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Cuando ojeo la prensa en cualquier soporte digital, y en casi todos los periódicos, aparece un recuadrito reclamando mi atención, que dice que los nacidos ... entre 1954 y 1980 tienen que leer la información que esconde y pinchar en el reclamo o perderán la oportunidad de su vida. Haciéndome la lista vengo durante meses ignorándolo, al suponer que me quieren vender unas gafas, un audífono o algún remedio para lo que no tiene remedio.
Pero en esta Semana Santa, con la guardia bajada y las trompetas resonando por las calles, pinché en el puñetero anuncio y, efectivamente, lo que me ofrecían estos maquiavélicos publicistas era un seguro de decesos que protegía a tu familia de este último consumo. En la foto aparecía una pareja entrada en años, con pinta de nórdicos y ropa cómoda, paseando en bicicleta por un parque. La mujer iba detrás del hombre y su rostro era apenas visible. El hombre llevaba un gesto como los que quieren ser graciosos y había soltado los pedales, como si tuviera 14 años.
Mi primera lectura de la imagen fue que una mujer debe de estar al corriente de la estupidez de su marido cuando llevan toda una vida juntos, y que la pérdida de testosterona es tan peligrosa como su exceso. La segunda es que el hombre intentara que su mujer se jugara la vida para enviudar y probar en la ruleta de 'First dates'. Y la tercera es que fuera un hijo quien estuviera haciendo la foto a sus descerebrados progenitores y se temiera lo peor; el seguro era necesario en los tres casos. Pelín irritada, bajé el cursor hasta encontrar otra fotito indignante. En esta, una pareja de la misma guisa y con cara de haber comprado la eternidad aparecía sonriente, enlazada y sentada en un velero. Ambas imágenes estaban lejos de la realidad de lo que supone la longevidad, al menos en la mayoría de los mortales.
Harta de hipótesis, lo único que saqué en claro es que el miedo es un negocio de alto rendimiento y que nos alcanza incluso cuando hemos dejado de respirar. Ahora, y lo digo en serio, las aseguradoras van a tener que revisar las pólizas de decesos en este jubileo festivo y longevo. Tendrían que contemplar la posibilidad de que en lugar de flores haya un cátering con cortador de jamón y mesa de sushi, nada de Spotify en los altavoces sino un cuarteto de cuerda como Dios manda y por supuesto nada de cajas de pino y terciopelos.
El miedo no es morirse sin seguro, sino asegurarte de que un mecenas va a pagar tus exequias como ha hecho el papa Francisco, que ha mirado por la economía vaticana.
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