Para entender el potencial de la persona emprendedora, lo que explica su capacidad para emprender con éxito, convendría visualizar su figura como si fuese un ... sistema de innovación. En realidad, cualquier agente de innovación, empezando por el más importante y básico –que es la persona emprendedora– lo podemos analizar bajo esa perspectiva. Conviene recordar que un sistema de innovación es un conjunto de medios personales, materiales e inmateriales puestos al servicio del objetivo de cambiar las cosas de manera sostenible y útil, aportando un valor al mercado y la sociedad. En el caso del emprendedor ocurre lo mismo.
Desde esta perspectiva, podemos identificar seis factores que explican el éxito de un sistema de innovación: valores, tecnología, conocimiento, cooperación, liderazgo y velocidad. La manera en que estos seis elementos se relacionen entre sí determinará el potencial del sistema de innovación y, también, del emprendedor.
Los valores son fundamentales en el desempeño emprendedor, no solo para las primeras fases de lanzamiento de los nuevos proyectos, también para las fases de consolidación de los mismos. Además, el uso de la tecnología, de todos tipos de tecnologías, se convierte en un requisito clave para el buen fin de la actividad emprendedora, con especial foco en las que sean necesarias para el desarrollo del proyecto concreto del que se trate. Sin olvidar que la tecnología, como instrumento necesario, se debe poner al servicio del proceso de aprendizaje que implica toda actividad emprendedora. Aprendizaje que se materializará en conocimiento, que explicará la utilidad de lo que somos capaces de aprender en el desarrollo de nuestra actividad, haciéndonos tomar conciencia de las cosas. Pero la actividad emprendedora, como ocurre en cualquier sistema de innovación, a partir de la genialidad individual necesita de otro elemento clave: la cooperación. Sin activar la cooperación cualquier sistema de innovación no sería posible. En este sentido, los valores que las personas comparten son, seguramente, la argamasa con la que construir un entramado de complicidades para poner el objetivo común por encima del individual.
Todo este juego de compromisos y complicidades entre valores, tecnología, conocimiento y cooperación no se entendería sin incluir la faceta del liderazgo. El liderazgo resulta capital en el desarrollo de la actividad emprendedora para establecer relaciones entre las personas y sus valores, conseguir medios en relación con las necesidades del equipo, establecer relaciones entre conceptos y formas de ver las cosas, alimentar el aprendizaje que se transforme en conocimiento y activar las complicidades que se manifiestan en la cooperación. Y, por último, estaría la velocidad. No se entiende ningún sistema de innovación sin su proyección en el espacio y el tiempo. El dominio del espacio y del tiempo hace que las cosas pasen a la velocidad adecuada, ni antes ni después, de manera que se desencadenen con una apariencia de simplicidad llena de contenido. El resultado es un elogio a la sencillez, como si fuese lo más natural del mundo. La plasticidad de lo simple, llena de belleza y complejidad.
Las seis claves que hemos recorrido explican las razones del éxito de cualquier sistema de innovación y esconden la fórmula para entender el éxito del emprendedor. No es una cuestión fácil, por lo que deberíamos huir de razonamientos simplistas. Como dice Clay Shirky, «quien dice que puede encontrar una respuesta rápida, niega que se trata de una revolución profunda». Pero parece evidente que el emprendedor proyectará su potencial en la medida en que sea capaz de trabajar y desarrollar esos factores.
Por otro lado, los factores que explican el éxito del emprendedor esconden también la semilla del fracaso. Porque el simple paso del tiempo, algo inevitable, puede llevarte a olvidar que la renovación de los compromisos, a todos los niveles, es fundamental para mantener la tensión creativa y transformadora. Es importante comprender que todo aquello que explica tu éxito, si no lo renuevas, acabará explicando tu fracaso. Quizás suene a un consejo para el día de después, pero el emprendedor debe ser muy consciente de ello.
Así, la sostenibilidad del proceso emprendedor depende de la capacidad de activación, renovación y transformación de los compromisos. Compromisos con los valores, la tecnología, el conocimiento, la cooperación, el liderazgo y la gestión del espacio y el tiempo. Compromisos que, si degeneran y no los reinventas, acabarán convirtiéndose en pesadas losas que te llevarán por delante. Eso a pesar de que el día a día de lo que haces ocupe la primera página de los periódicos y los comentarios elogiosos resulten abrumadores. Un aforismo anónimo señala con acierto que «toda victoria se convierte en derrota si no es el comienzo de una nueva lucha»
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