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La Real nació campeona. Cuando se inscribió en el registro, en septiembre de 1909, acababa de ganar la Copa. Así comenzó su andadura, con ... un trofeo bajo el brazo. Y quien nace campeón nunca deja de serlo.
Son grandes días para ser de la Real, que encara jornadas trascendentales en su historia. La generación de realistas que asistió en su adolescencia a la derrota en la final de Copa de 1988 ante el Barcelona no consideró que aquella noche se perdiera gran cosa. A fin de cuentas, era gente que venía de celebrar dos títulos de Liga subida en los hombros de sus padres, de no ganar una Copa de Europa por culpa de un juez de línea y de levantar la Copa un año antes en Zaragoza. Esos chavales habían crecido viendo a la Real ganarlo todo y jugar finales parecía lo normal. Si no se había podido ganar la Copa ese año, no pasaba nada: se ganaría al siguiente.
Pero pasaron 32 años y tuvo que llegar un grupo de mujeres modernas, libres y ambiciosas para devolver la gloria al club y quitar el polvo de la sala de trofeos. La Copa de Granada no fue solo un triunfo deportivo, sino que fundamentalmente fue una conquista social. De forma inesperada, ese trofeo se situó desde el primer instante a la altura de los más grandes de la historia del club. Y hoy, esas mismas mujeres tienen la oportunidad de poder luchar por otro título (el sexto de la historia del club), la Supercopa, después de una semifinal que no hizo sino confirmar el peso de este equipo, emparentado con la mejor tradición del club, por su entrega, clase y mentalidad. Unos valores que se han contagiado al conjunto del club, incluido el equipo masculino.
Estadio Helmántico 12.00 (ETB1 y Teledeporte)
Si el año pasado la Copa de Granada impulsó a los hombres a derrotar al Madrid en Anoeta unos días más tarde, esta semana se ha repetido el patrón. La exitosa semifinal de las mujeres vino seguida del impresionante triunfo copero en Madrid, un billete casi directo para la final del 18 de abril en Sevilla.
No hay escenario más intimidante que el Santiago Bernabéu en sus noches mágicas, esas en que el Real Madrid va perdiendo y decide ganar. Son exhibiciones que reserva para esas contadas noches en que mira a su rival y reconoce a un igual. Entonces se abalanza contra él. Suelen producirse en Europa. Sobre todo, contra el Bayern de Múnich. Y entonces tiembla el Bernabéu. No es una imagen, es real. Se siente. Sucedió el jueves. El Madrid decidió ganar y hacer sentir a la Real todo su peso. Y, ante eso, hay que oponer fútbol, clase, físico, inspiración, fe y solidaridad. Pero no basta. Hace falta un escudo del que sujetarse. Eso, y no otra cosa, es eso tan difícil de definir y tan fácil de entender que se llama grandeza. Su grandeza llevó a la Real a la victoria.
Anoeta 14.00 (Gol)
Otro temblor, no menos impresionante que el del hormigón del Bernabéu, fue el que las campeonas provocaron en miles de corazones de piedra blanquiazules que jamás hubieran imaginado que podrían resquebrajarse con el fútbol femenino. Pero Nahikari fue Zamora y aquello valió tanto como Gijón, Zaragoza o Hamburgo. Se acababa de reinventar la Real. Un club mejor.
Son grandes días para ser de la Real, y hoy, de nuevo, el equipo femenino marcará el paso. Se enfrenta al Barcelona en un complicadísimo partido y su éxito (estar en la final lo es) interpela a los hombres, que verán por las pantallas de Anoeta a sus compañeras antes de salir ellos mismos a enfrentarse al Athletic.
Condicionado por la final de Copa del 12 de abril en la que ambos se ven ya, el partido es grande. Será la 178º edición de este duelo en la Liga. Números que hablan de historia. Y de una forma de hacer las cosas. Nahikari liderará a la Real, Oyarzabal abrirá el camino. El talento de casa siempre guió a la Real, un club que nació campeón.
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