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Sergio tocó las puertas del centro Virtuss, donde le han ayudado a salir de su adicción al juego. Gorka Estrada
«Me he llegado a gastar 800 euros en cinco minutos. Apostaba hasta conduciendo»
Ludopatía

«Me he llegado a gastar 800 euros en cinco minutos. Apostaba hasta conduciendo»

Sergio Tamayo, vecino de Donostia, cuenta cómo ha superado su adicción a los juegos de azar y se suma a la petición de retirar estas máquinas de los locales de hostelería

Domingo, 27 de abril 2025, 00:50

Sergio Tamayo paga un cortado, recoge las vueltas y las guarda en el bolsillo. Hace tres años, habrían ido a parar a una máquina tragaperras, un agujero negro donde cayó este joven desde que jugó por primera vez, con apenas 12 años. Era un niño. «Eché 20 céntimos y me tocaron 0,8. Una miseria, sí. Pero la segunda vez fui con un amigo mayor que yo, me explicó cómo se jugaba y me tocaron 80 euros, que para un chaval de esa edad ya es bastante». Fue su perdición. Desde aquel día el juego fue acaparando toda su vida. «La mala suerte que tuve es que cuando empecé, ya me tocó premio. Es el engaño de la ludopatía, que siempre piensas que vas a ganar», se sincera este vecino de Donostia, de 29 años, rehabilitado desde hace tres.

Mientras apura el café, de fondo se iluminan las luces de una 'tragaperras' instalada en la entrada del bar. Dice que procura «no mirarlas, me pongo de espaldas, estar más a lo mío», aunque «están en todos lados. Vas a desayunar a una cafetería y te saltan las 'tragaperras'. Vas a un bar y tienes una máquina de apuestas…», cuenta, refiriéndose a las dificultades a las que se tuvo que enfrentar, sobre todo durante los primeros meses tras terminar el tratamiento para superar su adicción.

Es la cruzada que ha iniciado R. O., un catalán adicto al juego que ha puesto en marcha una campaña de recogida de firmas –acumula ya más de 46.000– para retirar todas las máquinas de los locales de hostelería. En su escrito, este hombre expresa su voluntad para «salir de esto», pero denuncia que «es muy fácil volver a caer, porque en todas partes hay máquinas tragaperras atrayéndote con sus luces y sus sonidos estridentes junto a la barra de un bar».

«Cuando cumplí los 17 la cosa se puso seria. Empecé a mentir, a robar dinero en casa y a jugar solo»

En Gipuzkoa, hay funcionando un total de 1.491 máquinas B (tragaperras) en locales de hostelería y, a pesar de que la cifra ha ido reduciéndose en los últimos años en Euskadi, siguen presentes, además de en salones de juego y bingos, en bares y cafeterías, lugares donde no existe el control y la accesibilidad es total, por eso Sergio aplaude esta iniciativa. «Entiendo que para los bares es un medio de sustento y que muchos se pagan el alquiler con eso porque da un dineral, pero deberían eliminarlas», expone tajante. «Al principio cuando sales del ingreso y estás todavía en tratamiento te entran muchas ganas de jugar, porque es lo que has hecho siempre». Desde Hostelería Gipuzkoa han declinado hacer declaraciones a este respecto.

«De bar en bar»

Con 12 años, el poco dinero que llegaba a sus manos lo echaba en las 'tragas' del bar de abajo de casa, y pronto se convirtió en rutina. «En algunos sitios el camarero nos llamaba la atención pero en la mayoría no, porque no hay control. A medida que fui cumpliendo los 15, 16 años, me iba con dos o tres amigos, alguno de ellos mayor de edad, de bar en bar a jugar. Y así pasábamos tardes enteras. Echábamos entre 20 y 40 euros, del dinero de la paga que iba ahorrando. Lo que me tocaba lo guardaba en casa, en una hucha, siempre en monedas. Pero en dos o tres días desaparecían, porque me lo gastaba todo. No concebía salir con 1,5 euros a tomar un café, necesitaba 5 euros mínimo para echar las vueltas en la máquina».

