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No había otro tema de conversación en Donostia. Trabajadores, vecinos, abuelos paseando a niños, turistas... Todos sentían la imperiosa necesidad de hacer la misma pregunta: «¿Alguien sabe qué es lo que ha pasado?». Pasada la una del mediodía, el denominador común en todos los corrillos que se formaban para hablar de este gran apagón era el mismo: el desconocimiento. Nadie tenía certezas. Comprando, esperando al médico, aguardando el tren, en la recepción de un hotel, dentro del coche, en un bar, viendo la televisión... La interrupción del servicio eléctrico cogió por sorpresa a miles de personas en la capital, donde durante cerca de una hora circular con el coche, la moto o la bicicleta por zonas como Gros, Amara, Egia o el Centro fue una actividad arriesgada porque la gran mayoría de los semáforos se quedaron inoperativos.
El caos del tráfico, unido a la ya de por sí complicada situación viaria en el Centro de San Sebastián por las obras del Metro, hizo que algunos conductores desempolvaran los conocimientos adquiridos en la autoescuela. «Si el semáforo no funciona, hay que verlo como una señal de 'Stop'», apuntaba con acierto el conductor de un vehículo de reparto en la calle Urbieta, una de las arterias con más confluencia de vehículos de la ciudad, especialmente a una hora punta como el mediodía de un lunes.
Martin Ibabe
Concejal de Seguridad
«Una de nuestras grandes prioridades ha sido garantizar la correcta movilidad dentro de la ciudad», indicaba por su parte Martín Ibabe, concejal de Seguridad del Ayuntamiento de San Sebastián. Desde el consistorio donostiarra se puso especial énfasis «en las carreteras que llevaban a los centros hospitalarios y en los viales». El Ayuntamiento organizó con prontitud a un gran número de agentes de movilidad para que organizaran el tráfico, especialmente en intersecciones complejas como las de la calle San Martín en dirección a Gros. También se informó de que los bomberos hicieron quince intervenciones para sacar a personas que se habían quedado atrapadas en ascensores.
Los problemas de movilidad se trasladaron también al transporte público, donde hubo importantes afecciones, sobre todo en el servicio ferroviario de Cercanías, que estuvo detenido desde las 12.30 horas hasta el cierre de esta edición, provocando que miles de viajeros tuvieran que buscar modos alternativos para desplazarse.
«Excuse me, excuse me!», espetaba una mujer de aspecto anglosajón a un agente municipal en la céntrica calle de Okendo. «What's going on?», le preguntaba con curiosidad, mientras que el grupo de turistas que le acompañaban mostraban mucho interés en la respuesta del policía, que fue muy escueta: «Sorry, I don't know». Tenía cara de estar apurado, no era para menos. Las mujeres, un grupo de jubiladas procedente de Estados Unidos, dieron por válida la contestación del oficial y continuaron su ruta. «Ahora nos vamos de pintxos», apuntaba el hombre que hacía para ellas de guía turístico.
Fidel Jiménez
Pastelería Aramendia
Mientras tanto, las teorías a pie de calle en Donostia para explicar lo sucedido eran cada una más disparatada que la anterior. Desde un ataque ruso auspiciado por Vladimir Putin, hasta una acción diseñada por fuerzas extraterrestres, pasando por una estrategia de la Unión Europea para asustar a la ciudadanía con el fin de justificar el gasto en defensa y llegando incluso a culpar a las obras del edificio GOe del Basque Culinary en el barrio de Gros, como pregonaba a gritos una mujer al mediodía en la avenida de Navarra, llamando la atención de los transeúntes. Todo habladurías, claro. Hipótesis sin fundamento alguno que, eso sí, sirvieron para que las conversaciones entre los muchos curiosos que recorrían las calles de Donostia fueran más entretenidas.
Menos tiempo para fábulas y bulos tuvieron algunas familias que, fruto del nerviosismo y la incertidumbre que provocó el apagón, decidieron recoger antes de tiempo a sus niños pequeños en la haurreskola pública adyacente a la calle Urbieta. Una de las madres que lleva allí a su criatura señalaba que «las tutoras me han dicho que han venido algunos padres un poco asustados a llevarse a los txikis». En el Hotel Ilunion de la avenida Zumalakarregi, en el Antiguo, no cundió el pánico «porque estamos preparados para este tipo de situaciones», explicaba en la recepción Fani Rodríguez, una de las encargadas del establecimiento. «Los 'check out' ya estaban hechos y los 'check in' los hemos hecho a mano», agregaba. «Tampoco ha habido problemas con las puertas porque van con una batería externa», se felicitaba, «y si alguien se hubiera quedado encerrado, tenemos la llave maestra».
En las inmediaciones de la plaza Gipuzkoa Fidel Jiménez y su hija se afanaban en atender a los muchos clientes que se acercaban a la pastelería de la firma Aramendia «una vez superado el susto», itía el hombre. De pronto, realizaron un viaje al pasado varias décadas atrás «y empezamos a trabajar a la antigua usanza. Todos los cobros que hemos realizado los hemos apuntado con detalle a mano. El bolígrafo y el papel son imprescindibles, nunca pueden faltar», subrayaba Jiménez.
Luixa Uzkudun, de la heladería Mahala Geuria del Boulevard, comentaba qué «han sido minutos de confusión y nervios, no sabíamos qué estaba pasando. La pena es que nosotros tenemos muchos helados y se han derretido y... En fin, ha sido todo muy complicado y el panorama estaba empezando a ser desagradable». Al igual que en otros muchos negocios, tuvieron que hacer las cuentas «a mano, como se hacía antes. Calculadora, bolígrafo y papel y a seguir funcionando».
Las pérdidas económicas ocasionadas por este gran apagón «no las podemos calcular aún... Pero sí intuímos que nos vamos a llevar un golpe importante», señalaba con resignación mientras atendía a un grupo de turistas que se iban a llevar comida precocinada, otro de los productos que ofrece la tienda. Ahora, les toca hablar con la aseguradora. «Veremos cómo van las conversaciones con el tema del seguro, nunca nos hemos enfrentado a una situación como esta», resumía.
Lorena García
Cafetería Oquendo
Lorena García es la encargada de la cafetería Oquendo, conocida por sus paredes llenas de fotos con los mejores actores del mundo. «Lo primero que hemos pensado era que había sido cosa nuestra», comentaba, «pero después hemos salido a la calle y ya nos hemos dado cuenta de que algo gordo estaba pasando». Los clientes fueron muy comprensivos «y no les importó que no les pudiéramos dar algunas cosas de la carta, porque teníamos imposible preparar algunos platos», subrayaba. «Había luces que se han apagado, otras no, hemos estado sin extractor, la cafetera finalmente ha funcionado... Ha sido todo un poco caótico», resumía.
La falta de certezas se prolongó durante todo el día, aunque por lo menos sí que hubo algunas pequeñas alegrías. Para muestra, la atronadora ovación que se escuchó en Reyes Católicos, en las inmediaciones del Buen Pastor, cuando se restableció el servicio eléctrico a las 14.00 horas. Después de la tormenta, siempre llega la calma.
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