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La crisis estructural del automóvil sigue agravándose y la ola de despidos de los grandes fabricantes no para. Esta vez ha sido Volvo Cars la ... que ha anunciado un recorte de 3.000 empleados en todo el mundo, lo que equivale al 15% de su plantilla. El fabricante de coches sueco, que ahora es propiedad del grupo chino Geely, ha anunciado que de esa cifra, 1.200 serán eliminados en Suecia, así como otros 1.000 empleados dedicados a la consultoría, también en el país escandinavo.
Según ha detallado el grupo, esta decisión forma parte del plan de ahorro de unos 1.600 millones de euros que anunciaron a finales de abril, un plan que «tiene como objetivo fortalecer y hacer más resistente a Volvo Cars en un momento en que la industria automotriz enfrenta desafíos considerables en su entorno externo». Según ha declarado el director general del grupo sueco, Håkan Samuelsson, «la industria automotriz atraviesa un período difícil. Para afrontarlo debemos mejorar nuestro flujo de caja y reducir estructuralmente nuestros costos».
Asimismo, Samuelsson ha explicado que se trata de una decisión difícil pero que constituye un paso importante para construir una empresa «más fuerte y resiliente». El número específico de recortes de empleo en todas las regiones (Volvo no cuenta con plantas en España) se determinará en el próximo periodo, una vez que la empresa haya finalizado la revisión de toda su organización y definido una nueva estructura. Volvo Cars tiene como objetivo completar los cambios estructurales durante el otoño de 2025.
El anuncio de Volvo constituye otro golpe para el sector de la automoción sueco. En marzo, la mayor planta de baterías de Europa, Northvolt, que contaba con la mayor parte de su producción en Suecia, se declaró en quiebra. Era el gran proyecto europeo para dejar de depender de Chi¡na en materia de baterías eléctricas para automóviles, pero el proyecto terminó de fracasar de manera rotunda.
El anuncio de Volvo no es una novedad para un sector de la automoción que en los últimos tiempos se enfrenta a unos vientos de cara que han desencadenado en una ola de despidos globales. La primera fue Volkswagen, que anunció 35.000 despidos en Alemania durante las navidades. Después se sumo la fabricante japonesa Nissan, que hace apenas unas semanas hizo lo propio, anunciando un recorte de 20.000 empleos en todo el mundo hasta 2027, tras haber firmado un ejercicio fiscal con unas pérdidas de 4.000 millones de euros. Además, el fabricante estadounidense Ford pretende reducir su plantilla en Europa en 4.000 personas.
Son muchos los factores que han impulsado esta sangría en las plantillas de los grandes productores de vehículos. Por una parte, la difícil transición hacia el vehículo eléctrico, que está haciendo que muchos fabricantes se tengan que replantear sus estrategias en un mercado en el que el consumidor no termina de dar el paso hacia este tipo de tecnología. Por otra parte, la feroz competencia de los fabricantes chinos en el mercado europeo también ha afectado a la mayoría de fabricantes, perdiendo cuota de mercado. Y por si fuera poco, los aranceles anunciados por la istración Trump y la incertidumbre que ha desatado la llegada del republicano a la Casa Blanca que tampoco ayudan.
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