Ocho detenidos y dos policías heridos leves en una batalla campal en una casa okupa de Intxaurrondo

Los hechos ocurrieron sobre las 12.00 horas después de que un vecino alertase a la policía de que varios vehículos estacionados en la zona tenían las lunas rotas y diferentes desperfectos, según confirmaron a este periódico fuentes municipales. Pasados unos minutos, los agentes se acercaron al lugar para comprobar la situación denunciada y se toparon con un sospechoso merodeando por la zona. Se trata de un individuo conocido por actuaciones policiales previas.

Al ver el coche patrulla, el hombre trató de huir y salió corriendo hacia la casa okupa, donde se resguardó hasta que llegaron los de la Guardia Municipal, que al entrar a la misma se vieron sorprendidos por otras personas que se encontraban en su interior. Al no ser capaces de poner fin a la problemática, se vieron obligados a pedir refuerzos. Sin embargo, la ayuda municipal tampoco fue suficiente para frenar a los agresores, que llegaron a lanzarles piedras, una nevera portátil y hasta un microondas desde las ventanas de la casa. Esta escalada violenta requirió la presencia de la Ertzaintza. Entre todos consiguieron calmar el asunto. A los ocho detenidos se les acusa de un delito de atentado a la autoridad, desorden público y lesiones.

Iñigo, vecino de la calle Marrutxipi que prefiere no dar su apellido por miedo a represalias, asegura que «desde hace tiempo hay mucha inseguridad en la zona». Al margen de los daños que los okupas puedan ocasionar en la vivienda abandonada, muy próxima a otros hogares, «nos preocupa lo que nos puedan hacer a nosotros», confiesa este donostiarra. «Antes había otras personas dentro pero no generaban ningún tipo de conflicto, pero los de ahora roban, me consta que han increpado a varias chicas por la calle y han intentado quemar la casa hasta en dos ocasiones», añade.

Ayer él no estaba en el barrio en el momento en que se produjo la batalla campal, pero sí su mujer. «Me dijo que debía haber un chico gritando que quería quemar la casa con todas las personas dentro. No es normal», asegura. Lo peor, añade, «es que en breve volverá a pasar lo mismo. Los desalojan, sí, pero en dos o tres días están otra vez aquí; y si no son ellos serán otros peores», lamenta.

Preguntado por el estado de la vivienda abandonada, Iñigo relata que el tejado tiene un agujero por el incendio que hubo en su día, que el muro que la rodea está caído «sujetado por las ramas» y que cae agua constantemente, llueva o no. Tal y como se puede apreciar en las imágenes que acompañan a esta noticia, los okupas viven en una situación de insalubridad notable.

Mireia está cansada de escuchar gritos y peleas por las noches desde su habitación. «A veces estoy metida en la cama y escucho ruidos muy fuertes y me entra miedo», reconoce esta adolescente de 15 años que reside junto a sus padres y hermano en uno de los bloques de la urbanización contigua a la casa okupa.

Recuerda cómo el pasado sábado, al regresar a casa, tuvo que protegerse entre un matrimonio después de que un hombre le avisase de la presencia de estas personas por la zona. «Eran las nueve de la noche y me dijo que anduviera con cuidado». Por su parte, la limpiadora del hogar, también vecina del barrio, confesaba que «estamos deseando que derriben el bloque y se vayan».