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Una viscosa capa de lodo cubría ayer la planta embotelladora de Aguas de Alzola, ubicada en el antiguo balneario, en el barrio elgoibartarra de ... Altzola. La crecida del río Deba que anegó buena parte de los bajos, portales y garajes de la zona del casco urbano más próxima al río, en Bainuetxeko Zumardia, se cebó especialmente con esta empresa, cuyo gerente, Patxi Casal, no daba crédito. «Es desolador, estamos aún creyéndonos lo que ha pasado», comentaba ayer este hombre en el epicentro del desastre, ante cientos de palés reventados y botellas de agua pringadas de barro desperdigadas por uno de los pabellones de la planta baja. El sótano aún estaba cubierto de agua. «El paletizador, donde llegan las cajas y se componen en palés, está parado. No sabemos qué avería tendrá pero cuesta unos 300.000 euros y en este otro pabellón, donde llenamos las botellas para empresa, tenemos otra máquina importante, de medio millón de euros, que la damos por perdida y ni sé decirte los litros que habremos perdido aquí. Está todo parado», repasaba Casal con impotencia.
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En el exterior, la fuerza de la riada se llevó por delante parte del pretil y el suelo de hormigón.
Una barricada de 800 palés, «unas 20 toneladas» y bidones de 20 litros cada uno impedía acceder al fondo de la nave, la capilla antigua del manantial, «que está inundada». «Es increíble la fuerza del río, lo ha movido todo de un lado a otro. El depósito de gas estaba adosado a la pared, atado a una plataforma y lo ha desplazado totalmente». La marca de agua, a una altura de cuatro metros, aún era visible en la pared. Casal recapitula cómo el río comenzó a crecer «a eso de las cuatro de la mañana del jueves y en apenas dos horas ya subió cuatro metros». Las calles se transformaron en ríos en un abrir y cerrar de ojos. «No había manera de contenerlo. Es una impotencia total, no puedes hacer nada». Ni las compuertas de refuerzo que tenían instaladas sirvieron para evitar una crecida «como nunca antes habíamos vivido».
Lo cierto es que los vecinos están acostumbrados a ver cómo el río Deba se sale de su cauce e inunda esta zona del barrio, pero pocos recordaban una inundación semejante desde las crecidas de los años 83 y 88.
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En este sentido, el gerente de Aguas de Alzola, de la que forman parte una treintena de trabajadores, cree que «esto se podría haber evitado. El pasado lunes 29, tuvimos un conato de inundación, el agua llegó hasta la acera y abrieron las presas y pensamos que nos habíamos librado pero ha llovido mucho estos 10 días y en vez de abrirlas poco a poco, que es lo que reclamamos, lo han abierto de golpe por un tema meramente económico. La resignación es absoluta. Además aquí no ha venido nadie. Ha pasado un camión del Ayuntamiento a retirar la arena, porque es material peligroso, por los químicos, pero ya».
Quedan por delante días de mucho trajín. Según explica Casal, «tenemos que limpiar todo esto, empezar a cablear la máquina y a ver si en 15 días podemos empezar a producir de nuevo, porque ahora no podemos hacer nada. Queremos acceder al manantial mañana –por hoy– para poder extraer el agua y empezar a hacer los análisis. Son unos 250 metros de tubería, hay que limpiar y esterilizar completamente por tramos y cada uno lleva 72 horas, porque desde que realizamos el cultivo en el laboratorio hasta que nos da el resultado son 3 días mínimo. Aunque ahora estamos haciéndonos a la idea de lo que nos espera».
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En esta zona del barrio, los vecinos se apostaban en cada portal del que salía algún conocido con fregonas y cubos de agua embarrados, como Mertxe Morales, que se disculpaba por tener todo «manga por hombro». Vive en un bajo y el agua le entró en una de las habitaciones. «Enseguida puse todo encima del sofá y sellé todo el portal con mantas y edredones pero se montó un remolino... menuda angustia pasé, el agua subió unos 30 centímetros, aunque el miedo que tenía yo era que me entrase por la ventana, que dan al río», comentaba ayer en la entrada de su casa indicando la marca del agua. «Cuando el río está muy alto suelo bajar las cortinas, no quiero ni verlo».
Esta vecina lleva siete años viviendo en Elgoibar y jamás había sido testigo de unas inundaciones como estas. «Tienen que dragar el río porque esto no puede ser», reclama. Coincide Aitz, otro vecino afectado. En su caso fue el garaje. «Tienen que limpiar el río de árboles, dragarlo y levantar el muro», comentaba indignado entre los destrozos.
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