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Jon García Gallego
Sábado, 17 de agosto 2024, 02:00
Todos los días, después de disfrutar de los fuegos y el helado, donostiarras de todas las edades echan unos bailables antes de irse a dormir en la verbena de la plaza Easo, que se convierte en una pista de baile en la que no hay ritmo que se resista. Desde Potra Salvaje a Chayanne o al pasodoble más tradicional. Las orquestas que se suben al escenario, en esta ocasión Ibai Berriak, obligan a mover el esqueleto a todo el público durante más de dos horas.
La Semana Grande donostiarra ofrece un abanico muy amplio de conciertos y DJ, en los que prima la música, pero los de la noche están pensados para un público más joven. Pero en Easo 'entran' todos. Niños, mayores con espíritu joven, parejas, familias... que pasan de la rumba al pasodoble sin despeinarse y con la misma gracia. Muchos bailan durante todo el año, así que en fiestas con más motivo. Inés, Germán y Maricruz son de ese grupo: «Venimos porque nos gusta mucho bailar, siempre que hay baile venimos». Nada frenaría al trío, que tenía intención de quedarse hasta el final: «Primero hemos ido a tomar algo y ahora toca el baile».
Ibai Berriak empezaba su espectáculo dando la bienvenida a todo el público: «Gracias a todos por venir, tanto a los nuevos como a los viejos», a los fieles a esta verbena que cada noche fusiona estilos, y recopila éxitos de toda la vida y los más actuales. Se bailan casi todos los registros, también el último hit del verano de Isabel Aiun, Potra Salvaje. A Inés, la música que escuchan los más jóvenes no le gusta mucho, pero cuando las canciones son versionadas por orquestas, la cosa cambia y su cuerpo no puede quedarse quieto: «Nos gusta toda la música, menos la que escuchan los jóvenes, pero la verdad es que lo bailamos todo».
No solo acudieron donostiarras, también visitantes que están de paso por la ciudad y que se suman a la fiesta encantados. Es el caso de Cristina y Carmen, que llevaban tres días disfrutando de la ciudad: «después de los fuegos artificiales y el helado venimos a bailar a la plaza. Es la segunda noche que nos pasamos, no nos quedamos hasta el final; cuando nos cansemos, nos iremos».
Pero a medida que pasaba la noche, ya animados, nadie se quería ir a casa. Corros, congas o cualquier indicación desde el escenario para hacer algún baile con pasos perfectamente marcados llevaban a todos a participar de la fiesta. Otros, los menos bailongos preferían mirar desde la lejanía a la orquesta Ibai Berriak, aunque seguían el ritmo de la música con pequeños movimientos de cabeza y piernas.
Los pasodobles tuvieron un especial protagonismo sobre todo al principio, donde el público era de edad más avanzada y dominaba perfectamente los giros. Decenas de personas agarraron con cariño a su pareja de baile y demostraron su destreza. A Ángela, por ejemplo, se le notaba mucha experiencia. Y tenía una explicación, claro. «Nosotros vamos a bailar a Zona Límite los fines de semana, no somos profesionales, pero nos gusta mucho», reconocía ella.
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Para algunos, acudir a los bailables se ha convertido ya en una tradición más de la Semana Grande. Incluso sentían cierto orgullo al ver el cambio y la popularidad que estaba ganando año tras año. «Cada vez viene más gente; al principio éramos muy pocos, solamente los del barrio, pero ahora se acerca público de todos los sitios. Hace un tiempo vino hasta la tele para verlos bailar, y normal, a mí me encanta verlos», explicaba Verónica, una joven que fue vecina de Easo y que sigue asistiendo a la fiesta, con mucho ambiente.
Los grupos que acuden a animar al público en el escenario de Easo van cambiando cada día, pero el repertorio, aunque diverso y elegido por cada orquesta, incluye siempre de todo. Desde pasodobles a rumbas, pop, clásicos o éxitos más actuales. Cualquier ritmo es bueno para pasar un buen rato.
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Beatriz Campuzano | San Sebastián
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