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El CEO de Repsol, Josu Jon Imaz (Zumarraga, 1963), realizó ayer un exhaustivo análisis de los desafíos y el rumbo que la sociedad y la economía están afrontando en los últimos tiempos. Y lo hizo centrando el núcleo de su discurso en la política energética y la manera en la que, a su juicio, se debe seguir avanzando en la descarbonización. «Las energías renovables son necesarias, pero el diésel fue el que nos salvó el día del apagón», manifestó en su intervención en el XVIII Foro Empresarial de Gipuzkoa, organizado por DV, en colaboración con Laboral Kutxa y la consultora EY, en la sede del periódico en Miramon.
Ante una nutrida representación institucional y empresarial -DV Gunea reunió a alrededor de 300 personas en un lleno hasta la bandera-, Imaz dibujó un presente con claroscuros, no eludió ningún debate, advirtió de la «emergencia industrial» europea y urgió a poner el foco en la competitividad para que las empresas salgan indemnes de los numerosos retos del siglo XXI.
Entrevistado por David Taberna, director de El Diario Vasco, Josu Jon Imaz, con un estilo dinámico y entusiasta en su verbo, abordó con especial énfasis el papel del diésel y las energías renovables en el contexto de la seguridad energética. Recordó el episodio del apagón del 28 de abril y destacó que lo que salvó la situación fue precisamente el combustible que con frecuencia es objeto de crítica: «Lo que salvó a este país fue el diésel. El denostado gasóleo», subrayó. Y es que en numerosos ámbitos esenciales como los centros de salud pudieron seguir funcionando gracias a los equipos electrógenos alimentados con gasoil.
Imaz defendió como una responsabilidad moral de su compañía continuar produciendo combustibles fósiles, petróleo y gas, mientras dure la transición energética. También argumentó que estos recursos son fundamentales para garantizar que «los productos lleguen a los supermercados todas las mañanas», así como para abastecer de energía a las industrias, hogares y medios de transporte. Además, criticó que Europa prohíba los motores de combustión a partir de 2035. Una decisión que, en su opinión, genera «un gran daño a la industria automovilística sin beneficios reales en la reducción de emisiones».
Con todo, Imaz consideró esenciales las energías renovables, pero insistió en que deben formar parte de una estrategia más amplia y equilibrada, donde se conjuguen sostenibilidad, seguridad y coste. Además, sugirió que para lograrlo es fundamental avanzar con neutralidad tecnológica y sentido práctico.
«Las renovables son un bien, necesarias, son una ventaja competitiva», resumió como idea principal antes de deslizar otras reflexiones con un tono más crítico. Especialmente irritado se le vio cuando criticó, a su parecer, el desequilibrio que observa en las políticas actuales, centradas exclusivamente en lo ecológico: «Tenemos que ser agnósticos con las tecnologías. Debemos utilizar todas las que sirvan para reducir emisiones sin sesgos ideológicos».
Imaz concluyó su intervención energética con una reflexión clara sobre el enfoque actual: «La transición es un viaje. No es un punto de llegada» Y añadió uno de sus pensamientos más extendidos, una idea que en público se le ha escuchado en más de una ocasión: «Necesitamos más tecnología y menos ideología».
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Otro de los ejes que centró una parte relevante de su discurso guarda relación con la industria, con sus fortalezas y sus debilidades en un contexto geopolítico plagado de amenazas e incertidumbres. Imaz hizo una defensa firme del papel del ámbito manufacturero como motor del progreso económico y social, y subrayó que su fortalecimiento es imprescindible para garantizar empleos de calidad y oportunidades para las nuevas generaciones. «La industria genera empleos bien pagados -dijo que los sueldos pueden superar los 3.000 euros- estables, alimenta un entorno de ciencia y tecnología, y es ahí donde la innovación ocurre», aseguró, reivindicando que sin una economía industrial sólida, no es posible sostener servicios públicos ni bienestar social.
Recordando la historia industrial de Gipuzkoa, Imaz explicó cómo el territorio ha sabido adaptarse a lo largo de los siglos a los cambios tecnológicos y de mercado. Puso como ejemplo la transformación de las ferrerías vascas en el siglo XVIII, cuando la competencia europea obligó a innovar y atraer talento del exterior. De ahí extrajo una lección fundamental: «La respuesta que debemos dar hoy no difiere cualitativamente de la que dieron los ilustrados: competitividad, esfuerzo, trabajo, formación y apuesta por el talento».
Josu Jon Imaz
Consejero delegado de Repsol
Tras este contexto, y sin pelos en la lengua, el consejero delegado de Repsol alertó de manera directa sobre la crítica situación que atraviesa la industria en el Viejo Continente: «Vivimos una emergencia industrial en Europa y tenemos que reaccionar». Según explicó, la combinación de políticas ecológicas radicales, costes energéticos elevados y un entorno de hiperregulación ha debilitado seriamente la competitividad del tejido productivo europeo.
El máximo dirigente de la compañía petrolera puso números a estas ideas inquietantes. «Hace 15 años Europa y EE UU tenían el mismo peso en el PIB mundial, del 21 y del 22%. Hoy, EE UU ha subido al 26% y Europa ha caído al 17%», detalló, alertando de que esa pérdida tiene consecuencias directas en el empleo juvenil, el crecimiento y la cohesión social. Por ello, reclamó un giro en las políticas europeas para poner el foco de forma clara en el crecimiento económico y el fortalecimiento del tejido industrial.
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