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Son muchas las veces en las que, desde el púlpito, el obispo Juan Antonio Reig Pla ha levantado ampollas. Seguro que, entre el chisporroteo de ... los cirios y el aire embalsamado de incienso de la iglesia, el prelado ha provocado murmullos de asentimiento entre sus fieles, pero fuera de las cuatro paredes del templo, las homilías de este prelado ultraconservador han concitado controversias y crispación. Durante los 13 años en que ha permanecido al frente de la diócesis de Alcalá de Henares, de la que es ahora obispo emérito, ha soliviantado a homosexuales, parejas de hecho, transexuales, familias que han recurrido a la fecundación in vitro, divorciados, feministas o padres que optan por la alternativa a la asignatura de religión. La lista de ofendidos por el obispo es larga, una lista a la que se añaden ahora los discapacitados, fruto de la «herencia del pecado» y del «desorden de la naturaleza».
Aunque Reig Pla dijo que en su homilía no anidaba ánimo ofensivo, lo cierto es que sus palabras han herido la sensibilidad de muchos, ante lo cual la propia Conferencia Episcopal Española (CEE), sin citar expresamente al obispo, se ha visto obligada a defender su compromiso con las personas con discapacidad. La reacción, en todo caso, llegó tarde y mal, cuando ya el Gobierno ha denunciado ante la Fiscalía el pronunciamiento del prelado, al entender que sus declaraciones son susceptibles de incurrir en un delito de odio. Además, el Ministerio de Derechos Sociales ha enviado una queja al Defensor del Pueblo.
Las oniciones del clérigo, casi siempre relacionadas con una interpretación muy estricta de la moral, retumban más allá de los muros de la catedral. Pese a su verbo violento, el clérigo es un hombre que combina la simpatía de trato por fuera con convicciones retrógradas por dentro. Hace tiempo que sus prédicas dejaron de sentar cátedra, concretamente desde que se jubiló en 2022, cuando el entonces papa Francisco aceptó 'ipso facto' la renuncia de Reig Pla dos meses después de cumplir los 75 años, una señal que habla implícitamente de las discrepancias que tenía el pontífice argentino con Reig Pla. A la vista de que el cese es aceptado en ocasiones bien cumplidos los 80 años, el gesto de Jorge Mario Bergoglio se interpretó como una expresión del hartazgo del Vaticano con el obispo. Roma ni siquiera esperó a elegir a un sucesor y nombró al obispo auxiliar como apostólico, una especie de pastor de transición.
Son muchas las agrias reconvenciones del mitrado, nacido hace 77 años en Cocentaina (Alicante). De maneras amables, no es el típico cura trabucaire de escasa finura intelectual. Todo lo contrario. Reig Pla ha estudiado en las mejores universidades de la Iglesia, como la Pontificia de Salamanca o la Lateranense de Roma, donde obtuvo el doctorado en Teología Moral. Sus reflexiones eclesiológicas ocupan tres tomos, y algunas de ellas han causado indignación entre gais y lesbianas. No en balde, el obispo es un convencido de la eficacia de las terapias para 'curar' la homosexualidad y ha sido el muñidor en la sombra de algunas operaciones a favor del Yunque, una organización ultracatólica y antiliberal de origen mexicano. Eso es, al menos, lo que aseguran algunos hombres de Iglesia que no le tienen demasiado aprecio.
Pero, ¿qué tiene este hombre para enfadar tanto y con tal intensidad? Lo que piensa Reig Pla lo comparten otros compañeros de episcopado, aunque el protagonista gasta en el púlpito un lenguaje de brocha gorda. Sus invectivas han sido especialmente ríspidas contra los gais, como cuando aseguró: «Piensan desde niños que tienen atracción hacia personas de su mismo sexo y, a veces, para comprobarlo, se corrompen y se prostituyen o van a clubes de hombres nocturnos. Os aseguro que encuentran el infierno».
Durante los 26 años de labor episcopal en las diócesis de Segorbe-Castellón (1996-2005), Cartagena (2005-2009) y Alcalá de Henares (2009-2022), ha sobresalido como ariete contra los gobiernos de izquierda y algunas de sus iniciativas e ideas, como las leyes de memoria histórica, la ideología de género o su animadversión por el uso de anticonceptivos, lo que lo coloca en el ala más tradicionalista de la Iglesia católica española, entre cuyas filas se hallan los obispos Jesús Sanz, José Ignacio Munilla o Demetrio Fernández.
Aparte de apoyar el trabajo de los benedictinos en el Valle de los Caídos, ofició una misa en Paracuellos del Jarama con una bandera preconstitucional al fondo, lo que le valió las críticas del PSOE por participar en un acto de «exaltación franquista». Ha protagonizado sonadas polémicas cuando comparó la práctica del aborto con los «trenes de Auschwitz» y el Holocausto. En su celo inquisidor, cree que el PP está penetrado ideológicamente por el «feminismo radical», al tiempo que ve a la mayoría de las fuerzas políticas y sindicatos dominadas por el «lobby LGTBI».
A diferencia del Papa Francisco, reticente a que los fieles besaran su anillo, Reig Pla gustaba de este tratamiento protocolario. Afín al expresidente de la Conferencia Episcopal Antonio María Rouco Varela, , Reig Pla piensa como el cardenal gallego que la identidad histórica de España está ligada al catolicismo. Ni que decir tiene que comulga más con el magisterio tradicional de los pontífices Juan Pablo II y Benedicto XVI que con el de Francisco.
Premiado por HazteOír en 2012 por su «defensa de la dignidad humana», organizó las llamadas misas de Colón contra el matrimonio homosexual o la materia de Educación para la Ciudadanía.
«Más allá del marxismo o del liberalismo, de la ideología de género y sus consecuencias, la lucha se articula como una guerra desarrollada por los poderosos contra los débiles», argumentó entonces el prelado, quien acusó al Gobierno de Sánchez de «convertir a España en un campo de exterminio» con la aprobación de la ley de eutanasia.
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