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Robert F. Kennedy contaba que durante su primera audiencia en el Senado como secretario de Salud podía ser interrumpido por manifestantes que protestasen por su ... posición contra las vacunas o la relajación de normativas públicas, pero dio un salto en el asiento cuando oyó la voz de Ben Cohen, el cofundador de los helados con conciencia Ben & Jerry's, que desde 1978 ha liderado el nacimiento de empresas con buenas prácticas sociales.
Su voz era también un grito de Camelot. A tres horas de Boston, el pequeño Estado de Vermont es una extensión mediática, política y estructural de Massachusetts, pese a su independencia progresista. Cohen, un judío proisraelí protestaba por el bloqueo de ese gobierno a Gaza y los recortes potenciales al programa de beneficencia sanitaria de Medicaid. «El Congreso mata a niños pobres en Gaza comprando bombas que paga expulsando a niños del Medicaid», gritó, mientras lo sacaban a la fuerza de la sala.
I told Congress they're killing poor kids in Gaza by buying bombs, and they're paying for it by kicking poor kids off Medicaid in the US. This was the authorities' response. pic.twitter.com/uOf7xrzzWM
— Ben Cohen (@YoBenCohen) May 14, 2025
Su detención, junto a otros siete activistas, le ha valido cargos por «obstrucción y alteración del orden», que pueden castigarse con hasta 90 días de cárcel o una multa de 500 dólares. A sus 73 años, el empresario que endulzó las ideas progresistas poniendo nombres a los sabores de sus helados como 'Pecan Resist' o 'Justice ReMix' logró ayer sacudir de nuevo la conciencia de su país al acaparar los titulares de la jornada. «El Congreso tiene que lograr que se levante el asedio», imploró antes de ser arrastrado por los agentes fuera de la sala del Congreso. «Hay que dejar pasar comida para los niños que se están muriendo de hambre».
La empresa que inspiró a otras como Patagonia o The Body Shop a mejorar el capitalismo con buenos salarios, ideas justas y prácticas medioambientales, ya se puso en el ojo del huracán del conflicto israelí palestino cuando en 2021 dejó de vender sus productos en los territorios ocupados como protesta a Israel. Aunque para entonces los amigos fundadores ya habían vendido la mayor parte a Unilever, ambos siguen siendo la brújula moral de la empresa, cuya decisión apoyaron con un artículo de opinión publicado en 'The New York Times'. «Este acto debería verse como un avance de los derechos humanos, uno de los pilares del judaísmo», escribieron.
Para muchos estadounidenses que crecieron entusiasmados con las tarrinas de Cherry Garcia o Phish Food, ver al creador de esos helados esposado por una causa humanitaria es una imagen que pesa más que mil discursos. Ben Cohen no es un simple fabricante de helados sino alguien que lucha por un mundo mejor, cucharada a cucharada.
Todo un revés para Kennedy, que intenta rehabilitar su imagen convenciendo a los estadounidenses de que la determinación de Trump está logrando objetivos progresistas largamente acariciados, como plantar cara a las farmacéuticas para bajar el precio de los medicamentos o eliminar químicos peligrosos del agua y la comida. «¡Cuando Bobby miente, los niños mueren!», gritaban otros manifestantes arrestados con Cohen.
El fundador de los helados con conciencia se ha alineado políticamente con el senador independiente de Vermont, Bernie Sanders, y ni siquiera apoyó a Biden en las elecciones, porque consideraba que pedía el voto «para que nada cambiase». Kennedy, desautorizado por su familia al sumarse a la revolución de Make America Great Again a cambio de una cartera con la que implementar sus ideas de salud y medioambientales, no ha conseguido convencer a gente como él de que el nihilismo trumpista es la única manera de romper con el estatus quo del Partido Demócrata. Preguntado en una ocasión qué sabor le pondría a un helado de Trump, fue rotundo: «No sería apetecible. No se puede hacer helado de Trump. Mejor carbón».
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