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La guerra que durante dos años tuvo como campo de batalla la región de Tigray, situada al norte y una de las doce que conforman ... Etiopía, es la más mortífera y violenta del siglo XXI. A pesar de las más de 600.000 muertes civiles, las violaciones y desplazamientos que sufrió su población entre 2020 y 2022, «no se le dio la suficiente visibilidad ni atención mediática al conflicto» y se vio eclipsado por otros temas de interés mundial como la pandemia del Covid-19, la guerra de Ucrania o el conflicto entre Israel y Palestina, denuncian desde la Fundación Etiopía Utopía. La asociación guipuzcoana busca, desde 2009, «dar soluciones» a esta región, una de las más pobres del país, a través de la «escucha activa y la formación».
Los proyectos llevados a cabo en el continente africano se centran en la equidad de género, el deporte o la higiene menstrual, entre otros ámbitos. Y es que, aunque la guerra finalizó hace dos años con la firma de los acuerdos de Pretoria en 2022, Tigray vive hoy «una crisis humanitaria y de crisis de seguridad. Crece la incertidumbre, hay una calma tensa...», señalan desde la Fundación, apenados por el futuro de la región. Y es que Etiopía Utopía nació «teniendo como referencia la obra que el misionero de Hernani, Ángel Olaran, desarrollaba en Wukro, una de las poblaciones del Tigray», explica su fundador, Imanol Apalategui. Así, «poco a poco nos fuimos poniendo en o con empresas, con organizaciones y con oenegés como Relief Society of Tigray (REST)».
En la actualidad, la seguridad varía según la zona. En la región de Oromía, las urbanas son «las más seguras dentro de lo que cabe, pero en las rurales sigue habiendo bastante conflicto e inseguridad, pues una de las guerrillas involucradas se ha dedicado al secuestro de personas y a la extorsión», explican David Pérez de Unzueta y Eva Sánchez, coordinador de proyectos y coordinadora de la Fundación. Es por esto por lo que las acciones que llevan a cabo en el sur del país se hacen en las zonas más 'seguras'. Si es que se pueden llamar así. Pero el 80% de la población etíope vive en zonas rurales. El proyecto de nutrición, por ejemplo, se centra en el sur, es decir, en lo urbano. Sin embargo, «son las madres y niños de las partes rurales las que vienen, normalmente en situación de indefensión completa, con un nivel educativo muy bajo después de salir de situaciones de violencia intrafamiliar», apuntan.
Con la ayuda del Instituto religioso de la Iglesia de las Hijas de María Auxiliadora, conocidas como Hermanas Salesianas, se realiza un seguimiento de seis meses a niños menores de cinco años desnutridos, así como a sus madres. «Ellas se comprometen a ir todos los días durante medio año para que pesen, midan y hagan pruebas a los pequeños y, a su vez, las madres reciben formación de cómo atender a los bebés».
Por lo general, explican, las madres «son mujeres muy jóvenes que tienen muchos hijos y no tienen esa educación prenatal para saber cuidarse ellas y cuidar a sus niños». En estos meses, además, «se les hace un tratamiento a los niños que lo necesiten, se les suministra una papilla nutricional...». Al ser un proyecto semestral «llegamos a unas 40 familias al año».
Otra de la mayores preocupaciones en Etiopía es la escasez de agua. «Las niñas son las primeras en dejar el colegio para ir a encontrarla», lamentan. Por eso, desde Etiopía Utopía «hemos apoyado la reconstrucción de pozos y de fuentes de agua, ya que con el conflicto, todas las estructuras se vieron dañadas». Reapertura de pozos, tratamiento de agua o construcción de depósitos de agua de lluvia son algunas de las acciones llevadas a cabo en Tigray.
«Aparte de eso, también estamos apoyando la reconstrucción de las escuelas, que se vieron saqueadas durante la guerra. Los niños y niñas dejaron de ir al colegio durante casi tres años, e incluso más tiempo porque, aunque finalizó la guerra hace dos, prácticamente no tenían ni dónde sentarse...». No solo eso. Las secuelas psicológicas también dificultaban la vuelta a los estudios. La Fundación sigue cubriendo estos dos ámbitos, el «apoyo psicológico, los materiales escolares...».
La menstruación allí «es un tema tabú» y cuando las niñas tienen la regla «más del 51% de ellas dejan de ir a clase», detalla la asociación. «Se formó tanto a niños, niñas, maestros, maestras, e incluso tuvimos el apoyo de la enfermería de la zona». También relacionado con la salud, Etiopía Utopía mandó «enfermeros de Euskadi al país y les enseñaron a utilizar el equipo de reanimación cardiopulmonar, por ejemplo». Y es que en muchos casos «no saben hacer uso correcto de las estructuras o instrumentos que les damos, por eso para nosotros es tan importante la formación», apuntan. «La escucha activa también es primordial, a veces creemos que con una solidaridad vertical es suficiente, pero son ellos los que saben qué son capaces de mantener a la larga y qué no», señalan desde Etiopía Utopía. «La gente nos puede apoyar mediante donaciones en nuestra página web (etiopiautopia.org), haciéndose voluntario, colaborador... Darnos a conocer y que la gente nos ayude visibiliza el problema de los etíopes», añaden. Para cualquier consulta, «estamos disponibles, también, a través del teléfono 943 005 863».
Y es que los proyectos no terminan aquí. La Fundación no se conforma y quiere abarcar más ayudas. De cara al futuro quieren aportar su granito de arena en la agricultura regenerativa en Tigray. «Durante la guerra las cadenas de suministro se vieron interrumpidas, es decir, a los agricultores y agricultoras no les llegaban insumos, no les llegaban semillas, no les llegaban fertilizantes químicos... Se han dado cuenta de que necesitan un tipo de agricultura diferente», y es aquí donde entra en juego el proyecto de agricultura regenerativa, para «ver cómo, a través de los recursos locales, hacer más resilientes a las comunidades, todo ello enfocado también al apoyo de las mujeres viudas de guerra».
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