Illarramendi

El capitán dice agur: el fin de una era

Sobre el reluciente tapete de Anoeta se cerró este mércoles una etapa en la Real Sociedad. Los compañeros de Asier Illarramendi le mantearon al cielo de Donostia, poniendo fin así a una era clave en la historia del club txuri-urdin. En esos lanzamientos al aire junto al mutrikuarra también estaban presentes de alguna manera Xabi Prieto, Mikel González, De la Bella, Mikel Labaka o David Zurutuza. Todos ellos fueron integrantes de una Real que tocó el infierno de Segunda División para hacerse más fuerte y ser ahora un club consolidado en la élite, pleno de salud en lo deportivo y en lo económico. Este miércoles comunicó su agur el último eslabón que conoció a la Real en Segunda, pero también en la Champions League hasta ser ganadora de un título tres décadas después.

Illarramendi tardó en entrar en la sala de prensa del estadio. Se sentó junto a Mikel Oyarzabal y Jokin Aperribay. Ya durante la emisión de su vídeo de despedida tuvo que agitarse la garganta consciente de que le iba a costar articular palabra. Sus propios compañeros se enteraron de la noticia la noche del martes tras ganar al Almería en el propio vestuario del Reale Arena. Sadiq se quedó anonadado, Remiro estuvo con la boca abierta más de un minuto, Zubeldia no levantaba cabeza y Zubimendi se llevó varias veces la mano a los ojos. El jefe Imanol lo supo poco antes, el domingo, tras ganar en el Camp Nou. Si bien durante sus graves lesiones ha pasado noches llorando de tristeza, ayer derrochó lágrimas de alegría consciente de haber cumplido su papel de capitán, pero también de cierta nostalgia al percatarse que en ningún sitio va a tener una familia tan real.

La despedida fue a la guipuzcoana. Sin grandes alardes, pero llena de sentimiento. El capitán tuvo que detenerse una decena de veces para continuar la rueda de prensa, sobre todo cuando habló del trabajo y esfuerzo realizado por su familia, también cuando le preguntaron los motivos de su adiós. Los últimos llantos vinieron cuando le hicieron echar la vista atrás y recordar las dos graves lesiones que no le han dejado ser un futbolista total. Al menos no durante el tiempo y forma que él quisiera.

Tanto el mutrikuarra como Jokin Aperribay hablaron de su estrecha relación, mucho más allá de capitán-presidente. En Navidad, al entender su nuevo rol, ya le dejó caer al presidente que su adiós estaba cerca. El abrazo que se dieron ambos al término de la comparecencia fue de puro sentimiento. El pequeño homenaje se trasladó entonces al césped. Compañeros, del staff, el presidente y el director de fútbol, del Consejo de istración, distintos trabajadores del club e incluso su agente, que tendrá un verano movido, le realizaron un pasillo.

El capitán lo cruzó con la Copa levantada en Sevilla y en medio de su inolvidable cántico. «Illarramendi lololo, Illarramendi lololo!». Sin darse cuenta por la emoción, pisó el escudo serigrafiado en la banda de Anoeta. «Eh!! Te puedes marchar de tu casa, pero el escudo no se toca», le gritaron varios de sus compañeros, antes de pasar a mantearle en un momento emotivo a la par de feliz. Ese niño que ingresó en Zubieta con once años y cumplió su sueño se despedirá el próximo domingo en ese mismo escenario. Arropado por su gente, por aquella a la que ha representado de una forma formidable. Illarramendi se marcha y la Real cierra una etapa. Deja el club en lo más alto.

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