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La fumata blanca que proclamó a León XIV desató una explosión de entusiasmo en Roma cuya onda expansiva llegó hasta Gipuzkoa. En su despacho del ... Buen Pastor, el obispo de San Sebastián, Fernando Prado, que conoce al nuevo Pontífice y lo describe como «un hombre que sopesa cada palabra antes de hablar», vivió el instante entre llamadas desde Roma, el repique jubiloso de las campanas y «alegría compartida» con fieles y curiosos.
– ¿Cómo recibió el anuncio de la elección del nuevo Papa?
– Estaba en mi despacho, en el Buen Pastor, trabajando. Un periodista amigo desde Roma me escribió: «fumata blanca». Abrí rápidamente la página de Vatican News y ahí estaba, en directo. Llegué a tiempo de ver cómo aún salía el humo blanco. Lo primero que hice fue llamar al párroco y a otro sacerdote de la catedral. Les dije: «¡Que suenen las campanas, que ya tenemos Papa!». Algunas personas se acercaban a la catedral, sorprendidas por el repique. Les decía: «¡Tenemos Papa!».
– ¿Qué sintió al ver aparecer al nuevo Papa en el balcón?
– Lo viví con mucha alegría. Es curioso cómo, incluso antes de saber quién es el nuevo Papa, ya se percibe una alegría generalizada. A diferencia de unas elecciones políticas —donde hay división—, aquí la gente sonreía antes de saber quién era.
– El nombre del cardenal Prevost no era de los que se manejaba en las quinielas. ¿Le sorprendió?
– Sí, fue una sorpresa, pero parece que entre los cardenales su nombre ya sonaba. Parece que en los días previos él estaba en muchas conversaciones. Y viendo ahora su recorrido no parece tan extraño que haya sido elegido.
– Los expertos en el Vaticano hablan de que tiene un perfil muy completo.
– Cuarenta años de misión en Perú no es algo menor. Eso le ha dado una cercanía al pueblo, una sensibilidad pastoral muy fuerte. Y además ha sido general de los agustinos durante dos mandatos lo que le ha dado experiencia de gobierno, visión global, capacidad de liderazgo. Luego fue obispo, después cardenal, y uno de los hombres de confianza del papa Francisco. Conoce el barro y la curia.
– Usted lo conoce en persona.
– Me he encontrado con él en un par de ocasiones. Una fue durante el curso para nuevos obispos, que hicimos hace un par de años, cuando él ya era prefecto de la Congregación para los Obispos. Tuve ocasión de hablar un poco con él y conocerle.
– ¿Cómo lo definiría como persona?
– La primera impresión fue la de un hombre tranquilo. No es precipitado. Escucha mucho, habla poco, y lo que dice lo dice con calma. Es muy sonriente, agradable en el trato, cercano. Yo diría que es sereno, esa sería la palabra. Quizá algo tímido, pero sobre todo reflexivo, tranquilo, alguien que sopesa las cosas antes de hablar.
–¿Cree que ese carácter evolucionará ahora que es sumo pontífice?
– Nunca sabemos cómo se va a desarrollar una persona en un cargo como este. Hay una 'gracia de estado', como decimos, que viene con el nombramiento. Puede que eso haga que su carácter evolucione. El jueves se le vio muy emocionado en su primera aparición. Pero al día siguiente, en la misa con los cardenales, se le veía más tranquilo, más asentado. Conocemos a al cardenal Prevost, pero aún nos falta conocer a León XIV.
– ¿Qué significado tiene el nombre de León XIV?
– León en la historia de la Iglesia ha sido nombre de papas fuertes, papas de doctrina. León I, por ejemplo, se enfrentó a Atila. Y luego el último, León XIII, fue el papa de la doctrina social, con la famosa encíclica Rerum Novarum. Quizá León XIV quiere recoger ese legado. La elección del nombre me sorprendió, aunque la realidad es que llamarse Francisco II habría sido muy comprometido para él. Quizá le habría constreñido demasiado. Ha preferido no vincularse de forma tan directa
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– ¿Ve en sus gestos una ruptura con Francisco?
