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Las diez noticias clave de la jornada
Ana y Jennifer posan de espaldas, para que sus hijas no les reconozcan, en el patio para niños que hay en la cárcel de Martutene, donde pasan este Día de la Madre. Fotos Iñigo Royo
Madres desde el otro lado del muro
Día de la Madre en prisión

Madres desde el otro lado del muro

Ana y Jennifer cumplen condena en el penal de Martutene y no reciben visitas de sus hijas. «No queremos que nos vean aquí»

Aiende S. Jiménez

San Sebastián

Domingo, 5 de mayo 2024

No ha sido un Día de la Madre más para Ana y Jennifer. No han podido abrazar a sus hijas ni pasar el día con ellas, como han hecho la mayoría. Han tenido que conformarse con unos minutos de videollamada desde prisión, donde cumplen condena. La maternidad detrás de los muros del penal de Martutene está siendo difícil, pero ambas han decidido no recibir visitas de sus pequeñas en la cárcel, por el bien de las menores. «Les haría mucho daño; aunque las echemos muchísimo de menos, es lo mejor para ellas».

Jennifer no ve a su niña desde marzo, cuando ingresó en prisión «por algo que hice hace muchos años y me ha tocado pagar». Despedirse de ella fue muy duro. «No sabe que estoy en la cárcel. Le dije que me iba al colegio, a estudiar. Estábamos en casa, y yo quería aguantarme las lágrimas, pero no pude. No paraba de llorar. Pero ella me decía: 'mamá, no llores, sé que te vas lejos a estudiar, pero vas a estar bien'. Solo tiene diez años, pero es muy lista», dice con cariño. Asegura que esa mentira piadosa hace que su hija viva «feliz», mientras ella cuenta los días para recuperar su libertad. No sabe en cuánto tiempo será, «ocho meses, o igual más o menos».

La cárcel ha formado parte de la vida de Ana desde pequeña, y se negaba a que sus hijas, «mi mayor orgullo», pasasen por lo mismo. Una de ellas ya es mayor de edad, pero aún tiene una pequeña de 13 años que vive con los abuelos, sus padres. «Yo soy como soy por el entorno marginal en el que crecí», afirma. Su historia es una de esas que se repite en las cárceles. El o con las drogas formó parte de su infancia, comenzó a consumir desde muy joven, aunque tras dos años en Proyecto Hombre pudo salir de ese infierno. «Esto ha cambiado mucho», dice sobre la cárcel de Martutene, que por desgracia conoce bien, «me he criado viniendo aquí a los vis a vis» para visitar a familiares que cumplían condena. Ella espera salir pronto, «y no volver más». A sus 51 años, actualmente es la más veterana del módulo de mujeres, en el que conviven 8 presas. «Le llamamos 'mamá Ana'», cuenta su compañera.

«Mi hija no sabe que estoy en la cárcel. Le dije que me iba al colegio a estudiar. Cuando me despedí me decía 'no llores mamá'»

Jennifer

En prisión desde marzo

Cuando Ana era una niña no existía nada parecido a la unidad de madres con la que cuenta Martutene, destinada a mujeres que crían a sus hijos en prisión, aunque se usa principalmente como espacio para acoger visitas familiares, las llamadas convivencias, en las que los progenitores y sus hijos pueden pasar dos horas juntos, dos veces al mes. Cuenta con un patio exterior con un parque y con una sala interior con más juegos, tobogán, unas estanterías con cuentos infantiles… Para llegar a ella no hay que atravesar la prisión, ya que se encuentra junto a la entrada, con el objetivo de que los niños no entren en o con el entorno de la cárcel y las visitas no sean traumáticas para ellos.

«No puedo ver sus fotos. Empiezo a pensar y entro en bucle. En prisión se pasa mal todos los días, sobre todo por las niñas»

Ana

En prisión desde enero

Actualmente en esa unidad de Martutene hay una mujer criando a su bebé, que ingresó recientemente y con los que Jennifer pasa mucho tiempo, ya que trabaja como cuidadora y pasa las noches con ellos. «Estoy de apoyo para las chicas que entran en la cárcel y los primeros días tienen ansiedad y lo pasan mal. Las intento ayudar, estoy con ellas. Y me pagan por ello», explica. Mientras pasean por el parque para niños, posan para las fotos, pero lo hacen de espaldas. No por vergüenza, solo que no quieren que se les reconozca, en ese afán por no dañar a sus hijas. Frente a ellas el muro que les separa de la libertad, y un cielo azul que les da algo de esperanza.

