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La Real de Imanol se termina con derrota, palabra que le da alergia al técnico que volvió a hacer campeón a este club. Que nadie ... olvide que ese siempre será su principal logro. Volvió hacer ganar a un equipo no acostumbrado a ello. En ese mismo escenario donde tocó el cielo en aquel maravilloso 3-4 bajó la persiana un equipo casi irrepetible desde el punto de vista competitivo. Nadie, ni el plantel de las ligas, se paseó por Europa como lo hizo este grupo dirigido por Imanol. El míster fue un señor hasta para dirigir un pasillo a una leyenda del fútbol como Modric, aunque, como realistas, pareció demasiado el homenaje txuri-urdin. Ni se retira del fútbol ni se marcha del Madrid porque ahora le queda el Mundial de clubes. El partido se paró y no se jugó lo perdido. Una cosa es que la tarde fuese de homenajes, y otra es que no se tomara en serio un choque de Liga.
Imanol se despidió ayer del banquillo de la Real en el Bernabéu cuando el verdadero agur se produjo una semana antes ante su gente, para la parafernalia de ayer no estaba invitada. El patrón de la trainera blanquiazul dejó en puerto una embarcación que ha navegado en los mares más peligrosos. Tras la galerna, todos los ingredientes invitan a pensar que la próxima temporada será mucho más tranquila en cuanto a retos de altura, aunque la Real debe seguir tratando de surfear las olas más grandes. Con diferentes marineros, porque en el club ya se da por hecha la salida de otro capitán como Zubimendi, pero en agosto jugarán once futbolistas vestidos de azul y blanco.
Las claves
Día de despedidas. Imanol termina su trabajo en la Real; han sido seis años de puro disfrute blanquiazul
Crecer. Con otros responsables y otro patrón, pero hay material para edificar
No tuvo nada que ver el partido del Bernabéu de ayer con el de la semifinal de Copa, donde se marcharon ya la mayoría de aspiraciones de este curso pese a que el equipo llegó al partido del Celta con verdaderas opciones de jugar en Europa. El cambio de chip, esta vez para mal, se produjo en Chamartín al verse tan cerca de una final con público que se merecía este ciclo de futbolistas y staff. Pero el deporte no entiende de merecimientos. Si se quiere conseguir esa ansiada cita hay que seguir trabajando, más si cabe y con más ahínco porque quizás habrá menos talento, para construir una nueva Real. El oriotarra no se atrevió a poner once de casa tras su error comunicativo, pero sobre el tapete impoluto del Bernabéu jugaron tres pilares sobre los que construir. Tres a los que hay que ver mucho más. Talento tienen de sobra. Hay que ponerlos, pero también tienen que dar un paso adelante. La élite no espera. Jon Martín y Pacheco en el eje, Turrientes por Zubimendi. No es mal triángulo sobre el que edificar.
Ya con los primeros pases todo el mundo se percató de que el ritmo no iba a ser infernal como aquel 1 de abril. La falta de tensión fue el único motivo por el que llegaron las ocasiones de los dos equipos. Marrero, otro de los meritorios que mereció competir más, le negó el tanto a Mbappé con el pie izquierdo. Un Sucic que si acelerara con más brío sería el rey, colocó en bandeja un tanto a Gómez, que hizo dos malos controles. Con el cuero atrás remató como pudo para hacer lucir a Lunin abajo. La Real del futuro también debe mejorar ahí. Profundidad y verticalidad. Esto es fútbol moderno en todos los sentidos.
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El Madrid aceleró para demostrar que además de Remiro tenemos portero. Y de los nuestros. Palmeó el cuero al costado. Pacheco lanzó también a Sucic, que no la empaló como debía. Turno para el clásico penalti en la Castellana. En la despedida de Carletto y Modric y con Mbappé peleando por la bota de oro, no había posibilidad de que no fuese penalti. Necesitó el rechace.
El partido tuvo continuidad en cuanto a juego en la segunda mitad y el equipo encontró desequilibrio en los pies de Kubo, pero, como tantas y tantas veces a lo larga de esta temporada, la Real no concretó todas sus situaciones. Este ha sido uno de los debes del equipo, no apretar y ser más contundentes en el área. Al final se impuso la lógica. Todos los guiones en la capital veían un 2-0 con doblete de Mbappé para que la fiesta fuese redonda para todos.
El final de Imanol, tanto en el Bernabéu como en las últimas semanas, fue descafeinado. El equipo hizo noche en Madrid para pasar juntos un último baile antes de enfilar las vacaciones. Una de las Real más grandes termina, pero esto sigue. Con otros responsables y otros futbolistas. Fin a una etapa maravillosa. El disfrute ha sido brutal.
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