Ayuda mortal en Gaza

La entidad apoyada por Estados Unidos e Israel, que cuenta con exmilitares y mercenarios en los puntos de reparto y la protección del ejército hebreo, reanudó ayer la tarea después de dos días de cierre «para mejorar la eficacia operativa». El grupo dice haber distribuido millones de comidas en decenas de miles de cajas, en una reducción de la necesidad a cifras que los expertos consideran no solo exageradas sino carentes de cualquier preocupación por alimentar de forma decente a una población sometida a constantes bombardeos, largos meses de escasez y desnutrición. Y que todavía ahora padece una falta generalizada de los bienes más básicos, mientras en los pasos fronterizos aguardan los camiones de las organizaciones humanitarias que disponen de los recursos y las redes para hacerlos llegar a una población de dos millones de personas. Estadounidenses e israelíes ignoran el creciente llamamiento para que permitan una asistencia sin restricciones y con criterios humanitarios. Washington lo acreditó de nuevo con su veto en el Consejo de Seguridad de la ONU a la resolución que pedía un alto el fuego, la liberación de los rehenes en poder de Hamás desde el 7-O y atención para los gazatíes.

En los últimos días, además, el territorio ocupado vive un sufrimiento añadido: la acción de la llamada milicia de Abu Shabab, banda criminal vinculada a Estado Islámico a la que Benjamín Netanyahu reconoce tácitamente que proporciona armas contra Hamás. La milicia, entre otros supuestos, está bajo sospecha de robar suministros en la Franja.