
Secciones
Servicios
Destacamos
Oskar Ortiz de Guinea
San Sebastián
Martes, 5 de noviembre 2024, 14:13
Santi Coca recibió «una lluvia de golpes», tanto «puñetazos» como «patadas», por parte de alrededor de «seis o siete personas». Tal vez «ocho o nueve». ... Primero cuando estaba de pie y luego cuando, a consecuencia de «un golpe en la cabeza», cayó al suelo, donde «le siguieron pegando». Eran golpes «con la mano cerrada» pero «sobre todo patadas». Eran patadas «como chutar un balón», con la salvedad de que el esférico era «la cabeza de Santi», que a cada impacto «iba de un lado a otro».
El hermano de la víctima, Iker Coca, dos amigos que también trataron de proteger al menor donostiarra cuando estaba tirado sobre la acera, y un cuarto testigo que presenció la agresión, porque «fue una agresión, no una pelea» han testificado esta mañana en la Sala Primera de la Audiencia de Gipuzkoa. Varios de ellos han identificado este martes al acusado, alguno al ver su rostro en la sala, otros al cotejar las fotografías recogidas durante la instrucción. En las imágenes, era el único «con pantalones blancos», y llamaba la atención «por lo alto que es» y «lo violento y agresivo» que se mostró durante una trifulca en general «muy violenta», con «mucha rabia».
Noticia relacionada
El hermano y tres amigos suyos y/o de Santi han protagonizado la segunda sesión del segundo juicio por la muerte del joven donostiarra, en el que la Fiscalía de Gipuzkoa solicita 20 años de cárcel por un delito de asesinato para el único acusado que quedaba por juzgar. Todos ellos han vuelto a relatar lo que ya se sabía, que Santi recibió una paliza por un paquete de tabaco.
Sucedió sobre las 5.00 horas del viernes 26 de abril de 2019, a la salida de una discoteca junto al ayuntamiento donostiarra, a la que Santi se acercó desde otra sala de fiestas en La Concha para encontrarse con su hermano y regresar juntos a casa, entonces en el barrio de Gros. Uno de los procesados en la vista de hace un año pidió un cigarro a uno de los testigos, quien se lo denegó. Sin embargo, cuando este chico, amigo de Iker Coca, sacó el paquete para encenderse un pitillo, el mismo joven se le volvió a acercar, le quitó el paquete y regresó con su grupo de amigos, «unos diez». Como los testigos no tenían más tabaco, fueron a reclamarlo. «El que me lo quitó, un poco chulo, me dio un cigarro de mi propio paquete y me dijo que le tenía que haber dado el cigarro cuando me lo pidió». Acto seguido, percibió «algo de movimiento» alrededor y vio a Santi decir «de uno en uno» mientras echaba «dos pasos para atrás» antes de caerse tras recibir «un golpe en la cabeza».
Al percatarse de la situación, «por instinto», su hermano se metió «en medio» del grupo que pegaba a Santi para tratar de protegerlo con su propio cuerpo, porque en el suelo «le siguieron pegando puñetazos y patadas». Los agresores eran «seis o siete», «todos extranjeros» y «todo el mundo dando patadas» «sobre todo a Santi». Varios golpes impactaron en Iker, especialmente uno en la mandíbula que le siguió doliendo tiempo después.
Tirados en mitad de la lluvia de «patadas, patadas y patadas», Iker recuerda «un pantalón blanco pegando sin parar». La fiscal rogó al acusado ponerse en pie para tratar de que el hermano de la víctima lo identifica con aquel agresor de pantalones blancos. «Si me lo vistes igual, no dudaría en señalarle igual que aquel día». Cinco años después no ha reconocido su rostro. «Reconocería la ropa, no a la persona como tal. No que quedas con una cara en medio segundo», apuntó. En su recuerdo quedaron «los pantalones blancos» que propinaban «patadas con agresividad y con rabia».
La «agresión» duró «unos 20 segundos». Era tal la «tensión» del momento, que no se percató que dos amigos suyos se pusieron encima suyo a modo de parapeto. A uno de ellos, alguien o algunos le tiraban «de la chaqueta y del pantalón» para evitar que protegiera a sus amigos.
De pronto, todo se calmó, el grupo de agresores se fue «corriendo hacia la Parte Vieja», y avisaron a una ambulancia al tiempo que un amigo se acercó a los bajos del ayuntamiento a dar aviso a una patrulla de la Guardia Municipal, que pudo identificar a presuntos agresores en las inmediaciones. Solo uno de ellos fue condenado en el juicio anterior por homicidio imprudente. Ninguno de los cuatro testigos que han comparecido este martes observó un puñetazo o una patada más relevante que el resto de golpes, que podría ser asociada a la muerte de Santi dos días después en un hospital. «Hubo muchos golpes y mucha rabia», ha resumido Iker. Como consuelo emotivo, le queda que la víspera de aquel ataque los dos hermanos habían estado en casa de los aitonas en Mutriku y durmieron juntos en la misma cama. «Me reconfortó como una despedida».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.