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«Cuando bailo, mi timidez se va y me invade la felicidad; soy libre»A primera vista, Urtzi Arsuaga (Ibarra, 2009) puede parecer un joven con la timidez propia de su edad. Sin embargo, cuando suena la música ... se transforma. Su expresión cambia y se vuelve feliz, libre. Es lo que el director de la TanZ Zurich Dance Academy, Jason Beechey, vio en él durante una masterclass hace año y medio en Biarritz, y lo que le ha llevado a ser becado en esta prestigiosa academia de Suiza, asociada a la Prix de Lausanne y la Youth America Grand Prix, de los concursos más potentes para jóvenes bailarines. Quién le diría a ese niño de 8 años que daba una segunda oportunidad al ballet clásico que terminaría cursando, desde agosto de 2024 y durante tres años, la carrera para convertirse baletista o bailarín profesional. Por el momento, la experiencia está siendo muy enriquecedora, comenta, aunque también exigente al compaginarlo con sus estudios de Secundaria de forma online. Su objetivo tras graduarse es ingresar en una compañía fuera del estado que le permita vivir de su pasión, aunque todavía siente que necesita ser más versátil, ganar experiencia en los diferentes estilos, para decantarse por un nombre.
Enamorado del ballet clásico y cada vez más ducho en el contemporáneo, no es baladí que la influencia del hogar haya atraído al joven, pues su madre es la directora del taller de danza de Tolosa, Katixa Perea. Sin embargo, como asegura, todo se debe al mimo con el que se trata a la danza en su familia, algo que considera debería ampliarse a la sociedad.
–A los 8 años dio una segunda oportunidad al ballet clásico, y desde entonces se ha convertido en algo más que una pasión. ¿Se esperaba llegar a una academia internacional como la de Zúrich?
–Ni en mis mejores sueños pensaba que pudiera entrar en una escuela tan prestigiosa como es la TanZ Zurich Dance Academy. He mamado la danza siempre como algo natural en casa, y empecé sin ningún objetivo. A medida que he ido creciendo me he dado cuenta que quería ser bailarín, y sabía que tarde o temprano tendría que salir fuera, pero no me imaginaba para nada que fuera antes de que acabara la ESO y en esta tan buena escuela.
–¿Cómo llegó a obtener esta beca para formarse en Suiza?
–Fue una sorpresa, hace dos veranos. En Biarritz se organiza cada verano un curso al que asisten prestigiosos profesores a nivel internacional, y también vienen alumnos de todas partes, hasta de la Ópera de París. Tomando clase con Jason Beechey, me dio una beca de corto tiempo para conocer durante una semana una escuela en Alemania, en la que él era director, y por otra en Zúrich, la cual iba a dirigir el próximo curso. Fui con la mentalidad de que iba a ser una experiencia enriquecedora y nada más, pero la sorpresa fue cuando me dijeron que sería aceptado en Zúrich. Es muy difícil entrar en esta academia. Estaban haciendo una evaluación en secreto sin que lo supiera. Soy muy afortunado de estar dentro de ella, y estoy muy agradecido.
–El director confió en usted y en sus cualidades, pero también vio lo que transmite en cada movimiento. ¿Qué le aporta el ballet?
–Soy muy tímido y me cuesta expresarme mucho con las personas, pero cuando bailo, incluso cuando empiezo a calentar, siento que esa timidez o mis complejos se van por completo y sale el verdadero Urtzi. Mi mente cambia de chip y me invade una sensación de felicidad y libertad que es increíble, y creo que el director me vio muy suelto en ese aspecto. Uno de mis puntos fuertes en la danza es la expresión. Cuando bailo soy completamente diferente, me siento libre.
–Lleva varios meses estudiando en la Academia de Danza de Zúrich. ¿La experiencia está siendo grata? ¿Es una formación exigente?
–Estoy muy feliz, me enorgullece estar en una academia de tanto nombre. Creo que he hecho un progreso inmenso en solo unos meses. En cuanto a la exigencia, es muy duro física y mentalmente, los profesores intentan buscar la máxima versión de cada uno de los estudiantes. Aprietan mucho, hay mucha presión. Son muy exigentes, no nos pasan ni una; tenemos que darnos cuenta de hasta las pestañas. Pero tengo claro que es donde quiero estar.
–¿Ha madurado como bailarín en este tiempo? ¿Qué le ha aportado hasta ahora esta estancia?
