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A pocos metros del río Bidasoa, muga que fue testigo del exilio de miles de vascos por la Guerra Civil -algunos volverían y otros muchos ... no-, el lehendakari Imanol Pradales ha pedido «perdón» a las familias de los deportados en campos de concentración nazis tras «décadas de silencio» y ha señala que «nuestra responsabilidad es proteger la democracia que ellos defendieron». Lo ha hecho en Irun, donde se ha celebrado el primer homenaje institucional en Euskadi dedicado a estas personas, 80 años después de la liberación del campo de concentración de Mauthausen. Pero los verdaderos protagonistas han sido los familiares. Dos de ellos los hijos de los exiliados Pedro Madariaga y José Mari Azurza, que han subido al escenario para contar, de forma muy emotiva, las vivencias de sus padres.
Fueron 253 los vascos deportados que acabaron en los campos de exterminio nazi y 113 de ellos murieron. En el acto celebrado en Ficoba, organizado por el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos−Gogora, se han podido ver los nombres de todos esos exiliados que pasaron por los campos entre 1940 y 1945. Y, si en algo se ha puesto énfasis, ha sido en la memoria. En lograr que «este tema se introduzca en la memoria colectiva» de los vasco. Algo que, según han explicado, aquí no ha ocurrido, al contrario de otros países europeos. En el público se han podido ver en torno a 125 familiares de víctimas de la deportación, de asociaciones, entidades memorialistas, y fundaciones que trabajan en este ámbito. Además de cargos políticos e institucionales.
El lehendakari ha destacado el paso significativo que ha dado el Gobierno Vasco desde el punto de vista de la memoria y la reparación. «Por primera vez en Euskadi hacemos un reconocimiento conjunto a las personas deportadas a campos de concentración nazis», ha subrayado. Pero, ha sido inconformista al señalar que «todavía tenemos que hacer mucho más». «Les arrebataron su identidad y las asignaron un frío número. Quienes volvieron no lo tuvieron fácil y vieron como los países aliados les daban la espalda. Hay que hacer más para que nos demos cuenta de todo el sufrimiento que padecieron», ha señalado Pradales.
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Durante su intervención, el lehendakari ha destacado responsabilidad histórica de cada generación: «La nuestra es proteger y consolidar aquello por lo que pelearon quienes hoy homenajeamos: la paz, la libertad, la democracia y los derechos humanos». Además, Pradales ha remarcado la importancia de no banalizar los populismos, los extremismos ni los fanatismos que cuestionan la democracia. «Tenemos que poner pie en pared ante los discursos que reviven los autoritarismos de siempre: inventando uno o varios enemigos para sembrar el odio y dividir a la sociedad, explotando el miedo en su propio beneficio, evocando la grandeza perdida y el retorno a un pasado idílico y presentando líderes carismáticos con soluciones rápidas y sencillas para todo», ha destacado.
Por su parte, la consejera de Justicia y Derechos Humanos, María Jesús San José, ha recordado a las víctimas de la deportación, «miles de apátridas a quienes el odio revanchista del régimen franquista les había negado la nacionalidad vasca y española. Encerrados entre alambres de espino, privados de lo más básico, del derecho a tener derechos, como diría Hannah Arendt». También ha señalado su doble victimización, por el injusto silencio y olvido que ha rodeado la vida de 253 personas y sus familias.
Han asistido al acto Arritxu Marañón, recientemente nombrada viceconsejera de Derechos Humanos, Memoria y Convivencia; Alberto Alonso, director de Gogora, institución impulsora de este acto, y Jagoba Álvarez, director de Derechos Humanos y atención a víctimas. Además, las instituciones han estado representadas por: Bakartxo Tejería, presidenta del Parlamento Vasco; Eider Mendoza, diputada general de la Diputación Foral de Gipuzkoa; Marisol Garmendia, delegada de Gobierno en la CAE; Cristina Laborda, alcaldesa de Irún, lgor Enparan y Gorka Álvarez, alcaldes de Hondarribia y Sestao.
También han asistido, como del Consejo de Dirección de Gogora: Ion Gambra, director de Derechos Humanos y Memoria Democrática de la Diputación Foral de Gipuzkoa, y Miren Elgarresta y Noemi Ostolaza, directora y secretaria general de Emakunde. Además del secretario general del PSE en Gipuzkoa, José Ignacio Asensio, o la diputada socialista en Madrid, Rafaela Romero.
Más allá de los discursos institucionales, el homenaje ha contado con un pequeño coloquio que han mantenido la hija de Pedro Madariaga, Lola Madariaga y el hijo y la nieta de José Mari Azurza, Eugenio Azurza, y Asun Azurza. Dos historias entrelazadas pero con distintos finales, ya que Madariaga logró sobrevivir y Azurza falleció en un campo de concentración nazi. «El objetivo es que todo esto no vuelva a pasar, porque está pasando», ha dicho Lola Madariaga entre los aplausos del público.
«No vi a mi padre desde los 6 años hasta los 17 y el encuentro no fue fácil», ha recordado Lola Madariaga. «Se marchó en 1937 y pasó por varios campos por como los de Dachau y Mauthausen», ha añadido, para explicar que su aita escribió sus vivencias en un diario que Lola ha mostrado entre sus manos. El paso del tiempo no ha eliminado la tinta de esos papeles. «Hay que enseñar a los jóvenes lo que ha pasado porque años atrás no se podía hablar de nada y a mi padre nadie le reconoció lo sufrido», ha subrayado. «Puedo perdonar, pero no puedo olvidar. Dejaban (los nazis) un vagon cerrado lleno de gente para que muriesen de hambre», ha leído Lola de las palabras en el diario de su padre.
A su lado los Azurza, que han relatado como Eugenio murió en Mauthausen. «Se metió en el grupo de gudaris y fue encarcelado en la cárcel de Santoña», ha dicho, para seguir que «se escapó a Francia. SU mujer le vio por última vez en el 39 y en el 45 supo que había fallecido gracias a una lista de la Cruz Roja», ha contado Asun Azurza. «La amona nos contaba algunas cosas pero fue tan duro que ha habido silencio», ha itido. Para añadir, su padre Eugenio, que lo que hay que hacer es «vivir en paz y alegres».
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