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José Eugenio Azpíroz (San Sebastián, 1955) fue un pionero en el PP de Gipuzkoa. Sin su figura no se puede comprender la historia ... del partido. En las elecciones forales de 1987, el abogado donostiarra se convirtió en el primer juntero de la formación en el territorio. Seis años más tarde, en 1993, recabó los votos necesarios para ser el primer diputado popular por Gipuzkoa. Lo fue hasta 2015, cuando decidió abandonar la política activa. Desde entonces, los representantes guipuzcoanos del PP no han vuelto a lograr un escaño en la Cámara baja. «En total han sido 41 años, desde el inicio de lo que hoy es el PP. Casi treinta como cargo electo y, de propina, otros once como afiliado sin responsabilidad pública. Toda una vida», rememora Azpíroz.
Como muchos estudiantes de su época, sus primeras incursiones en la arena política datan de su etapa universitaria, en los albores de la Transición. Acudía a la Facultad de Derecho, –«la primera del campus de Donostia», recuerda–, con escolta debido a las amenazas terroristas que sufría por liderar en Gipuzkoa las juventudes de Alianza Popular, pero motivado por vivir en primera persona los nuevos tiempos que se iban configurando. «Era un momento histórico, de cambio, en el que primaba restañar heridas y buscar la concordia y no la discordia. Eran otros tiempos», relata Azpíroz.
Biografía Nació en Donostia el 5 de marzo de 1955.
Formación Licenciado en Derecho por la UPV/EHU y Doctor por la Universidad Complutense de Madrid.
1987-1996 Juntero en las Juntas Generlaes de Gipuzkoa.
1989-1990 Presidente del PP Vasco.
1993-2015 Diputado en el Congreso.
Dejó de tener protección cuando comenzó a salir con la que hoy es su mujer. «Era difícil hacer pasar a los escoltas como estudiantes y más de dos en una relación...», cuenta con cierta ironía. Entre sus trágicos recuerdos de entonces destaca el asesinato de Carlos Fernández Aspiazu. «Estaba en Reyes Católicos tomando un zurito –detalla– cuando en el bar de la esquina 'Copos' sonaron varios estruendos. Comenzaron a correr dos tipos y yo salí tras ellos. La Policía creyó que los terroristas eran tres. Menos mal que me presenté a declarar».
Cumplido el servicio militar, regresó a la política, «una aventura, una experiencia y una temeridad», y decidió involucrarse más porque así se lo pidieron. «Ejercía de abogado en San Sebastián y me iba muy bien, no tenía ninguna necesidad», asegura. En el año 86, la afiliación en el PP era «muy pequeña», lo que dificultaba la elección de un candidato. «Había gente que se encargaba de labores internas, de hacer ensobrados, de ser apoderados, pero no que estuvieran dispuestos –explica– a ser candidatos, a ser las caras visibles».
Fue la insistencia del que fuera gerente de la formación, Álvaro Moraga, la que terminó por convencerle. «Me dio mucho la tabarra y accedí». Recuerda que en las primeras elecciones a las que concurrió no salió elegido para ocupar un asiento en el Parlamento Vasco por no llegar al umbral del 5% entonces necesario, aunque recibió el apoyo de 18.000 votantes. «Aquel día –recuerda– dijimos a los ciudadanos que nos habían apoyado que los íbamos a defender. Fue el inicio de un cambio».
A partir de entonces, comenzó el ascenso del PP en las urnas. Al año siguiente hubo elecciones a las Juntas Generales y Azpíroz resultó elegido. «Yo era el grupo mixto de Alianza Popular, que no era grupo y tampoco mixto porque solo estaba yo. Sacamos 22.000 votos. Al cabo de cuatro años éramos dos junteros y cuando yo lo dejé estábamos siete sobre los 51, que ya era una representación importante. Por eso, es una pena la subrepresentación que tiene hoy en día el partido», señala.
Recuerda su paso por las Juntas Generales como una experiencia en la que por una parte lo pasó «muy bien, porque al estar solo haces lo que te parece», pero también «complicada» por la falta de recursos de la formación. «No había un duro –ite–, el presupuesto era debilísimo. Tanto es así que mi despacho profesional se convirtió en el del partido. Mi secretaria me ayudaba a redactar las enmiendas, los documentos salían de mi fotocopiadora y así con todo».
Reconoce que el salto a la política nacional en 1993 llegó nuevamente por la dificultad del partido para encontrar candidatos. «De haber sido fácil –dice–, probablemente alguien de Madrid hubiera dicho que su abuelo había nacido en San Sebastián y se hubiera presentado».
Durante los primeros años compaginó los dos cargos y se convirtió en un asiduo del tren nocturno que unía la capital guipuzcoana con Madrid. En él solía compartir viaje con otros dirigentes guipuzcoanos, como los socialistas Ángel García Ronda o Fernando Múgica Herzog, quien le descubrió en aquella época uno de los secretos de la estación. «En el bar se podía desayunar gratis a las 7.30», recuerda.
En el Congreso permaneció hasta 2015. La decisión del Gobierno de Rajoy de cambiar la ley del aborto fue el epílogo. Azpíroz fue uno de los cinco dirigentes del Partido Popular que se saltó la disciplina de voto y no apoyó la propuesta que impide a las menores abortar sin el permiso paterno. «Aquello fue el detonante. Sencillamente, llegó un momento en el que sentía que no debía estar ahí y también tenía ganas de liberarme», cuenta.
¿Echa de menos la política?. «Los '29 de febrero'», responde Azpíroz, que al hacer balance destaca dos cualidades que le guiaron durante su carrera: «Ser honesto y coherente. En política, lo primero que hay que hacer es defender lo que uno cree y no lo que le conviene», finaliza.
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