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A la mano inocente del sorteo le toca una barandillaTenía una posibilidad entre 39 de que le tocara una vieja barandilla de La Concha y fue uno de los agraciados. El caso es que ... Antonio Lizaso fue además la mano inocente a la que pidieron ayer en el Salón de Plenos del Ayuntamiento subir al estrado y presionar una tecla del ordenador para obtener el número que quitaría y repartiría suerte entre los más de 12.000 inscritos. Este vecino de Berio no lo dudó y el resultado no pudo ser más satisfactorio para sus intereses. «La pondré en un soporte y la colgaré en la pared de mi casa», indicó.
Al sorteo se habían apuntado 12.392 ciudadanos: 10.730 empadronados en la ciudad y 1.662 nacidos en San Sebastián pero residentes fuera del municipio. Estos últimos tenían muy pocas posibilidades de que quedaran barandillas sobrantes en el sorteo de los empadronados. Quien dicen pocas, dice nulas. Entre los empadronados tampoco había muchas posibilidades: cada solicitante tenía un 2,56% de opciones de que le tocara la suerte.
Quizás por ello, la gran sala municipal parecía un desierto a las 11 de la mañana. Algún funcionario, tres o cuatro ciudadanos, tres medios de comunicación, el concejal del ramo, un director de departamento y un técnico informático. El concejal de Mantenimiento, Carlos García, estaba más nervioso que los demandantes del icónico barandado por eso de que todo lo relacionado con La Concha tiene inevitablemente una repercusión multiplicada. Y es que allí estaba hasta un equipo de Televisión Española. No era el sorteo de los toldos, pero la barandilla tiene su tirón. Ya lo dijo el concejal: «No es una simple barandilla; es un símbolo» que «no solo enmarca nuestra bahía con su belleza y elegancia, sino que lleva más de 100 años siendo testigo de nuestra historia». Fue diseñada en 1910 por el arquitecto municipal Juan Rafael Alday y su inauguración fue presidida en 1916 por el rey Alfonso XIII. «Esta obra de hierro forjado ha llegado a convertirse en el objeto mas fotografiado por quienes nos visitan desde todas las partes del mundo», continuó el concejal. «Cada tramo representa mucho más que una pieza de hierro, representa recuerdos, amaneceres junto al mar, recuerdos familiares, fotografías con amigos, momentos de contemplación frente al mar... Este sorteo es una forma de compartir con la ciudadanía una parte de nuestra historia común».
Su emotivo y breve discurso dio paso al sorteo propiamente dicho. El edil tuvo que preguntar un par de veces si alguien del público quería poner su mano inocente al servicio del sorteo. Aquello no era como el abarrotado Teatro Real de Madrid cada 22 de diciembre. El antiguo salón de baile del casino donostiarra estaba más vacío que durante la celebración de un Pleno ordinario del Ayuntamiento. Allí había poco que hacer. No era como un sorteo de toldos donde hay que preguntar cómo se tramita la adjudicación, cuándo se elige el parasol, cómo se debe proceder a hacerlo... Allí solo quedaba por saber si tu número era el agraciado o no para llevarte una barandilla original de La Concha.
Antonio Lizaso estaba en la segunda fila cuando le conminaron a subir al estrado para ayudarles a repartir la suerte. Este vecino de Berio no lo dudó, se colocó ante el teclado del ordenador que desde hacía unos segundos bailaba los 10.730 números y presionó la tecla cuando se lo indicaron.
La cifra que salió fue el número 48. Este guarismo y los 274 siguientes (hasta el 322, inclusive) fueron los de los solicitantes agraciados. El lunes saldrá en la web municipal la lista provisional de los adjudicatarios, después habrá un plazo para reclamaciones y el 16 de junio se publicarán los listados definitivos. A partir de esa fecha, se comunicará a los adjudicatarios cuándo deben acercarse al depósito municipal de Belartza para recoger el símbolo donostiarra por excelencia.
Antonio vive solo en su casa de Berio. Explicó a los periodistas que pondrá la barandilla en un soporte y la colocará «en alguna pared» de su piso. Alguien le comentó lo del sorteo, «entré en la web y me apunté». Le dieron el número 100 «y tenía esperanzas de que me tocara». Lo que le sorprendió es que hubiera más de 10.000 personas apuntadas como él al sorteo. Contó que la vida «no me ha sonreído mucho» pero ahora estaba feliz por poder tener ese trozo de historia colgado en su vivienda.
Terminado el sorteo, fueron apareciendo solicitantes rezagados que llegaron tarde a la cita. Una de ellas fue Eunate Etxebarria, que acudió a tiempo de confirmar que también a ella le tocó una barandilla. «Estoy encantada. La llevaremos a la casa que tenemos en un pueblo de Navarra. Tendremos que hacer alguna comidita para celebrarlo».
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