La Estatua de la Responsabilidad

Para visualizarlo, Frankl, estadounidense de adopción, propuso que la Estatua de la Libertad de la costa este se complementase con una Estatua de la Responsabilidad en la costa oeste. Este proyecto se ejecutó hace unos años en el estado de Utah, bien que con unas dimensiones incomparablemente más modestas que la neoyorquina.

Un valiente llamamiento a la responsabilidad fue el que dirigió en abril de 1975, hace cincuenta años, Václav Havel al dictador comunista de su país, Checoslovaquia. A través de una carta abierta, el escritor recriminó a Gustav Husák por la supuesta 'normalización' que siguió a la invasión soviética de 1968, en realidad un ejercicio de aplastamiento. Acusó al poder de haber tomado el camino más cómodo para su perpetuación pero el más deletéreo para la sociedad: el de la mentira y las apariencias engañosas, el de la desmoralización del cuerpo social abatido por la pérdida de toda esperanza y sentido vital. Y le instó a que, en vez de estimular «el egoísmo, la indiferencia, la cobardía, el miedo, la resignación», su gobierno promoviera políticamente «lo que de mejor hay en nosotros y no lo peor».

Acusado de actividades contra el Estado, Havel pasó casi un lustro en prisión. Pero la historia acabaría poniéndose de su parte y en 1989, tras la incruenta Revolución de Terciopelo, fue elegido primer presidente democrático. Durante catorce años, Václav Havel lideró la República Checa y Eslovaca con un programa político basado en la responsabilidad moral, el humanismo y la humildad. «La obra más hermosa de Václav Havel fue su vida», anotaría Milan Kundera a su fallecimiento en 2011.

Viene al caso recordarlo cuando poderosos sin escrúpulos ni consistencia ética se arropan en la palabra 'libertad' para tomar decisiones ideológicas de consecuencias catastróficas para millones de personas. La ausencia de responsabilidad aboca, como advertía Frankl, a la arbitrariedad.