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Las películas de las que todo cinéfago hablaba hoy entre La Croisette y el Cineum, entre la sala Licorne y la Raimu, situada en Ranguin, ... un poco más allá o un poco más acá de los límites conocidos del Festival International du Film edición septuagésimo octava, eran Yes (Oui, Ken) del director israelí Nadav Lapid, una bomba cargada de cinismo, rabia, hasta de obscenidad; un trabajo brutal filmado después del terrorífico atentado de Hamas del 7 de octubre y mientras prosigue la aniquilación de Gaza; filmado, como dice su autor, en 'el país del enemigo que es en lo que se ha convertido mi país'.
Es Yes un filme que a ratos arrolla por sus opciones estéticas y al mismo tiempo te derriba por ser el retrato absoluto de una sociedad ávida de venganza. Hoy, cuando se diría toda disidencia israelí hubiese sido silenciada o acaso resulte que no exista, Nadav ataca desde dentro, retratando una serie de personajes que provocan algo parecido a un doloroso asco moral y hacia quienes cualquier compasión parece gratuita. 'Cuesta amaros' se oye en este filme, retrato asperisimo, y sin revueltas de un país, un autorretrato hecho por uno de los suyos, apoyado por productores que se jugaron el todo por el todo. Hay quien, felicitando a la Quincena de Realizadores por haberla seleccionado, se pregunta cómo es que Yes no está en la Selección Oficial, compitiendo, tan destructiva, por todos los premios. Hay quien sospecha turbias maniobras en la oscuridad. No sería extraño. Es una bomba de celuloide en racimo, que corroe de Tel Aviv al Golam.
El otro filme ha desbarajustado, ciertamente, los pronósticos para la Palma de Oro porque sí se lo juega todo en la competición. Es una alucinante, alucinógena, sublime, y desmedida propuesta china cuyos derechos para su exhibición y distribución en nuestras salas de cine más exquisitas y cercanas ya han sido adquiridos por Madfer Films y Filmin. ¿Título? 'Resurrection'. ¿Autor? Bi Gan, cuyo 'Kailli Blues' se iró hace unos años en Tabakalera. ¿Argumento? En un mundo que ha perdido la capacidad de soñar, alguien, un hombre errante por el tiempo, la conserva…
Visualmente decadente, de esa clase de decadencia estética que te hace temblar en la butaca, embriagada por y en los vapores del opio, con sugerentes rasgos vampíricos, obra cuya producción, rodaje y montaje desafió a cielos e infiernos, atravesada su filmación incluso por rachas de falta de inspiración de Bi Gan, 'Resurrection' es barroca, es pura, es hipnótica.
Pero en un festival donde, cuando acabe este sábado se habrán alcanzado fácilmente las 5.000 proyecciones no puedes pasarte todas las horas del día viendo obras magníficas, de esas que, hermosas y crueles, toman posesión de tu alma, tus ojos y tus huesos.
Hay que aligerar un poco. Sin renunciar a la sorpresa. Elegir, sin más y porque sí, un título como 'Le città di pianura' del italiano sco Sossai, presentada en la sección Un certain regard. Un divertimento melancólico protagonizado por dos vividores siempre en busca de un último trago, una penúltima diversión y, por supuesto, la próxima extravaganza mientras el tiempo que una vez les perteneció se evapora y todos les hablan de una fantasmagórica autopista que saliendo de Lisboa atravesará un día el Véneto y acabará en Budapest.
En esta comedia alegremente atristada oímos de pronto la palabra kalimotxo, bien escrita, por cierto, en los subtítulos en francés. ¿Cómo! Resulta que en Venecia unos universitarios celebran que una compañera ya se doctoró en Arquitectura. Ella les pasa una botella. Es eso, vino con Cocacola. Ante el asombro de todos que nunca habían probado mezcla tal, responde tranquila que el Erasmus lo hizo a orillas del Cantábrico, patria de ese gran mejunje.
Nunca pensamos oír kalimotxo en la tierra del pastís, la absenta y el rosado de la Provenza, servido con hielo en bates como La civette Carnot, uno de esos bares de tabaco y Pernod de Cannes. Pero lo oímos. Y sonreímos. Nostálgicos. Como los personajes del filme de Sossai.
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