¿Y si gana otra vez Donald Trump?
Gorka Angulo Altube
Periodista
Lunes, 9 de septiembre 2024, 02:00
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Gorka Angulo Altube
Periodista
Lunes, 9 de septiembre 2024, 02:00
El próximo 5 de noviembre en Estados Unidos están convocadas las elecciones más importantes e igualadas de la historia reciente entre demócratas y republicanos; una ... cita con aire de referéndum sobre el pasado, presente y futuro de la primera potencia mundial. La sociedad norteamericana está dicotomizada en dos grandes polos, con sus ciudadanos enfadados o desencantados. En las urnas ya no es el país que sobrevolamos cuando viajamos en avión de costa a costa sobre los estados seguros para los republicanos (la América profunda y conservadora), frente a las costas este y oeste, con los estados seguros para los demócratas (la América liberal e innovadora). Dos Américas irritadas hasta con sus candidatos naturales que cuando vayan a las urnas buscarán el mal menor o votarán a un candidato contra el otro. El anticipo lo tuvimos con el debate en la CNN entre Donald Trump y Joe Biden el pasado 27 de junio: Biden noqueado ante un Trump que no ganó, dejando ambos muy dañada la imagen de las instituciones estadounidenses y de su clase política.
Esto y el atentado fallido del pasado 13 de julio hizo creer al magnate neoyorquino en un paseo militar electoral con una victoria propia de los resultados récord de otros republicanos, como Richard Nixon (520 electores presidenciales en 1972) o Ronald Reagan (523 en 1984). Pero la entronización urgente de Kamala Harris, con el aval de los Obama y los Clinton, trastocó los planes de presidente imperial que tenía Trump. Hablamos de un republicano 'sui generis', que tiene poco o nada que ver con anteriores presidentes del partido del elefante.
EE UU vivió con los republicanos en la Casa Blanca una revolución conservadora permanente, con una fase económica (Reagan y Bush, entre 1980 y 1992) y otra fase religiosa (Bush hijo entre 2000 y 2008), apoyadas en potentes 'think tanks' que daban forma a las ideas de la economía de la oferta o del Powell Memorandum. Detrás de los mandatos de Reagan y los Bush había una ideología muy elaborada, pero detrás de Donald Trump solo hay un culto a su personalidad, al liderazgo hiperbólico de un 'outsider' disruptivo que llegó al Despacho Oval en 2016, sin una red de apoyo en Washington o el Partido Republicano, y con un círculo íntimo liderado por su yerno y algunos consejeros, como Steve Bannon, jefe de estrategia, y Kellyanne Conway, máxima responsable de campaña, para frenar los excesos logorreicos de su jefe. Dos expertos en fabricar 'fake news'.
Trump se instaló en el Ala Oeste con la herencia de una economía fuerte en 2016 y la mantuvo más fuerte, llegando a un 3,5% de paro, hasta el frenazo de la pandemia del covid. Su pésima gestión de esta última dejó unos costes económicos y humanos devastadores que le privaron de la reelección en 2020. Lo más parecido a las revoluciones conservadoras de sus predecesores republicanos quizá sea ahora la Conservative Political Action Conference (AC) del pasado febrero.
Con el apoyo de la Fundación Heritage (con antecedentes reaganistas y el Tea Party) y el 'think tank' American First Policy Institute (AFPI), el círculo íntimo de Trump define el programa para su segunda istración con un hiperliderazgo de la Casa Blanca frente al Capitolio y el Poder Judicial, y con una agenda económica y exterior aislacionista, basada en el mítico 'America first' de la doctrina Monroe. Esto último es lo que de verdad debería preocuparnos a los europeos: Trump renuncia a ser la «nación imprescindible» que reivindicaba en 1998 la entonces secretaria de Estado, Madeleine Albright; abandona el liderazgo global de su país, y opta por fotos con autócratas como Erdogan, Putin, Bolsonaro o Kim Jong-un, pensando que son como la foto de Nixon con Mao en China en 1972.
Con semejantes precedentes no sería descartable que una hipotética istración Trump buscara acuerdos con Rusia suprimiendo las ayudas económicas y militares a Ucrania, y aceptando la división del país o alguna de las reivindicaciones de Putin. A partir de ahí, la Unión Europea debería replantearse por completo su política exterior y de defensa porque cualquier acuerdo con el Kremlin incitaría a otras invasiones o agresiones rusas en Europa.
Hace unos meses, el exsecretario republicano de Defensa Robert M. Gates publicaba en la revista 'Política Exterior' un brillante análisis de la situación actual de Estados Unidos, titulado 'La superpotencia disfuncional'. En él proponía un nuevo enfoque para disuadir a China y Rusia. Quizá Trump debería leerlo... y entenderlo.
El exceso de turismo, como todos los excesos, causa problemas. Los está causando en algunos lugares y empieza a ser problemático en otros. Por tanto, es necesario regularlo y establecer normas para que la actividad turística sea una fuente de bienestar y prosperidad tanto para los viajeros como para quienes los reciben. Ya existe por parte de algunas personas un rechazo que ha llegado a molestar, insultar y hasta agredir a turistas. Hay, además, un clima de opinión crecientemente negativo hacia los viajeros. Pero en las sociedades acomodadas todos somos turistas en algún momento. Y no hace falta irse a la otra punta del mundo para ello; basta con ir a comer a un restaurante de un pueblo vecino para ser considerado como tal allí. En general, los turismofóbicos y quienes rechazan el turismo racional, sostenible, no aportan soluciones al problema, así que me permito sugerirles una: que prediquen con el ejemplo y no salgan de su pueblo. El planeta se lo agradecerá.
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