
La calle de la memoria
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La calle de la memoria
1925 | Vendedora de encajes, adivina y... timadoraLos timos, con su mezcla de picaresca, ingenuidad y búsqueda de lucro, son delitos interesantes. Hace un siglo encontramos la noticia de uno sucedido en ... San Sebastián. Lo contaban con tanta chispa el 9 de mayo de 1925 en 'La Voz de Guipúzcoa', que nos quedamos con aquel texto lleno de laísmos y titulado 'La gitana que se comunicaba con los espíritus, por sólo quinientas pesetas'...
«María, la gitana 'sa', adivina, echadora de cartas y vendedora ambulante de puntillas y encajes, de cuyas fechorías no es la primera vez que nos hemos ocupado, es lista y más activa que una ardilla y sabe como nadie aprovechar las ocasiones y la menor de las coyunturas».
«María fue repetidas veces a ofrecer su mercancía a una casa de la calle del Príncipe, donde su perspicacia la hizo comprender que la dueña de la habitación y su hija no vivían allí, sino en el Limbo, Babia o las Batuecas, lugares y países muy adecuados para ejercer su profesión, que no es otra que la de timadora».
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«Deme usté 250 pesetas, que yo sé donde se halla la suerte», aseguró María, «la gitana sa», a una ingenua señorita donostiarra, a la que convenció de que podía hablar con los espíritus y adivinar el número que tocaría en la lotería
«El lunes pasado se presentó María en la casa de referencia, y mirando fijamente a la señorita de la casa la dijo proféticamente:
– En la vista conozco que usté sufre porque hablan mal de usté sus enemigos, que son varios. Pa que su mercé se quede tranquila, voy a echarla las cartas y adivinarla su porvenir. Y haré cambiar de opinión a esas personas que tan mal la quieren.
Y agregó después en tono menos profético y más meloso:
– Necesito para ello cincuenta pesetas solamente.
– Como éstas –dijo la cándida señorita, entregándola un billete de diez duros (...)».
«La gitana cogió los diez duros, envolvió en ellos un carbón y echó un poco de sal en el paquete, que guardó cuidadosamente en una camisa de mujer, marchándose con el 'lío', después de aconsejar a la joven que durmiese con dos billetes de cien pesetas cerca de la cabeza, como así hizo la ingenua dama».
«Al día siguiente (...) la gitana regresó malhumorada porque no había podido comunicarse con los espíritus, cosa que haría fácilmente si la entregaba las doscientas pesetas que sirvieron de almohada a la joven la noche anterior. Se las entregaron, y a cambio (...) dejó escritos en un papel unos números, en uno de los cuales tocaría el 'gordo' en el sorteo del día 11 próximo».
«La señorita preguntó en varias loterías si tenían el número indicado, no hallándolo, desgraciadamente; pero sí la gitana, que le dijo:
– Deme usté 250 pesetas, que yo sé donde se halla la suerte».
«Alguna persona de la casa debió enterarse de lo que ocurría y alguna sospecha debió infundirle la gitana, puesto que al volver ésta a la casa se avisó a un guardia municipal y fue detenida. María González Ríos había sacado por este procedimiento 500 pesetas y unos pendientes valorados en cien, además de una sábana, una enagua y una camisa».
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