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Los trabajadores del Puerto de Pasaia

Las caras del muelle

Estibadores, almaceneros, guardas y hasta un halconero... hacen que la dársena funcione con la precisión de un reloj suizo

Imanol Lizasoain

San Sebastián

Domingo, 26 de noviembre 2023, 07:08

Estibadores, almaceneros, maquinistas, armadoras, jefe de operaciones, transportistas, responsable de calidad y medio ambiente... El Puerto de Pasaia lo componen un crisol de cientos y cientos de trabajadores. Más allá de la manipulación de graneles, bobinas o pescado, por las calles del muelle también nos topamos, por ejemplo, con la Policía portuaria, un cuerpo compuesto por unos treinta agentes que velan por la seguridad de la dársena, de 770.000 metros cuadrados de extensión. No suele haber sobresaltos diarios, pero sí se han reforzado los dispositivos de vigilancia para evitar la entrada de polizones en los barcos, como ocurrió el pasado mes de septiembre. Los agentes cuentan con «cámaras térmicas» para detectar a quienes intentan «colarse» a través de las embarcaciones, explican Itxaso Urzelaieta e Ixone Villafruela, policías del Puerto desde hace años.

Aunque el portuario es un sector todavía copado en su mayoría por hombres, las mujeres se van abriendo hueco. Olatz Hermo, armadora de Anayarte y Agena que cuenta con tres embarcaciones de 33 metros de eslora, representa a esa pujante presencia femenina. «Cada vez escasean más los buenos patrones de barco. Nos cuesta un mundo encontrar tripulación y últimamente estamos recurriendo a personal de Indonesia», cuenta.

El muelle pasaitarra siempre es un hervidero de actividad, grúas, coches, trenes... Y en ese paisaje industrial se cuela un invitado inesperado: las aves. «Los 'regalos' que nos dejan las palomas son uno de nuestros grandes quebraderos de cabeza. Se cuelan en los almacenes por cualquier hueco y manchan y dañan nuestra pasta de papel. Cuando detectamos a estas aves, nos ponemos en o con halconeros para que espanten a las palomas», aseguran desde la empresa Toro y Betolaza. Este problema, en este caso con gaviotas, también lo sufren los párkings donde se almacenan los coches. En ese mar de chapa, colocan un hilo de pita anclado de punta a punta que se sitúa por encima de los vehículos y que al parecer espanta a estas aves.

La maquinaria del puerto funciona con un engranaje engrasado al milímetro porque cualquier contratiempo puede suponer una pérdida importante de dinero para las compañías. «Desde que un barco echa el ancla existe un tiempo máximo para la descarga. Si el reloj pasa de la hora acordada, es el estibador el que debe abonar una multa», asegura José Mari Arizmendi, responsable de operaciones de Algeposa. La seguridad es otra de las materias delicadas. «Hay que andar con mucho cuidado, aunque el Puerto ha evolucionado muchísimo en los últimos veinte años en materia de seguridad laboral y avances tecnológicos», sostiene Oier Egidazu, maquinista de la empresa Toro & Betolaza, mientras grúas, carretillas, palas y trenes continúan con su ejercicio orquestado diario.

La dársena ha sufrido una evolución importante en los últimos años. También en el apartado laboral, donde ahora existen empleos que hace décadas eran impensables. Sin embargo, el Puerto se adecúa a los nuevos tiempos sin perder la tradición que le vio nacer en otro siglo.

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