Ahora, Cisjordania
La guerra latente que se está viendo desde octubre pasado apenas es objeto de análisis por la comunidad internacional
Historiador y politólogo. Catedrático de Universidad
Miércoles, 11 de septiembre 2024, 02:00
Secciones
Servicios
Destacamos
Historiador y politólogo. Catedrático de Universidad
Miércoles, 11 de septiembre 2024, 02:00
Por lo que estamos viendo en las últimas semanas, el Ejército israelí ha intensificado sus ataques en Cisjordania, provocando hasta la fecha, desde el atentado ... del 7 de octubre, la muerte de 692 palestinos. Por supuesto, con la inestimable ayuda de los colonos judíos, quienes tienen vía libre no sólo para hostigar a los palestinos de la zona, sino también para darles caza, sin que sufran consecuencia alguna, debido a que, en estos casos, los uniformados israelíes no intervienen. Con la excusa de llevar a cabo una gran operación antiterrorista, las tropas israelíes se están cebando con las localidades del norte: Yenín, Nablús o Tulkarem, en especial. El objetivo es acabar con los milicianos de Hamás, Yihad Islámica y el brazo armado de Fatah, sin importar los civiles. La brutalidad de la operación recuerda mucho a lo que está sucediendo en Gaza. De momento, según el ministro de Defensa israelí, sólo han cortado el césped, si bien volverán para arrancar las raíces, lo que se traduce en el deseo de arrasarlo todo. En verdad, lo que se está viviendo en Cisjordania es un episodio que nos transporta a lo de Gaza, de suerte que la intención última del ejecutivo de Netanyahu es hacer de Samaria y Judea, como ellos denominan a Cisjordania, un lugar no apto para los palestinos, de forma que se vean abocados a dejar sus casas y tierras para poder apoderarse de ellas. O lo que es lo mismo, dominar la totalidad del territorio comprendido entre el río (Jordán) y el mar (Mediterráneo). Es el Gran Israel, Eretz Israel. De ahí que, en la comparecencia ante la Asamblea General de la ONU del 22 de septiembre de 2023, el primer ministro israelí no tuviera ningún empacho en mostrar un mapa de Israel cuyos límites iban desde el Jordán al Mediterráneo, dando por supuesta la futura anexión de los territorios ocupados.
El plan de partición de la ONU de 1947 era la semilla de un Estado, que, con el tiempo, debía agrandar sus fronteras. Por eso Ben Gurión y sus colaboradores lo aceptaron, ya que creían que esa delimitación era provisional, puesto que su auténtica aspiración era conseguir el control de la Palestina del mandato. El logro de Eretz Israel está en el ADN del Likud, el partido de Beguín y Netanyahu, pero asimismo de sus socios. Y todo parece indicar que no van a parar hasta conseguirlo. De hecho, sus declaraciones van en esta dirección. Por ejemplo, las de dos de los ministros más ultras de ese gobierno, el de Sanidad, Bezalel Smotrich, y el de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir. Siempre cargadas de odio contra los palestinos y que, sin embargo, no tienen consecuencia alguna. Porque si alguien niega el Holocausto o se posiciona en este punto a favor de Hitler, inmediatamente sería acusado de un delito de odio ante un tribunal. Empero, cuantas barbaridades dicen de los palestinos quedan impunes. En este sentido, es interesante el planteamiento de Josep Borrell, quien, el pasado 29 de agosto, instó a la Unión Europea a abandonar sus tabúes y a implantar sanciones a los ministros israelíes que incitan al odio contra los palestinos. Sin duda, los mensajes de Smotrich y Ben Gvir, apoyando a los colonos violentos, «van contra el derecho internacional». No obstante, como era de esperar, no se tomó ninguna medida al respecto y sólo Irlanda se mostró claramente a favor de esa propuesta.
En realidad, Gaza no importa, salvo como campo de pruebas de las diferentes armas que emplea el Ejército hebreo para luego venderlas a otros países, tal como lo ha demostrado Antony Loewenstein en su excelente libro 'El laboratorio palestino'. Además, es demasiado pequeña y va a quedar completamente devastada. Sin olvidar incluso que Israel da por descontado que va a poder explotar la bolsa de gas existente en frente de la franja. Aquí, como viene haciendo desde hace décadas, Israel aspira a los recursos ajenos: tierras y cultivos en Cisjordania, agua en los altos del Golán y ahora el gas de Gaza. No obstante, la auténtica batalla se encuentra en Cisjordania: es la indiscutible zona de expansión del colonialismo israelí y Tel Aviv no está dispuesta a ceder. Ésa es la razón por la cual, por un lado, ni negocia la creación de un Estado palestino independiente, ni, por otro, cumple con los acuerdos de Ginebra IV, que, como potencia colonizadora, le obligaría a respetar a la población civil y no lo hace. Lo curioso es que, si las grandes potencias se inhiben al ver las masacres realizadas en Gaza, ¡qué decir de Cisjordania! La guerra latente que se está viendo allí desde octubre pasado apenas es objeto de análisis por la comunidad internacional. Quizás el asesinato de una activista norteamericana a manos de un soldado israelí podría llamar la atención sobre aquella situación, aunque tampoco lo creo. Estamos acostumbrados a la enorme hipocresía de la istración Biden, que, mientras denuncia tanta muerte en Gaza, sigue proporcionando armas sin reparo alguno. Y así, mientras otorgan y callan, Netanyahu y sus aliados siguen a lo suyo: tratar de hacerse con Cisjordania.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El crimen casi perfecto: la viuda negra sa que decidió matar a su marido en Villalar
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.