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Rumanía celebró elecciones presidenciales el pasado domingo con una clara amenaza para la UE, la posible victoria del vencedor en la primera vuelta, George Simion, ... y su proyecto ultranacionalista y prorruso. Finalmente, no ha sido así y el candidato independiente y alcalde de Bucarest, Nicusor Dan, ha ganado los comicios con más del 54% de los votos, sorprendiendo a tirios y troyanos. La Unión respira profundamente, la OTAN también y la geopolítica europea se serena después de una campaña bronca, agresiva y muy polarizada que ha enfrentado a dos modelos de país y en la que la desinformación ha sembrado la división y la desconfianza. El ultraconservador alejado del apoyo militar a Ucrania y antieuropeo simpatizante de Trump, inspirado en la Hungría de Viktor Orbán, Simion, y el liberal moderado, Dan, que representa el cambio tranquilo, el respeto de los compromisos internacionales, la alineación con la UE de la que forma parte, y con sus valores, y el que promete luchar contra la corrupción y la desigualdad.
Su lema de campaña 'Una Rumanía honesta', al igual que su programa reformista, deben ser algo más que palabras tras su victoria porque si todo sigue igual, antes o después, Simion u otros representantes del extremismo antieuropeo terminarán venciendo amparados en la inoperancia y el descontento de los ciudadanos. La victoria del pragmatismo y las soluciones de los problemas se ha impuesto a la narrativa emocional y, a partir de ahora, Dan tiene que conseguir plasmar lo prometido para evitar la llegada al poder de quienes quieren destruir todo lo construido amparándose en la falacia de la necesidad de una «restauración democrática».
Rumanía se enfrenta a un panorama económico oscuro y de ahí que el aumento de la frustración pública y la nostalgia de la supuesta estabilidad económica de décadas anteriores se manifieste en un nacionalismo económico con el que tendrá que lidiar Dan, que solicita apoyo a la industria local, barreras y restricciones a la propiedad en manos extranjeras y mayor control estatal de la economía. Y no olvidemos también que el país está sumido desde hace muchos años en una atmósfera de profunda división política acentuada por el populismo nacionalista, la desconfianza hacia las instituciones y las injerencias extranjeras. Que los rumanos sean, mayoritariamente, partidarios del proyecto europeo y de la OTAN, es un azucarillo que, al igual que en otros países europeos, se disuelve a pasos agigantados por la desilusión y el desengaño hacia los partidos generalistas y por un sentimiento de rechazo al sistema tradicional nutrido de corrupción y clientelismo y que impulsa sin parar a la extrema derecha.
La victoria de Nicusor Dan es una nueva oportunidad para la estabilidad regional, la cohesión oriental de la UE y la contención del populismo encarnado por Simion. El mensaje es claro y de no tenerlo en consideración sólo será cuestión de tiempo que el extremismo domine el país.
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