– Quiso marcar diferencias en su primer gesto, en su vestimenta cuando salió al balcón. En aquel momento Francisco quiso romper un poco con lo establecido. En cambio, León XIV ha vuelto a lo anterior, a lo que podríamos llamar la normalidad. Se puso la muceta, la estola con los apóstoles Pedro y Pablo... Transmite estabilidad. A pesar de ello veo una continuidad clarísima con el último papado. Él mismo lo ha dicho: «Estamos llamados a tender puentes». Eso entronca directamente con Francisco.
– ¿Qué significa exactamente tender puentes en este contexto?
– Trabajar por la paz, por la reconciliación. Y eso aplica a todos los niveles: desde lo internacional hasta lo personal. Vivimos en un mundo muy polarizado. Todo parece o blanco o negro, sin matices. Pero la vida está llena de grises. Todos somos un poco como cebras: blancos y negros a la vez. En sus primeras palabras insistió en esa idea de reconciliación. Usó palabras clave que también eran de Francisco: encuentro, diálogo, sinodalidad... Eso marca una línea de continuidad.
– ¿Se podría decir que se ha buscado un equilibrio entre continuidad y novedad?
– Exactamente. Él mismo lo ha expresado así, de muchas formas. Hay continuidad, sí, pero también una voluntad clara de no ser una copia, de no ser una fotocopia del papa anterior. Francisco ha sido un papa irrepetible, y la gente no espera una imitación, sino alguien que sea fiel al espíritu, pero con su propio estilo.
– Al ser un hombre de confianza de Francisco probablemente su papado esté marcado por el legado de su predecesor.
– Es probable, sí. Hay una continuidad no solo en el discurso, sino también en el trasfondo. El cardenal Prevost, ahora León XIV, fue un hombre de total confianza de Francisco. Le encargó nada menos que los nombramientos de obispos, algo crucial para el futuro de la Iglesia. Y le fue dando más responsabilidad: lo hizo obispo, luego cardenal, y finalmente prefecto de la Congregación de Obispos. Eso dice mucho.
– ¿Las prioridades de su pontificado serán las mismas que las de Bergoglio entonces?
– Las intuiciones que gustaron de Francisco las expresó muy bien el pueblo mismo. Fíjese en el funeral. Durante la homilía, cuando el cardenal Re —el decano del Colegio Cardenalicio— hablaba de migración, de paz, la gente aplaudía espontáneamente. Esos aplausos eran como subrayados emocionales. El pueblo decía: «esto es lo que nos ha conmovido». Y evidentemente, León XIV no puede renunciar a esas intuiciones. Son parte de la continuidad espiritual.
– León XIV ya ha expresado anteriormente su compromiso con la paz, el cambio climático y la inmigración. ¿Cree que estos factores serán prioritarios en su ejercicio como Papa?
– Esos son, sin duda, los grandes gritos de la humanidad hoy. Los signos de los tiempos nos están indicando claramente un mundo dividido, con guerras, crisis climáticas y energéticas, y con una gran preocupación por la migración. Todo esto está afectando a la humanidad y nos está pidiendo ayuda. El Papa no puede mantenerse ajeno a ello. Estos temas son parte fundamental de su mensaje y acción.
– En su primer mensaje como Papa, León XIV puso especial énfasis en la sinodalidad. ¿Qué lectura hace usted de ese enfoque?
– Antes de mencionar directamente la palabra sinodalidad, utilizó una frase preciosa de San Agustín, que dice: «Con vosotros soy cristiano, para vosotros soy obispo». Él es agustino, y esa matriz se nota. Esta frase tiene mucha miga: todos somos pueblo de Dios, todos somos cristianos, pero hay una responsabilidad concreta en algunos, como él, que son llamados a servir como pastores. Eso es precisamente la sinodalidad bien entendida. No es que todos seamos lo mismo, sino que, desde nuestras diferencias, caminamos juntos. En Gipuzkoa desde el Concilio Vaticano II llevamos caminando en esa dirección.
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