Reparar el daño del cerro de San Bartolomé
Santiago Eraso
Viernes, 23 de mayo 2025, 02:00
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Santiago Eraso
Viernes, 23 de mayo 2025, 02:00
El mismo día que una amiga me enviaba fotos de las 'monstruosas' obras del GOe, nuevo Basque Culinary Center, que con beneplácito institucional se está ... construyendo a marchas forzadas en una privatizada zona verde y bien común del barrio de Gros, otro amigo me mandaba una foto de un publicitario donde una conocida empresa inmobiliaria se anuncia con un lema aterrador: «Dormir en Dubái. Desayunar en Mónaco. Pintxopote en Gros». En la parte baja del cartel una proclama subraya los sesenta años que esa empresa lleva abriendo puertas al estilo de vida donostiarra. Aunque ese anuncio parezca una broma, también refleja el mundo que algunas personas persiguen en sus sueños, cargados de ínfulas de poder y ambición. Tener un jet privado, propiedades inmobiliarias y coches repartidos por el planeta, vivir en una burbuja del lujo, volar hacia las estrellas o acudir a diario a los restaurantes con estrellas Michelin, se ha convertido en el paradigma de un modelo de vida que se expande en paralelo al aumento de la aporofobia, neologismo acuñado por la filósofa Adela Cortina para referirse al rechazo, temor y odio al pobre.
Quizá, el mayor logro del neoliberalismo capitalista sea el habernos convertido en parte de la misma maquinaria depredadora que arrasa con todo. No hay más que analizar cómo están creciendo las ciudades del mundo desarrollado. Al mismo tiempo que se parecen cada vez más unas a otras, se han convertido en espacios de vida globales donde se promueven ciertos modelos de vida que nos transforman en una especie de turistas permanentes y meros consumidores. Los centros de estas ciudades se asemejan a enormes parques temáticos comerciales en los que la vida comunitaria está ausente o ha sido «expulsada» a la periferia: una fractura de la ecología social que atraviesa la sensibilidad paisajística de nuestra vida en común.
Como escribe Kike España, arquitecto, experto urbanista y activista social: «Las ciudades ya ni siquiera se producen como una expansión infraestructural y material que pudiera ser mínimamente habitable, sino como un proceso de activación financiera y algorítmica en la que los activos especulativos se desacoplan de la realidad social y física. El discurso sobre la renovación de las ciudades es acumulación por extracción para buscar áreas de oportunidad, zonas que mejorar y terrenos por recalificar. Un conglomerado de operaciones para que los rendimientos de los fondos de inversión cumplan con sus agresivos objetivos. Gentrificación, turistificación,y otras formas de especulación, no son más que los efectos situados de un mismo problema: la renovación financiera de la ciudad, donde todo embellecimiento, reforma y desarrollo urbanístico lleva en su centro constitutivo la segregación para que la acumulación sea posible hasta el agotamiento, sin limitaciones técnicas, éticas o políticas».
En cierto modo, la operación urbanística del derribo del cerro de San Bartolomé y la construcción de un gran centro comercial en esta histórica colina, tan característica de la configuración urbanística de Donostia-San Sebastián, forma parte de ese tipo de urbanismo depredador, cuyas máquinas de destrucción no se detienen ante nada con tal de sacar rendimiento económico al suelo. Soy consciente de que, cuando es de titularidad privada, la protección del patrimonio histórico no es fácil de salvaguardar, pero las instituciones públicas deberían activar otro tipo de políticas orientadas a impedir el desarrollo de los casos más flagrantes de degradación medio ambiental, urbanística y arquitectónica.
Afortunadamente, la decisión fue suspendida. Parece que se impuso cierta sensatez que, de momento, ha paralizado las obras del centro comercial y el parking subterráneo previstos. Pero a la vista de la 'sensibilidad' de este gobierno (y otros anteriores) es de temer que tras esa cautelar prudencia se esconda alguna otra sorpresa. Por ejemplo, la construcción de un nuevo hotel de lujo, que crecen como setas, para acoger a esa clase privilegiada que puede dormir en Dubái y tomarse unos cuantos 'pintxos' en el GOe.
Como la plataforma en defensa del cerro promueve, ojalá la instrucción política opte por la reparación de lo dañado e impulse una ejemplar restauración y rehabilitación verde de toda esa zona, reintegrándola en el paisaje urbano de forma sostenible. Parafraseando a Anne Lacaton y Jean Philippe Vassal, ganadores del Premio Pritzker de Arquitectura 2021, pensar y desarrollar las ciudades implica ser más cautos a la hora de demoler, eliminar o sustituir; y mucho más cuidadosos e imaginativos cuando haya que transformar y reutilizar.
Cada día podemos leer una noticia nueva respecto a una ley o decreto referente al precio del alquiler, que no para de subir. Zonas tensionadas, bonos para alquiler, viviendas sociales y muchas otras medidas para intentar mantener un derecho que parece que ya hemos perdido. Una de las últimas actualizaciones al respecto que hemos conocido es la ordenanza por parte del Gobierno a que Airbnb retire de su catálogo más de 65.000 anuncios de pisos turísticos ilegales. ¡Qué barbaridad! En pleno 2025, las empresas continúan jugando con sus propias leyes, mientras la clase trabajadora se ve obligada a abandonar sus casas y a vivir donde pueda. ¿Dónde irá a parar esto? ¿Cuántas veces más tendremos que salir a la calle a pedir que se cumplan nuestros derechos? ¡Ay, vivienda, en qué utopía te has convertido!
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