la mitad de las cintas producidas pertenecían a este género, entre ellas algunas de las más taquilleras, que encumbraron a actrices como Bárbara Rey, Nadiuska, Silvia Tortosa, Victoria Vera, Ágatha Lys, Blanca y Susana Estrada… Ellas se convirtieron en sus musas, pero hubo muchas otras como María José Peralt Román (Gandía, 77 años), conocida artísticamente como Josele Román, a la que, sin ser el prototipo de diva del destape, los directores se la rifaban para papeles pequeños por su delantera y su vis cómica.
Sandra Alberti
'Niñas... al salón'
Román, que aparece en los créditos de casi un centenar de largometrajes, quizá no fuera tan guapa, «pero sí resultona, como se decía entonces», comenta al teléfono desde su casa en una urbanización a cuatro kilómetros de Móstoles, rodeada de campo y en compañía de una docena de gatos. A Josele la fama le sobrevino en los 70 cuando llegó a ser portada de 'Interviú' y se convirtió en la secundaria de lujo de comedias y filmes simbólicos como 'Niñas… al salón', 'Es pecado pero me gusta' o 'La lozana andaluza'. Su energía desbordante y ese desparpajo a lo Gracita Morales -que aún conserva- gustaba a los directores y nunca le importó desnudarse, «siempre que fuera solo la parte de arriba. Yo no era provocativa, era graciosa», ite.
Sólo en 1977, la pizpireta actriz valenciana encadenó seis películas. «El teléfono no dejaba de sonar. La gente se reía mucho conmigo y me llamaban siempre. Hacía papeles de criada, de putita graciosa… Se llevaban mujeres exuberantes, con mucha teta y mucho culo, que estuvieran lo que se dice buenorras. Desde que vi los cuadros de Rubens, si había que destaparse a mí me daba igual. Yo solamente enseñaba las tetas, pero no me preocupaba por eso porque yo puedo escribir un libro con las tetas al aire y escribírmelo todo entero», afirma entre risas. Recuerda que hasta en películas 'serias' como 'Hierba salvaje' también tuvo que despelotarse. «No venía en el guion ni nada, pero cuando acabé de rodar me llamaron y me dijeron que se había estropeado un plano y tenía que volverlo a rodar, pero ahora destapándome. Era lo que vendía entonces».
Román ha actuado a las órdenes de los principales 'padres' de las «españoladas» de los 70 y 80 (Alfredo Landa, Mariano Ozores, Vicente Escrivá, Pedro Lazaga...), encasillada en papeles de chacha provinciana, meretriz sin complejos o vedette. «Lo pasé muy bien, pero me cansé de hacer siempre el mismo personaje».
Mirando por el retrovisor, cree que el cine del destape sirvió para quitar corsés al país y modernizar España. «Pero que conste que ellos no se desnudaban. Ellos se acostaban con el calzoncillo y no enseñaban nada. Éramos nosotras», critica la actriz, que en 2019 anunció que estaba en la ruina. «Ya se sabe que el trabajo de los actores va y viene. Pero ahora vengo de hacer tres series», dice a sus 78 años y con la esperanza intacta de cumplir su último sueño: grabar un disco con su banda de heavy (Rwoman free) formada solo por chicas. «Me gusta la caña y en mi casa tengo un piano con el que si quiero reviento la habitación», describe.
Sandra Alberti (nacida en Zamora hace 69 años como María José de Jesús) fue cimentando su reputación como figura clave del destape después de que Vicente Escrivá le ofreciera su primera oportunidad en 'Niñas… al salón'. Tenía solo 22 años y pasó a la historia al protagonizar la primera felación (ficticia) del cine nacional. «A mí siempre me tocaba lo facilito», bromea desde su piso de Madrid, al que acaba de llegar tras participar en un cásting para un anuncio de televisión de Uber Eats. «Lo he bordado», asegura.
