Después de cada guerra, el Tour se refugia en Bretaña
TOUR DE FRANCIA ·
Una llegada explosiva marca el inicio de la 108ª edición de la Grande Boucle, con Pogacar de favorito y colosos como el Ventoux y el TourmaletSecciones
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TOUR DE FRANCIA ·
Una llegada explosiva marca el inicio de la 108ª edición de la Grande Boucle, con Pogacar de favorito y colosos como el Ventoux y el TourmaletHace un año, cuando todo se hundía, el director general del Tour de Francia, Christian Prudhomme, descolgó el teléfono. Necesitaba un salvavidas. ... Con la Eurocopa aplazada, Copenhague le comunicaba que no podría organizar la salida de 2021. Marcó el número de Loïg Chesnais-Girard, el gobernador de Bretaña, y le preguntó si estaría dispuesto a hacerse cargo. En 24 horas, el político devolvió la llamada: ya había cerrado el compromiso de los cuatro departamentos bretones y del Ayuntamiento de Brest. La respuesta no sorprendió a Prudhomme: «Si hubiéramos necesitado organizar diez etapas, Bretaña lo habría hecho».
La 108ª edición del Tour parte hoy de Brest. Es la séptima vez que la Grande Boucle sale de Bretaña y no es extraño, ya que es el corazón del ciclismo francés, cuna de campeones, de equipos, estructuras y afición. Tierra de marcada identidad, el ciclismo es religión, como en Euskadi y en Flandes. Vuelve el Tour a sus fechas tradicionales y la pasión y la respuesta masiva del público está garantizada en las enrevesadas, duras y exigentes rutas del Finisterre. Las banderas bretonas (gwen ha dû) acompañarán a los ciclistas durante las cuatro primeras etapas, que recorrerán los confines de un país que rinde pleitesía al esfuerzo, forjado en la violencia del mar y la dureza de la tierra. Ayer, en la jornada de entrenamiento previa a la carrera, Bretaña obsequió a los ciclistas con una ración de lluvia y frío.
Al responder a Prudhomme que organizarían el Tour de este año, Chesnais-Girard le explicó que «Bretaña es una tierra de competición, con sentido del compromiso. Tras la guerra, los hombres y mujeres salieron de la miseria con la fuerza de sus brazos y la bici representa bien eso, la fuerza, el trabajo, la abnegación y la capacidad de superación. Esto es lo que explica la obsesión de los bretones con el ciclismo».
Así que nada más natural que el Tour del resurgimiento tras la II Guerra Mundial, el de 1947, en una Europa en ruinas, lo ganase un bretón, Jean Robic. Y que lo ganase el último día, gracias a una escapada en solitario hasta el Parque de los Príncipes, sin haber vestido ni un solo día el maillot amarillo. Tras ganar, Robic dijo a los periodistas parisinos que «los verdaderos campeones son los de principios de siglo. Hacían etapas de 400 kilómetros, subían los puertos por caminos de vacas y cuando llegaban arriba se adentraban en el bosque para hacer sacos de leña que se colgaban a la espalda para frenar en los descensos. Yo, Robic, el 'príncipe de los Pirineos' les iro».
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Esta tierra mágica, de leyendas y lengua celta, vuelve a salir al rescate de un Tour que, por supuesto, también llegará a los Pirineos, que acogerán las etapas claves, y rendirá pleitesía al puerto por excelencia de esta carrera, el Tourmalet. Mucho antes, en la etapa once, otro monumento: el Mont Ventoux, que se subirá dos veces por primera vez en la historia. Precisamente, fue el Tourmalet el primer gran coloso que se pasó por partida doble en una misma edición. Fue en 1974 –el Tour también salió de Brest entonces, y fue el quinto de Eddy Merckx–, pero se ascendió en dos días consecutivos. Jean-Pierre Danguillaume ganó en su cima y, al día siguiente –furioso porque L'Equipe no le había dedicado la portada, consagrada a la remontada de Poulidor sobre Merckx–, repitió, esta vez con la meta abajo, en Pau. En 2013 fue el Alpe d'Huez el que se subió dos veces en la misma etapa.
Salvo una visita a Andorra, el Tour se disputará íntegramente en Francia con un recorrido clásico. Tiene 21 etapas, como siempre, pero será largo porque no se puede llegar a la salida mal. Las etapas de hoy y mañana ya obligan a estar bien para no empezar a perder tiempo en dos subidas traicioneras, en Landerneau y el Muro de Bretaña. Hay una contrarreloj el quinto día y los Alpes también llegarán pronto. El Ventoux marca el ecuador de la carrera, antes de entrar en la semana decisiva de los Pirineos y la crono final de más de 30 kilómetros, etapas que se ven tan lejos en el horizonte ahora mismo que parecen del Tour del año que viene.
Todos los ojos están puestos en Tadej Pogacar (UAE), que sale de Brest dispuesto a confirmar su condición de campeón. Su obra maestra del año pasado quedará en los libros como uno de esos gestos de genio extraordinario de los que se nutre el deporte, pero el joven esloveno, de 22 años, mira más alto. Sin sus contemporáneos enfrente, Egan Bernal y Remco Evenepoel, aspira a asentar su autoridad ante la vieja guardia, comandada por Primoz Roglic (Jumbo) y Geraint Thomas (Ineos).
Europa ha vencido a la pandemia y, después de la guerra, como siempre, el Tour corre a refugiarse en Bretaña. Comienza la reconstrucción.
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