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Los que saben de seguridad insistían durante las últimas semanas que el dispositivo de la final de la Europa League se había organizado al detalle ... y sin escatimar en recursos. En un evento de esta magnitud se daban por hecho los incidentes puntuales, como así sucedió. A última hora de la noche el Departamento de Seguridad contabilizaba al menos ocho detenidos, la gran mayoría británicos.
Por diferentes motivos; desde peleas entre aficionados de ambos equipos, como las que se produjeron en la calle Egaña y en Doctor Areilza, con algún lanzamiento de botellas incluido; y por robos con violencia a hinchas británicos. Además se registró la quema de varios contenedores en Licenciado Poza durante el partido y a su conclusión, aunque no está claro si la autoría era de autóctonos o seguidores ingleses.
Pero más allá de los altercados que las autoridades consideraban inevitables -en una fiesta en la que se sumaron decenas de miles de visitantes y litros de alcohol- el objetivo principal de las instituciones vascas era intentar garantizar la seguridad general en la capital vizcaína y evitar graves peleas entre aficiones. Y eso es algo que se consiguió, insisten los mismos medios.
Fuentes especializadas subrayan que nunca se había visto en Bilbao tantos policías y servicios de seguridad como ayer. La Ertzaintza recurrió a agentes de todas las comisarías para la gran final. También se movilizaron a todas las unidades especiales: investigación, rescate, helicópteros, marítima... La Policía local también recurrió a numerosos agentes para realizar refuerzos. Y se contrató a unos 500 agentes de seguridad privada, un número de vigilantes cinco veces superior a los habituales en un partido normal del Athletic. En resumen, el despliegue fue de tal magnitud que tuvieron que buscar espacios cerca de San Mamés para que los agentes pudiesen cambiarse de ropa, descansar y comer.
Después de los graves altercados registrados en dos de los últimos partidos europeos que el Athletic ha disputado en San Mamés, la Ertzaintza llevaba meses preparándose para este día. El dispositivo se elaboró con la perspectiva de que el Athletic podía llegar hasta la final o que podían visitar Bizkaia aficiones consideradas problemáticas. Estos dos escenarios no se cumplieron. Pero aún así se movilizaron prácticamente todos los recursos disponibles: unos 1.500 ertzainas y varios cientos de agentes de la Guardia Urbana.
El operativo fue diseñado para que la presencia policial fuese visible en los principales puntos de la ciudad desde primera hora de la mañana. Había numerosas furgonetas y coches patrulla estacionados por diversas zonas de la capital. Una imagen que llamaba la atención si se compara con el escaso tránsito de vehículos particulares que se registró ayer en Bilbao.
Uno de los puntos a los que se dedicó mucha atención fue a las 'fan zone' de los equipos ingleses. En Amezola, donde estaban los hinchas del Tottenham, se produjeron algunos hurtos. Cerca de allí también se detuvo a un sujeto por intentar robar un móvil con un arma blanca a dos aficionados. Pero en el parque Etxebarria, donde estaban convocados los seguidores del Manchester, no hubo mucho movimiento. De hecho, las unidades de Brigada Móvil que tenían el encargo de garantizar la seguridad en ese punto fueron desplazadas hasta El Arenal a primera hora de la tarde. En ese momento apenas quedaban aficionados ingleses allí y se estaban produciendo algunos incidentes en la Plaza Nueva, con gente subiéndose desnuda por los andamios, alguna refriega y lanzamientos de bengalas.
El dispositivo de seguridad dedicó especial atención a los anillos de seguridad que se establecieron en torno a San Mamés. Allí se vieron imágenes nunca vistas antes en Bilbao. Fueron cuatro controles fijados en las distintas zonas por las que se puede acceder a San Mamés. La idea era que las aficiones de ambos equipos no se encontrasen en las entradas al estadio. Pero lo cierto es que muchos hinchas de ambos equipos entraron por los s reservados a los seguidores rivales. Y no hubo incidente alguno.
En los primeros controles había trabajadores que trataban de certificar que los que accedían tenían entrada para el partido de fútbol. Justo detrás había dos decenas de ertzainas de las comisarías que habían acudido como refuerzo. Los agentes trataban de controlar que nadie superase este punto con botellas de vidrio. Las colas más importantes se registraron en los controles establecidos en la calle Poza. En esta zona, en la que había también numerosas ambulancias, ya se veía a muchos aficionados que apenas podían sostenerse en pie.
Superado este punto había un nuevo punto de seguridad. Los aficionados no tenían que mostrar la entrada, pero se encontraban ante una gran presencia policial. Y después tenían que superar los cacheos de los vigilantes de seguridad ubicados en la valla instalada en el explanada del estadio. Dentro, los hinchas se encontraron con más ertzainas y con nuevos controles antes de poder acceder a San Mamés.
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