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Jon Rivas
Martes, 27 de mayo 2025, 19:28
No fue en Santa Bárbara donde se escucharon los truenos, aunque a sus faldas Roglic dijo basta después de otra caída en la que también ... Carapaz, que acabaría siendo el héroe, estuvo implicado, y en cuyas rampas Ayuso flaqueó hasta hundirse. No fue allí, sino en San Valentino, amoroso nombre, feroz ascensión, cuando se le empezaron a ver las costuras a un líder que había completado las dos primeras semanas alarde tras alarde; aquí la pelea por una bonificación intrascendente, allá la respuesta en primera persona a un ataque inocuo, gastando energías que nunca sobran en una carrera como el Giro. Todo ha cambiado en unas montañas como los Dolomitas, que desnudan a los débiles primero, a los derrochadores después, y que premian a los valientes como Richard Carapaz, sobrado de coraje y determinación, y con la suficiente experiencia como para buscar siempre su momento. «Estamos aquí para pelear y no me voy a rendir. Quiero intentarlo hasta Roma».
En Santa Bárbara se encendió la mecha, en San Valentino estalló la dinamita, pero el desenlace que culminó a pleno sol, se fue cociendo a fuego lento, aunque a mucha velocidad, ya desde el inicio bajo la lluvia intensa que convirtió el pelotón en una masa negra, del color de los chubasqueros. Mediodía gris oscuro, almas en pena abrigadas para las inclemencias que se avecinaban, y temerosas de tantos y tantos kilómetros cuesta arriba, que para Primoz Roglic se acabaron antes de tiempo. Ya coqueteaba con no presentarse en la salida, pero, peleado con la ley de la gravedad, sucumbió a su cuarta caída desde que comenzó el Giro, y acabó montándose en el coche de su equipo.
Para entonces ya empezaba también a torcerse el día de Juan Ayuso, porque en la subida a Candriai, empeñado en quitarse los guantes, tuvo que esperar para que lo ayudaran. Entre tirón y tirón, mientras cedían, el pelotón de los favoritos, al ritmo del Ineos de Bernal, con Castroviejo al comando, empezaba a distanciarse. La broma le costó pegarse un calentón para enlazar, porque allí no paraba nadie.
En Santa Bárbara, su destino se torció del todo. Siempre en la cola del grupo, las sensaciones no parecían buenas, hasta que quedó en tierra de nadie. Por delante, una veintena de corredores relegaban al aspirante a más de diez kilómetros de la cima, una catástrofe. Se acabó la dualidad en el UAE, más de catorce minutos perdidos en la meta. Egan Bernal, que llegaba de una caída, flaqueó algunos kilómetros, perdió referencias con los de delante, pero acabó enlazando. El Giro sigue cobrándose víctimas según avanza, como la marea de lava que se desliza por las laderas de un volcán. La etapa eran dos carreras, una delante para los escapados, con más de siete minutos, otra detrás con los favoritos; Carapaz en la cola, «el segundo puerto lo pasé un poco mal. Después recuperé y lo intenté al final», y el UAE deslumbrante, reluciente en apariencia. Majka y Yates escoltando a Del Toro, un líder sólido. O eso parecía.
Pero llegó San Valentino de Brentonico, allá donde se asentaron los pueblos bárbaros que llegaban del norte en el siglo III, como Van Aert, que enganchaba a su locomotora a su jefe Simon Yates, y los acontecimientos empezaron a desarrollarse a velocidad de vértigo. Con Ayuso en el abismo de la clasificación y Del Toro sin aliados, sus rivales olfatearon la sangre. Cuando quedaban nueve kilómetros para la cima, aceleró Yates. El líder y Carapaz le siguieron sin dificultad aparente. Volvió la calma. Para ese momento, por la cabeza de la carrera circulaban dos ciclistas del Astana, el líder de la montaña Fortunato y su colega Scaroni, dispuestos a romper la sequía italiana en el Giro.
Restaban siete kilómetros cuando Richard Carapaz sacudió el Giro, lo reseteó con un hachazo violento, y no encontró respuesta en las piernas agotadas de Del Toro, por sus excesos, por las dos semanas de carrera que arrastran, o por ambas cosas a la vez. «Cada momento era peor que el anterior, he sufrido mucho. fui al límite. Todo el mundo se rompió. Fue duro para todos, espíritu del ciclismo». Simon Yates le dejó atrás, También Bernal. «No tuve las mejores piernas de mi vida, pero no es excusa. Di todo lo que tenía y llegué a meta sin un gramo de energía».
Entre el dúo del Astana, el equipo eligió a Scaroni, que Fortunato ya tiene la maglia azzurra. Entraron de la mano en la meta, mientras Carapaz se exprimía para ser cuarto y quedarse ahora a 31 segundos. «Sabía que tenía las piernas y que tenía que intentarlo. Esperé mi momento, hice todo lo que sabía hasta llegar a meta». Yates entró detrás, pero sigue segundo, a solo 26 del líder. El Giro se comprime y queda lo más duro, con Ayuso fuera del top ten. El Mortirolo es lo siguiente.
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