
Risas y lágrimas por gestación subrogada
LA FILA DE LOS MANCOS ·
No hay nada más conmovedor que una película basada en hechos reales. Más incluso que los propios hechos realesSecciones
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LA FILA DE LOS MANCOS ·
No hay nada más conmovedor que una película basada en hechos reales. Más incluso que los propios hechos reales
En el Festival, las proyecciones de cine tienen también algo de teatro. Las carcajadas que se escuchan en el patio de butacas durante algunas proyecciones, ... por ejemplo, no existen en la vida real porque ni los bucaneros ríen de forma tan estentórea. El espectador sobreactúa. Si estoy a veinte filas de ti y oigo tus carcajadas como si te tuviera al lado, recelo. Como también recelo con los 'pavlovianos' estallidos de aplausos en escenas de discursos concebidas para la emocionada adhesión: digamos el de Kevin Costner en 'JFK: caso abierto', digamos el de Ricardo Darín en 'Argentina 1985'. Sin más motivo que la vaga intuición, a veces me pregunto qué cosas estarían dispuestos a tolerar en la vida real quienes tan efusivamente muestran en público que están del lado de lo bueno y lo justo.
Hay gente a la que su vecino le dice: «Padezco una enfermedad terminal» y tras las palabras de consuelo de rigor, ni se inmuta. Ahora, si hacen una película o una serie sobre la agonía del vecino se infla a llorar y, lo que es peor, a contarle a todo el mundo cuánto ha llorado. No se sabe si hemos mutado como especie o si siempre fuimos así, pero nos conmueve infinitamente más la dramatización ficcionada del pasado que la información en tiempo real. Pasó con 'Maixabel', pasa con 'Argentina 1985' y unos juicios que no sé yo si se siguieron mucho aquí cuando se celebraron, y pasará con las futuras historias de una guerra de Ucrania de la que ahora mismo ya estamos un tanto fatigados. No está claro si las vicisitudes de la COPEL que cuenta 'Modelo 77' interesaron mucho en su momento, como no lo está que la situación actual en las cárceles interese a una ciudadanía que tiende a pedir siempre «más mano dura» y «condenas más largas» para todo en general.
En 'Un año, una noche', Isaki Lacuesta adapta a su manera la novela 'Paz, amor y death metal' que Ramón González escribió tras sobrevivir a la matanza de la sala Bataclan. A partir del atentado, el realizador muestra la minuciosa carcoma que devora el amor de la pareja protagonista hasta su estrepitoso desmoronamiento. Digamos que el atentado continúa haciendo su trabajo por otros medios, en este caso, como un voraz roedor. Lacuesta no se deja nada en el tintero en materia de estrés postraumático: sentimiento de culpabilidad, extrañamiento del otro, búsqueda de una explicación, incomunicación y bipolaridad. Quizás sea ésta su peli más redonda, aunque resultaría calificarla de «la más accesible para todos los públicos» porque parece que hay un público 'de iniciados' y otro, más tosco en lo cinematográfico. Mis dudas no giran en torno a la existencia del segundo grupo, sino a la del primero.
'Sparta', del austríaco Ulrich Seidl, llegó a la competición de la Sección Oficial envuelta en la polémica de las acusaciones de prensa y la cancelación de Toronto. En pantalla no hay ni la más mínima escena censurable; en el rodaje sólo los que allí estuvieron saben lo que pasó; y en los juzgados, no consta denuncia alguna contra el director. Por lo demás, la película es magnífica, así que cualquiera se preguntará con todas las cautelas si en Toronto han hecho el canelo. En cuanto a la trama, uno no dejaría a sus hijos con el personaje protagonista, pero de ningún modo los dejaría tampoco con sus antagonistas: los propios padres de los niños.
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