–No solo como bailarín, creo que en general he madurado en todo. Como adolescente de 15 años me está tocando desenvolverme solo: pagar facturas, ir al médico solo, limpiar todo el piso de la residencia... Alguien que viva en Tolosa con sus padres dudo que lo haga. Y en la danza creo que, cuanto más sé, más me doy cuenta de lo que me queda por aprender. Además, esta experiencia me está aportando muchas buenas amistades. Es increíble tener amigos de todas las nacionalidades, y es muy enriquecedor. Cada uno tiene su cultura, su personalidad diferente; hago piña con ellos para que la estancia sea muchísimo más llevadera y se aleje de la competitividad de otros, que amargan la estancia.
–¿Cómo es su día a día?
–Cada día es diferente, aunque los jueves son los más completos. Me levanto a las 06.45 para estar a las 08.15 en la academia. Desayuno, me preparo y cogemos el tranvía todos los alumnos. Los días siempre comienzan con clases teóricas, como Historia de la Danza. Tras esa hora de la asignatura, calentamos y tenemos clase de Acondicionamiento Físico; ejercicios específicos para mejorar la fuerza. Después, ballet durante dos horas, trabajando la técnica de varones. Y una vez hemos comido y descansado por una hora, clase de paso dos, con las chicas, y contemporáneo. Cuando tenemos algún evento por delante, con alguna función, hacemos ensayos que son bastante largos. La mayoría terminamos las horas lectivas a las 19.00, tras la clase de inglés. Luego cenamos, me ducho y hago los deberes de cuarto de ESO que estoy sacando online. Se me hace bastante duro compaginar las clases de ballet con mis estudios de Secundaria, pero lo voy sacando. Sobre las 22.00 me acuesto, tras hacer una videollamada con mis padres para contarles el día.
–¿Qué consejos ha recibido de parte de su madre para vivir esta experiencia? Teniendo en cuenta que ella también se fue muy joven a Madrid a estudiar la carrera de danza...
–Me ha dado muchísimos, está siendo un gran apoyo. A veces me ve inseguro de mí, de mi mente; me recuerda que merezco estar ahí y que no es casualidad que esté en esta academia. Me dice que trabaje mucho, que el talento sin esfuerzo no es nada, y que cuide la alimentación, el descanso, me rodee de buena gente y que si el profesor está siendo duro conmigo, no me lo tome a personal porque simplemente quiere sacar lo mejor de mí.
–¿Qué espera lograr tras graduarte?
–Espero entrar en una buena compañía, tener un buen trabajo. No te podría decir nombres, todavía me estoy definiendo como bailarín, en los diferentes estilos. Después de graduarme tendría más claro en qué compañías estaría mejor integrado. Eso sí, me gustaría estar en alguna internacional, por la estabilidad del trabajo. En España el ballet no está tan reconocido, aunque si en un futuro surge alguna compañía potente, me lo plantearía.
–¿Siempre quiso bailar ballet clásico?
–Sí, es mi pasión, por su música, el piano, las líneas, los cuerpos, la figura del bailarín perfecto... Pero sé que en la actualidad son pocas las compañías que están haciendo solo ballet clásico o puro ballet clásico. Me estoy dando cuenta de que tengo que ser mucho más versátil, y ito que le voy cogiendo el gusto al contemporáneo, sobre todo al estilo Graham por ser similar al ballet clásico en algunos aspectos.
–No es una disciplina artística en la que haya muchos hombres. Es más, está llena de prejuicios y falsas percepciones.
–Aquí se ven muchos menos chicos bailando que chicas, y creo que en otros países esa media está mucho más equilibrada, porque hay otra cultura. He tenido suerte de nacer en una familia donde conocen y apoyan la danza, pero veo que otra gente no ha tenido esa misma suerte. Por estos motivos, se siguen oyendo comentarios desafortunados e inciertos. Los chicos no usamos tutú ni puntas. Es feo decirlo, pero hay mucha ignorancia. Me ha tocado escuchar comentarios de personas que dicen no haber visto un ballet en su vida. Por eso me gusta cómo la ciudad de Zúrich apoya la cultura, la danza; las gradas están llenas de vecinos, no con nuestros familiares, y vienen solo a disfrutar y aplaudir lo que hacemos en nuestros eventos. Aquí dudo mucho que suceda lo mismo, y no he escuchado esos comentarios en ningún momento de mi estancia en Suiza.
–¿Se animaría a abrir una academia o ser profesor tras cumplir su carrera como profesional de la danza?
–Ojalá se diera esa oportunidad porque es muy difícil abrir una academia aquí o o tener muchos alumnos. Por eso también creo que hay que hacer más por fomentar la danza. Si viera que la situación ha mejorado, ¿por qué no?
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