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«En términos cuantitativos los consumidores de heroína en Euskadi no fueron tantos», sostiene el sociólogo de la UPV/EHU Imanol Zubero, quien estima que « ... no superaron las 9.000 o 10.000 personas. Hay otros especialistas que dan incluso cifras más bajas. Para el historiador Pablo García Varela, que en 2019 publicó una tesis sobre el mundo de las drogas en el País Vasco, la cifra de heroinómanos fue de 6.000.
La adicción que más preocupaba a las autoridades sanitarias a principios de los años 80 era la del alcohol, cuyo consumo «era demoledor» y afectaba a muchísimas más personas, pero eso era algo que la sociedad vasca tenía asumido. No generaba alarma. «Hay un imaginario asociado a la heroína, que es la jeringuilla mezclada con la sangre. También está la deriva delincuencial y el deterioro tan terrible que la droga generaba sobre las personas, que acababan convertidas en auténticos zombies caminando por nuestras calles. Y luego llegó el sida, que afectó de una manera tan dramática a muchos consumidores. Todo esto hizo que lo que en términos numéricos podía estar limitado se convirtiera en un fenómeno social, en un pánico moral», explica Zubero.
«Las cifras nunca fueron escandalosas, lo que generaba relevancia era el simbolismo. La heroína se asociaba con la criminalidad y con una muerte sórdida en callejones y entre basura». Los datos parecen avalar las razones del miedo que se extendió por la sociedad vasca hace esos seres de repente extraños. Según recoge García Varela en su tesis, en 1979 se perpetraron 202 atracos a entidades bancarias, una cantidad que un año después ascendió a 551. Además, los atracos a farmacias aumentaron un 100%.
Hubo otro motivo que explica no solo esta alarma sino también la rápida reacción de las instituciones para hacer frente a la ola de heroína. Zubero recuerda que esta droga «llegó a Euskadi de la mano de universitarios de familias de clase media o media alta, que tenían o con un mundo de valores distinto en Europa y Estados Unidos». Fue posteriormente cuando se extendió a las clases más bajas. Por eso, cree que «un posible factor de la rapidísima movilización institucional es que había hijos de importantes cargos en la istración que cayeron en esos consumos».
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La avalancha de heroína dejó marcada a la población vasca. «Estaba asustada, apagada, desconcertada y relativamente desarmada porque había una istración autonómica que estaba empezando y la sanidad y los servicios sociales se hallaban entonces casi en mantillas», explica Zubero. Y sin embargo, supo reaccionar. «Con todo lo dramático que fue, es un momento en el que la sociedad vasca estuvo a la altura de las circunstancias. Hubo una buena reacción institucional y social, eso es algo que sería interesante recordar», asegura.
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