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Pacari no sale de su asombro cuando mira ante sí las obras de construcción del nuevo estadio de Anoeta. Sobre su cabeza, enormes grúas elevan moles de hormigón y se preparan para llevar las cerchas laterales que formarán la cubierta. Nada que ver con que puede ver en su Malí natal ni con lo vivido días atrás en aguas del mar de Alborán, el día en el que, finalmente, dio el salto a Europa. Y lo hizo, como otros muchos, en una minúscula patera cargada de subsaharianos como él. «Hicimos el viaje en patera de noche, fue muy peligroso. Nos la jugamos», recuerda Pacari, un joven maliense, que pertenece al grupo de los 46 subsaharianos que el lunes fueron abandonados en la estación de autobuses de Donostia. Ellos han llegado a Europa, otros, desgraciadamente, perecen en el mar en el intento.
Tanto Pacari como Mohamed, su compañero de viaje, llegaron a Donostia procedentes de Almería. El vehículo fue fletado por Cruz Roja de la provincia andaluza después de pasar 72 horas custodiados por la Policía. Como no había plazas de acogida en los CIES, se pusieron en libertad y la ONG decidió fletar un autobús camino de San Sebastián y avisaron a CRuz Roja Euskadi. Como es sabido, la coordinación dentro de la ONG brilló por su ausencia y los 46 subsaharianos aparecieron a las 8.00 de la mañana en la estación de autobuses. Tras horras de espera, fueron recogidos por Cruz Roja Gipuzkoa, que les dio cobijo y comida en un albergue de urgencia, donde pasaron su primera noche.
Muchos aprovecharon su estancia en Donostia para dar un paseo por los alrededores del albergue provisional de Zorroaga, en donde pasaron sus primeras horas en Donostia. Pacari y Mohamed atendieron unos minutos a DV para contar la experiencia vivida antes de llegar a la capital donostiarra que, según señalaron, no era su destino definitivo.
Porque Pacari y Mohamed han cubierto una odisea de 3.000 kilómetros para llegar desde Malí ahasta San Sebastián. No hay tiempo de hablar de lo vivido entre Malí y marruecos, pero sí para recordar el salto más peligroso: el del continente africano a España. «Salimos el viernes por al noche. Decidimos hacerlo como otros, porque hacía buen tiempo y por la noche es más fácil burlar la vigilancia costera», afirma. «El viaje fue muy peligroso, nos la jugamos», recuerda.
Tanto él como Mohamed viajaron en una patera minúscula junto a unos 60 subsaharianos. Ellos tuvieron suerte y fueron rescatados hasta llegar a Almería. El pasado fin de semana, mientras ellos descansaban en algún cuchitril, cinco subsaharianos perdían la vida en las aguas del Estrecho y del mar de Alborán.
Después llegaron las 72 horas custodiados por la Policía y su puesta en libertad. «Nos metieron en el autobús pero no sabíamos que veníamos a San Sebastián», asegura. De hecho Pacari tiene otro destino bien claro. «Mi hermano vive en Barcelona y quiero reunirme con él en cuanto pueda», afirma. Muy probablemente esté de camino ya hacia la ciudad Condal.
Y no será el único que abandone Donostia. Como comentaron a este periódico otros subsaharianos del grupo de 46, en otros casos el destino también era diferente. «Tengo un compañero que tiene otro hermano en Madrid y esta misma noche (por ayer) cogerá el autobús para reunirse con él», aseguraron.
No se tiene constancia porque no se realizó ningún recuento, pero parece, por rumores que corren entre los migrantes, que tres de ellos decidieron abandonar la estación de autobuses antes de que llegara la Cruz Roja.
Antes, el lunes y ayer pasaron unas horas en Donostia, con los cuidados de Cruz Roja. «Nos están cuidando muy bien», asegura, mientras muestra un enorme bocadillo envuelto en papel de aluminio. Luego lo guarda en una enorme bolsa de plástico con ropa y otros enseres.
Los 46 migrantes subsaharianos que llegaron este lunes a Donostia fueron atendidos al final por la Cruz Roja y ayer comenzaron los primeros trámites para ver qué ocurre con ellos. En principio y ante la polémica falta de coordinación entre las dos filiales de la organización, se abrió un recurso de urgencia, la antigua ikastola del alto de Zorroaga, convertido ahora en un edificio de Cruz Roja que va a ser rehabilitado como albergue, y desayuno, comida y cena llegaron desde un catering. La mayoría pernoctaron en este centro, aunque los dos menores fueron derivados al albergue de Uba.
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Por la mañana comenzaron las entrevistas personales a cada una de estas personas, un proceso que culminará hoy por la mañana, cuando también se concluya cuántos menores hay en el grupo tras las pruebas pertinentes. En un principio se identificaron a dos, aunque hay algunas dudas sobre la edad de otros dos.
La Diputación tutelará a los menores, pero el resto son personas libres que pueden hacer aquello que prefieran y que, en principio, parece que es abandonar el País Vasco, la mayoría hacia Francia. Uno de los jóvenes, en cualquier caso, tuvo que ser hospitalizado debido a una fiebre muy alta, aunque la situación no es grave.
Mientras tanto, Cáritas ha llevado ropa a este albergue de urgencia, han acudido a un polideportivo sin determinar para que pudieran utilizar las duchas y los productos de higiene y han recibido un taller sobre extranjería y sobre los derechos que tienen. No se descarta que gran parte de estos subsaharianos se vayan. No son delincuentes, son libres de hacerlo.
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