Política de objetivos

Pradales, desde que se hizo en junio con el pilotaje de Ajuria Enea, no se anda con rodeos a la hora de exigir a sus consejeros decisiones valientes –aunque en algunas ocasiones puedan ser erróneas– y quiere resultados. Como si de un entrenador de fútbol se tratase, busca espolear a sus consejeros para hacer una política efectiva. De esta manera, Pradales quiere cosechar los primeros marcadores favorables en 2025. Empleó términos como «aumentar la velocidad», «acelerar el paso» e «incrementar el ritmo», con lo que se deduce bien a las claras que Pradales quiere celeridad para que los efectos de su gestión calen y se noten en la sociedad vasca.

La percepción de la política por parte de los electores ha cambiado sustancialmente en los últimos años. Ahora el ciudadano cuando se acerca a las urnas premia o castiga cada vez más al político de turno en función de si ha cumplido y satisfecho las necesidades sociales. Y eso lo sabe Pradales, que desde el minuto uno ha imprimido un espíritu de competencia empresarial a su gabinete para que la gestión tenga una repercusión en las necesidades ciudadanas. Algo tan lógico que ahora prevalece por encima de cuestiones identitarias y reivindicaciones independentistas, que en Euskadi se encuentran en su umbral más bajo. Pradales sabe que su cuenta de resultados depende en buena manera de la mejora de los servicios públicos, como Osakidetza, la seguridad ciudadana o dar solución al problema de la vivienda. Son las 'cosas del comer', lo que interesa al ciudadano.