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La cola alargada, retorcida, culebreante para ver 'Eleanor the Great' de Scarlet Johansson, apoyada en su debut como realizadora por gentes tan del buen cine ... como la espléndida directora de fotografía Hélène Louvart, cuya cámara resulta imprescindible para cineastas de fuerza tan rampante como Alice Rohrwacher o Jaime Rosales, ascendía y descendía por las escaleras del complejo cinematográfico Cineum, situado en el barrio costero, provenzal y discretamente turístico de Cannes La Bocca, a unos 23 minutos de distancia en bus del Gran Cannes, la alfombra roja y los Alpes Marítimos.
Se cimbreaba la fila inmensa y escapaba por las puertas, deslizándose hacia el llamado Paseo de Lino Ventura, sentido homenaje al tremendo actor de filmes tan míticos como 'El ejército de las sombras' o 'El clan de los sicilianos'. Se rompían los grupos ansiosos, desparramándose por el campus universitario Georges Méliès, el mago que transformó el cine en fantasía.
Llegaban los autobuses llenos de hermosos muchachos con las uñas pintadas y los ojos dibujados con kohl. Todos querían ver la película de esa actriz grande cuya familia materna fue diezmada en el gueto de Varsovia. Todavía ignorábamos que 'Eleanor The Great' no es ni atrevida ni rompedora sino deliciosa y cuidadosamente meliflua.
No importó demasiado. Al fin y al cabo, fuera soplaba el mistral, ese viento mediterráneo que, como la tramontana, enloquece a quien bajo su influjo queda y, atrapado, empieza a soñar películas de sutil ferocidad. Como ese 'Sentimental Value' de Joachim Trier el autor de 'La peor persona del mundo' u 'Oslo 31 de agosto'. Poderosísima en su dolor reconcentrado, habitada por seres que conviven con fantasmas que hacen daño generación tras generación, la salva de aplausos con la que fue festejada al finalizar, salva de acuciante fuerza, hizo tambalear al instante muchas quinielas y pronósticos para los premios.
Seguía soplando el mistral cuando, protegido por Albert Serra, el Albert Serra de 'Tardes de soledad', que ha sido uno de los productores, Lav Diaz, el creador filipino capaz de, con artes excelsamente monstruosas, encerrar, felices a sus seguidores en películas que duran diez horas, presentó su 'Magellan', apasionante, sereno, melancólico y feroz fresco de la aventura malhadada del navegante Magallanes, narrada en cuadros vivientes de portentosa y endiablada maestría fílmica, etnográfica e histórica . El mar. La selva. Los muertos. Los espíritus. Las traiciones.
A unos kilómetros de Cannes, en otra nación ya, el Gran Premio de F1 de Mónaco empieza a rugir. Pero aquí, cerca del Ayuntamiento de esta ciudad que vive para, por y de los festivales, los congresos y el turismo, se vislumbra aún otra gran cola. El domingo,3000 ciudadanos ocuparán el Grand Auditorium Lumière. Por gentileza del Festival International du Film, tras arduas y largas gestiones y negociaciones a muy alto nivel institucional, contemplarán la película premiada con la Palma. La cola, zarandeada por el mistral, llegaba hasta el viejo puerto donde los pescadores protestan por el fin de la pesca al viejo estilo debido a las normas europeas.
Todo pasa en Cannes donde de 'Romería' de Carla Simón han dicho que tiene dentro uno de los máximos poderes del cine, el de resucitar a los muertos.
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