Urgente Vuelca un cayuco con 180 personas en el muelle de La Restinga, en El Hierro
Javier Ordóñez mira atento las explicaciones de su madre, Ana Iríbar I. Royo

«Cuando te miro, sólo tengo que asomarme a tus ojos para ver a tu padre. Goyo está ahí»

«A Gregorio le veía una mirada de preocupación cuando te tenía en brazos y hace poco entendí que quizás pensaba: 'Igual ésta es la última vez'»

A. G. E.

Jueves, 23 de enero 2025, 09:43

A Ana Iríbar y a Gregorio Ordóñez les presentaron en la puerta de un bar en el verano del 81. Él acababa de terminar Periodismo ... en Pamplona, ella se iba a estudiar Filología a Zaragoza. «Me enamoré el día que le conocí. Recuerdo hasta la camisa que llevaba. Caí en sus redes», relata la viuda de Ordóñez.

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-¿Goyo no dejaba a nadie indiferente?

-Ana Iríbar: O lo adorabas o, por desgracia, no es que le detestasen, es que le temían. Temían esa fuerza imparable, transformadora y valiente que era Gregorio Ordóñez. Empezamos a salir a los meses porque yo me iba a estudiar a Zaragoza y fue un novio perfecto, entregado a la causa de la novia. Pasional, divertido, sorprendente. Venía a Zaragoza a vernos al piso en el que vivía con otras estudiantes y al grito de '¡Que viene Goyo!', empezaba la fiesta. El momento que estaba contigo, estaba para ti. Y te hacía sentirte única en ese momento. Esa era una cualidad que él tenía. Y yo cuando miro a Javi, solo tengo que asomarme a tus ojos para ver a tu padre. Está ahí. Goyo está ahí.

-ETA le robó tantos momentos felices junto a su padre...

-J. O.: He tenido cosas maravillosas en mi vida. Mi madre siempre se ha esforzado para que tenga un cierto apego a esta ciudad, para que siga teniendo o con mi familia. No he estado solo, pero no es lo mismo. Falta una presencia muy importante...

-A. I.: Me acuerdo que cuando te bañaba ponía el baño perdido y decía: 'Tengo que agitarle el agua para que sea valiente, para que no tenga miedo'. Le sacaba a pasear súper orgulloso. Pero yo veía a Goyo siempre una mirada de preocupación. Y hace poco, leyendo una novela de Saviano sobre el juez Falcone, me saltó una frase y dije: 'Esto es lo que pensaba Goyo: «No quiero traer huérfanos a este mundo»'. Él no hablaba de tener hijos. La que quería era yo. Y hace unos meses, leyendo esa novela, 'Los valientes están solos', dije, probablemente tu padre cuando te tenía en brazos pensaba: 'Igual esta es la última vez'. Con los años, he pensado cómo le hubiera gustado estar en la comunión, cuando aprendió a andar en bici... Ahora que ha empezado a trabajar digo: '¡Qué orgulloso se sentiría!'. Imagino a los dos en el sofá discutiendo o riéndose con alguna tontería..

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