Josele Román
'Es pecado pero me gusta'
Alberti también participó en 'El transexual' (1977), 'Violación fatal' (1978), 'Escalofrío' (1978) o 'El último guateque' (1978), otro ejemplo representativo del destape. «La rodamos entre Irlanda y un chaletazo estupendo en Madrid y yo salgo con las tetas al aire mientras me ducho, pero llevaba unas bragas de algodón hasta la cintura». Asegura que ella nunca se ha desnudado, «se ha desnudado el papel», y que en 'Niñas… al salón' a ella le tocó el momentazo de «la fellatio». «Me quito el sujetador y voy hacia la cama donde estaba Juan Carlos Naya, y hago como que le seduzco. Entonces el director sacó a todo el mundo del plató y sólo se quedaron dos personas para ayudarme a deslizarme hacia abajo. Me cogieron de las piernas y tiraron hacia abajo, pero ahí no se ve ni pene, ni coño, ni nada porque yo llevaba la braguita puesta y solo me quitaba lo de arriba». Cuando la peli se proyectó en Toro, el pueblo de Zamora donde solía veranear, las calles se quedaron completamente desiertas. «Todos estaban en el cine».
Alberti, que fue madre soltera con 40 años, considera que sus películas ayudaron a romper «con la hipocresía y el cinismo» de la España de los 70 y abrieron camino a la Transición. Ella dejó el género algo desencantada y montó una boutique de moda, Rosa de Madrid, que mantuvo abierta 30 años cerca de Malasaña. Uno de los últimos papeles que le hicieron llegar, y que rechazó, tenía una frase que decía 'me estás haciendo correrme como a una perra'. «Me pareció horrible», protesta la actriz, operada hace cuatro años de un cáncer de pulmón con metástasis en los huesos, que superó. «Le pedí un milagro a Dios y así ha sido, me dieron quimio, me radiaron, y no tuve ni un mareo». Desde entonces reza todas las noches diez padrenuestros y diez avemarías.
«Yo he hecho muchas violaciones, siempre me llamaban a mí para hacer de violador, pero lo que realmente me llamaba la atención es que yo violaba a una señora a la que se desnudaba, a la que se le quitaba lo de arriba para enseñar el pecho, pero yo no me desnudaba nunca», recuerda entre risas el histórico actor Manuel de Blas (Badajoz, 84 años), uno de los más prolíficos secundarios del cine español, conocido también por sus papeles en teatro y televisión. Así lo cuenta en el documental 'Mujeres sin censura', en el que su directora, Eva Vizcarra, junta en una habitación a De Blas y cuatro actores más que participaron en películas del género del destape, como Máximo Valverde, Emilio Gutiérrez-Caba, Juan Ribó y Pedro Mari Sánchez. Otros rostros conocidos de aquel cine fueron Andrés Pajares, Fernando Esteso, Antonio Ozores, José Sacristán o José Luis López Vázquez. «A mí me pasaba exactamente igual», le replica Máximo Valverde (Sevilla, 80 años) al «violador» De Blas en el documental: «Yo he hecho muchas escenas de cama, no de violador como tú, sino como amante, y efectivamente la que se desnudaba siempre era la chica y tú hacías el amor con ella con los calzoncillos puestos», apostilla.
Alberti, junto a Josele Román y otras actrices como Teresa Gimpera, María José Goyanes (que en 1975 se desnudó en la obra de teatro 'Equus' y recibió amenazas de muerte), Claudia Gravi o Eva Lyberten protagonizan el documental 'Mujeres sin censura', que, en palabras de su directora, homenajea «a esas mujeres que fueron capaces de desnudarse ante una sociedad hipócrita, cateta y puritana para cambiar el mundo que les rodeaba». Vizcarra recuerda que tuvieron que hacer un cine malo, con guiones «terribles», a resignarse a ser unos cuerpos bonitos y a sufrir insultos. «Me parece cruel que se las olvidara y les debemos el respeto de haber sido pioneras en cambiar miradas».
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