No sabría decir cuánto dinero se ha gastado a lo largo de todo este tiempo. Pero «sé que han sido barbaridades:800 euros en 5 minutos de reloj. También sé que me he gastado 1.500 euros en 7 días, otros 1.000 euros en media hora durante las horas de trabajo...», recapitula. La máxima cantidad que llegó a ganar fueron «1.500 euros» de una tacada. Pero siempre perdía más. Al cumplir los 17 años conoció las apuestas deportivas, «cuando entraron un poco en auge». Empezó a mentir y a jugar solo y «la cosa se puso seria. Ya no iba con amigos. Si estaba con ellos en el parque desaparecía media hora para irme a un bar cercano; tenía un poco esa doble vida. Y cuando cumplí los 18 ya fue la catástrofe total.

«Entras a una cafetería a desayunar y hay una máquina, vas a un bar y otra... Te incita mucho. Deberían quitarlas»

Entraron las apuestas y las tragaperras online, los salones de juego...». Era como llevar un casino en el bolsillo. «Empecé por la tontería, por probar, y lo mismo. A la ruleta, echas, te toca algo y estás jodido otra vez», afirma Sergio, que cuenta cómo en ese ambiente se empezó a juntar con malas influencias y a acompañar las partidas con cocaína. «Mi rutina era ir en coche con ellos a diferentes bares y salones, incluso íbamos a otras comunidades, para ver dónde tocaba más. Me sabía los números y el orden de la ruleta de memoria. Igual iba con 20 euros, sacaba un premio de 1.000, lo perdía en 2 horas y luego me metía en el móvil para pedir minicréditos y conseguir más dinero para jugar». Mientras, las deudas no paraban de crecer y con ellas, las amenazas. Para aquel entonces, «yo ya robaba dinero en casa. Me acuerdo que ponía el despertador a las 4 de la mañana para poder robarle de la cartera a mi padre 20 euros, 50 o lo que fuese. También vendí el móvil, robé joyas a mi hermana... Iba conduciendo y apostando con el móvil, jugaba hasta ocho horas seguidas. Me hice cuentas en internet con el DNI de todos mis familiares y conocidos. Llega un momento en que te quedas solo, no te importa nada y vas a saco con todo. Estás tan enganchado que ya da igual si ganas dinero o no, solo quieres jugar. Siempre te dices que vas a salir de ello, que en algún momento esto cambiará, que ya pasará, pero todo sigue igual. Lo intentas de mil maneras pero no puedes».

Tras pasar por varios centros de Barcelona y Madrid para tratar su adicción sin éxito –«me daban ya por perdido»–, este joven tocó las puertas del centro de desintoxicación Virtuss, en Donostia, donde «empecé a entender la enfermedad» y le han ayudado a frenar sus impulsos de volver a jugar, según explica agradecido. «Me di cuenta de que tenía un problema serio y que el juego me estaba matando. El proceso ha sido muy duro, pero con el tiempo, las ganas de jugar se fueron diluyendo y ya llevo tres años sin jugar», cuenta sin grandes celebraciones. Sabe que caer es fácil. También habla del «estigma» que existe en torno a la ludopatía y a las adicciones en general. «Yo recuerdo muchas risas, la gente se reía mucho de mí, porque me veían perder dinero. Y depende a qué edad pues eras un poquito, por decirlo de alguna manera, el tontito de turno. Y por desgracia son muchos los que tienen el problema y no lo ven o no quieren atajarlo».

Confianza

Sus padres ahora «confían plenamente» en él y «ya no hay esa desconfianza que había antes de tener que esconder el dinero en casa. Y ahora gestiono mi cuenta del banco, saco mi dinero y no me dicen absolutamente nada. La primera vez que mi madre vio monedas en mi habitación se puso a llorar», relata este joven, que reclama un mayor control de la publicidad y de al juego, sobre todo online. Hace años que el sector se subió al tren de la revolución digital y los problemas derivados de esta actividad han aumentado progresivamente, como las conductas adictivas entre los jóvenes debido a su fácil , a cualquier hora y en cualquier lugar. Seis de cada diez personas de entre 18 a 24 años reconocen haberse iniciado en el juego (apuestas deportivas y juego de cartas), siendo menor de edad. En este sentido, Sergio afirma que «deberían quitar todos los anuncios en los equipos de fútbol, en la tele, en Youtube... Los menores ven estos anuncios constantemente y hacerse una cuenta es increíblemente fácil, basta con coger el DNI de un adulto», denuncia.

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