Ocho minutos

Ana también trabaja y se encarga de la limpieza de las galerías. No solo evita que su hija le vea en prisión, tampoco le visitan sus padres. «Mi madre vino alguna vez al principio, pero no quiero. Estoy aquí impotente, pensando en todo lo que tengo fuera», y esperando a las llamadas que hace con ellos los miércoles, jueves y viernes, que duran ocho minutos. En esos ocho minutos Jennifer le cuenta a su hija cómo le va en el 'colegio'. Lo cierto es que a sus 37 años está aprovechando para sacarse el graduado escolar en prisión, «me faltaban dos cursos y por lo menos saco algo bueno de aquí». Habla con la niña todos los días que puede, «y siempre me dice: 'mamá estudia eh, tienes que aprobar todo'».

Ahora no pueden contarle un cuento a sus hijas, pero ya piensan en todo lo que harán cuando salgan de prisión. «Irnos de vacaciones, hacer muchas cosas juntas».

A pesar de estar separadas, le tranquiliza que «ella está bien, vive con su padre y con mi madre, y se lo ha tomado bien, está contenta. Y eso es lo único que me importa. Pero nos echamos mucho de menos». Los primeros días de internamiento, reconoce que fueron los más difíciles, los pasó muy mal. «Cuando voy a dormir lloro, pero solo cuando estoy sola. Delante de mis compañeras intento no llorar. Soy bastante dura. La vida, por problemas que he tenido, me ha hecho así. Pero lo estoy llevando bien. Estudio, trabajo y voy al gimnasio, y así intento que los días pasen volando».

La vida en prisión, aseguran, es un «golpe de realidad». Conviven con la culpa de no estar junto a sus hijas, con la nostalgia que no deja de dar vueltas en sus cabezas. «Te das cuenta de lo bonita que es la libertad y te pone todo en su sitio», aseguran. «Yo he visto a mucha gente aquí y esto no rehabilita. Ojalá se cayesen estos muros. Se pasa mal todos los días, sobre todo por las niñas», dice Ana. «Entrar en prisión ha sido un cambio radical para bien. Me está ayudando a valorar las cosas. Cuando salga tengo claro que voy a aprovechar todo lo que pueda con mi hija y mi familia, y a apartar a la mala gente que tenía en mi vida. Fuera no te das cuenta, pero esto es muy duro y no quiero estar aquí», cuenta Jennifer, que ya fantasea con lo que hará cuando salga de la cárcel. «Lo primero trabajar, para recuperar la estabilidad. Y luego unas vacaciones con mi hija. Me gustaría ir con ella a Disneyland».

Las noches son duras. Antes de irse a dormir, Jennifer mira las fotos de su abuela, su madre y su hija. «Es la foto de cuando era un bebé, mi favorita. Era muy pequeñita, y lleva un trajecito de lana que me encantaba». También guarda todas las cartas y dibujos que le ha hecho su pequeña. «En todas me dice 'mamá te amo', 'espero que estés bien', y me dice que haga una mejor amiga para siempre. Las leo y me pongo a llorar. Las tengo en mi cuarto. Bueno, en mi celda».

«Yo soy como soy por el entorno marginal en el que crecí. Me he criado viniendo a la cárcel a los vis a vis. Solo quiero salir y no volver más»

Ana

En prisión desde enero

Ana también guarda fotos. Las últimas de un carnaval en el que iba disfrazada de 'Hansel y Gretel'. Pero las ha quitado del corcho. «Me duele. Las miro, empiezo a pensar y entro en bucle. Ahora no puedo verlas». Son sus hijas las que le dan fuerzas «para volver a empezar, para recuperar la ilusión».

Ama, te quiero

Llevan toda la semana pensando en este Día de la Madre que pasarán encerradas. Y no solo les duele como progenitoras, también como hijas. «Para mi madre está siendo súper duro, nunca hubiese pensado que me iba a ver en la cárcel», reconoce Jennifer. Cuando la visita, en los vis a vis o en los locutorios, llora, «lo pasa mal. ¡Ay, las madres!». Hoy no tendrán visita, pero sí llamada. «Quiero dejar un mensaje a mi madre, ¿puedo?» pregunta Jennifer. «Que la quiero un montón. Ama, te quiero, te amo muchísimo. Y gracias por estar ahí». Ana se suma a la dedicatoria. «A mi madre, a mi padre y a mis hijas, gracias. No tengo vida para agredecerles todo lo que han hecho por mí».

La nueva cárcel de Zubieta tendrá unidad para madres

Martutene incorporó la unidad de madres en 2022, tras una obra que llevaron a cabo internos que trabajan en el servicio de mantenimiento. Es la única que hay en Euskadi, y cuando se inaugure la nueva cárcel de Zubieta (Centro Penitenciario Gipuzkoa) el año que viene, también contará con una. De hecho, parte del material, como los toboganes o los bancos a los que apenas se ha dado uso, se trasladarán al nuevo penal. En estas unidades las madres presas pueden convivir junto a sus hijos en celdas especiales, hasta que los niños tengan un máximo de tres años. Son casos excepcionales, pero se dan. Cuando no existía esta unidad las presas con hijos pequeños eran trasladadas a otras cárceles del Estado.

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