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Cuatro trozos de pan pueden amargar el día a día a toda una comunidad de vecinos. Treinta familias en Lakua que viven en cinco bloques de la calle Hondarribia (los impares del 9 al 17) sufren desde hace más de un mes un bombardeo diario de excrementos de palomas. Cada vez son más las aves que se posan en sus ventanas, reforzadas en vano con pinchos u otros objetos para ahuyentarlas, a la espera de que algunos residentes les lancen a la calle una buena cantidad de migas para llenar el buche. El alimento proviene de los dos bloques (el 34 y 36) que están al otro lado de la calle, justo delante de las fachadas afectadas. El número de palomas se multiplica con el paso de los días y la situación preocupa a los vecinos. «Son una plaga y no unos pajaritos. Darles de comer está prohibido y es una imprudencia. Aquí hay muchos niños y estos bichos son corrosivos y un foco de enfermedades», denuncian varios afectados.
Sonia Sánchez reconoce que para salir del portal tiene que mirar siempre hacia arriba para que «las heces no nos caigan encima». Con un simple vistazo hay seis o siete palomas en varias de las ventanas, un lugar privilegiado desde donde otean el trozo de acera donde lanzan los vecinos las migas de pan. «Pueden pasarse ahí todo el día esperando». Los excrementos aparecen por todos lados. En el alféizar y el suelo de esta propiedad privada. Otra de las vecinas, Cristina Latorre, incluso ha instalado pinchos para evitar que se apoyen. «Da igual. Los esquivan. Empezó una señora y se sumaron otros dos pisos que les dan de comer», explica. Al menos, estos «incívicos» residentes tiran pan a esta aves tres veces al día. «Desayuno, comida y cena».
Las personas que se encargan de engordar esta plaga viven en dos bloques de viviendas sociales que gestiona Alokabide, la sociedad pública de alquiler dependiente del Gobierno vasco. «Nos hemos puesto en o con su y nos han dicho que les advertirán. De momento, todo sigue igual», comenta Latorre. La comunidad de vecinos ha solicitado ayuda también al Ayuntamiento, que ha puesto en aviso a la patrulla de Medio Ambiente de la Policía Local para desarrollar labores de vigilancia. En ese sentido, el Consistorio recomienda a los vecinos que avisen cuando se lance el pan para intervenir 'in situ'. «De poco sirve. Una vez lanzado, dura unos pocos minutos en el suelo. No les da tiempo ni a llegar», lamentan los residentes. Alimentar a esta plaga supone una infracción leve que puede acarrear multas de hasta 750 euros.
El departamento de Salud actúa en este tipo de casos siempre que los puntos afectados estén en la vía pública. En este caso, la suciedad se genera dentro de la comunidad, por lo que el suelo es de titularidad privada. «La propietarios deben resolver ellos mismos las molestias ocasionadas por las palomas», aclaran desde el Ayuntamiento.
La normativa especifica que las medidas para evitar su proliferación no deben «ocasionar daño o muerte animal» y determina que Salud solo actúa en una plaga en espacios privados de forma «muy excepcional» si el caso es muy grave.
El de la calle Hondarribia no es el único problema con las palomas que sobrevuela la capital alavesa. También en Arriaga se ha producido un preocupante foco de insalubridad a causa de estas aves. Más concretamente, a la altura del número 38 de la calle Juntas Generales. Estas aves han anidado en la parte superior de una lonja sin uso, con su toldo completamente destrozado y con los pinchos llenos de heces y plumillas.
Los residentes de los primeros pisos de este portal, ubicados justo encima de este local, han instalado cintas de plástico para asustar a las palomas y así evitar que sus balcones se llenen de materia fecal.
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