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Urgente X sufre una caída a nivel mundial este sábado
Uno de los grupos que tocó en la noche de ayer en el hipódromo.

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Uno de los grupos que tocó en la noche de ayer en el hipódromo. PEDRO MARTÍNEZ

Festival de heterodoxia en el hipódromo

Cerca de 7.000 personas disfrutaron de la variada jornada inaugural del Donostia Festibala. El Niño de Elche descolocó en un marciano arranque en el que hubo rock, reggaeton, pop y ritmos urbanos

Juan G. Andrés

Sábado, 15 de septiembre 2018, 00:03

Donostia Festibala inauguró su octava edición con una variadísima oferta de conciertos celebrados bajo un cielo amenazante que, por fortuna, no terminó de soltar lastre sobre las cerca de 7.000 personas reunidas. En el recuerdo pesaban las lluvias del pasado año y el lodazal en el que se convirtió la pelouse del hipódromo, que se mantuvo seca durante toda la tarde. Además, como era de esperar, en la primera jornada hubo mayoría de público joven atraído por los ritmos urbanos de Kase. O y C. Tangana, que comparecieron fuera del horario de cierre de esta edición.

Sin embargo, y dado que los cabezas de cartel no actuaban hasta bien entrada la noche, a los chavales les costó acercarse a Lasarte-Oria. Eso sí, cuando lo hicieron, el hipódromo presentó, a menor escala, un aspecto semejante al de los otros festivales organizados por Last Tour, responsable del Azkena Rock de Vitoria y del Bilbao BBK Live. El hecho de que la promotora vizcaína haya ganado peso en la producción frente a sus socios guipuzcoanos de Ginmúsica se tradujo en una mejor organización de los escenarios, las barras, los servicios, la seguridad o la movilidad. Además, la puntualidad fue la nota dominante en todas las funciones.

Los asistentes trataban de familiarizarse con el espacio cuando el garaje-rock destartalado de Albert Cavalier asomó en la carpa, mucho más amplia que la del año pasado. El trío, que ya actuó en su día en el parque de atracciones de Igeldo, sustituyó a última hora a otra banda donostiarra, Frank, y demostró moverse cada vez mejor entre diferentes estilos: parecen más jugones con los pedales y han incorporado a su repertorio desarrollos psicodélicos e incluso algún tema de onda post-punk. Su actuación, demasiado corta, terminó con la alucinógena 'Wasted & Stoned'.

El público joven tardó en llegar al recinto a la espera de los conciertos de Kase. O y C. Tangana

Luego tocaron, también a cubierto, un par de dúos. Llegados del Ampurdán, Cala Vento reunieron a una pequeña legión de cantarines seguidores que vibraron con el casi siempre atractivo formato de guitarra y batería, tocadas ambas con absoluta visceralidad. Resultó difícil etiquetar su pop, robusto y emocional, con envoltorio rockero y post-hardcore, letras contundentes y voces compenetradísimas. La carpa se vino arriba, y eso que aún faltaban por llegar Mueveloreina, que atrajeron al mayor núcleo de jóvenes hasta el momento con su mezcolanza de trap, cumbia y reggaetón contenida en EPs y temas como 'Traspsodia en tu culo', 'Paradiso', 'Sólo vine a bailar' o 'Never Mind The Borbons': graves desaforados y perreo cinco estrellas de la mano de la valenciana Karma Cereza y el uruguayo Joaco J. Fox.

Americana y nuevo flamenco

El escenario Keler, el de mayor tamaño, lo inauguraron los guipuzcoanos The Young Wait, combo con gentes de otros proyectos unidos por un rock clásico de raíz americana -hola, Tom Petty, Wilco, Jayhawks y Cracker- perfectamente ejecutado: su líder, Fer García, anunció nuevo disco para el año que viene y desveló algunos temas como 'New Born', dedicado a su hijo de dos años presente entre un público en constante aumento.

En el mismo lugar cantó al anochecer Niño de Elche, a quien hemos visto antes en garitos como el Dabadaba pero cuya proyección, cada vez mayor, le ha conducido a tablaos más amplios. Su actitud artística le ha valido sobrenombres como el de «dinamitero» del flamenco y lo cierto es que el valenciano hace exactamente lo que le sale de la peineta. Comenzó el set en formato más o menos clásico, trajeado, sentado en la típica silla flamenca y acompañado por un guitarrista con el que entonó una farruca en catalán «para rebajar tensiones». Se les sumó una pianista y encadenaron varias piezas: un tango con hechuras de copla que interpretó con ademanes de folklórica, una canción populista en clave de «cansautor», un pasodoble con castañuelas y una rumba atómica que sirvió de transición.

Imagen principal - Festival de heterodoxia en el hipódromo
Imagen secundaria 1 - Festival de heterodoxia en el hipódromo
Imagen secundaria 2 - Festival de heterodoxia en el hipódromo

Pero Francisco Contreras, nombre que figura en su DNI, se quitó la chaqueta y la camisa para dejar al descubierto una camiseta con el lema «Loca del coño» y cambiar radicalmente de tercio: lo que vino después fue una auténtica locura neoflamenca con trazas de rave desbocada, tan marciana como el feto de alienígena que presidía el escenario: las bases programadas, los samples, los giros velvetianos y el vocoder se aliaron en una bailonga intepretación que descolocó al público, a algunos para mal y a muchos para bien. El colmo de la heterodoxia terminó con El Niño aullando con el micro metido en la boca, una imagen que ilustró a las claras la actitud de un artista desafiante con ganas de comerse el mundo.

Chez Dabadaba

En el tercer escenario ubicado tras gradas del hipódromo, las gentes del Dabadaba tuvieron carta blanca para programar. Suya fue la responsabilidad de traer a Lester y Eliza, cuarteto bilbaíno de pop que en su rebuscado nombre alude a dos personajes de un capítulo de 'Los Simpsons' que guardaban un siniestro parecido a Bart y Lisa. La líder, con un hermoso timbre de voz que recordaba a la cantante de Jefferson Airplane, confesó que éste era su primer festival «de verdad»: no cabe duda de que en el futuro vendrán muchos más.

Por otro lado, Javier Carrasco, integrante de Templeton y Rusos Blancos, visitó el hipódromo con su proyecto personal, Betacam, y ejecutó su arte auxiliado por sintetizadores, samples y cajas de ritmo. El cántabro actuó acompañado por un pinche -«Somos como Supertramp», bromeó- con quien le dio al synth-pop, al techno y a otros géneros ochenteros de inspiración kitsch.

Antes de la aparición de los DJs en chez Dabadaba, Urko Eizmendi demostró por qué Pet Fennec es uno de los grupos más especiales de la escena donostiarra. También él tiene experiencia en el festival y desde su regreso de Londres, ha actuado varias veces en la ciudad, siempre causando las mismas buenas sensaciones a base de melodías tan hermosas como pegadizas. Fue la última actuación que catamos ayer antes de que estas páginas salieran volando camino de la rotativa.

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