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Bronce para un campeón que vale oro

Pau Etxaniz completa una final de ensueño en el K1 y sigue fraguando la leyenda guipuzcoana en aguas bravas como Maialen Chourraut

Viernes, 2 de agosto 2024, 02:00

¡Grande Pau! Pero esta vez no fue por Gasol, sino por un donostiarra de 23 años que pasó de ser palista a héroe. Pau Etxaniz es desde ayer medallista de bronce en unos Juegos Olímpicos. Algo que suena a bastante serio. El canal de aguas bravas de Vaires-Sur-Maire, a 22 kilómetros del centro de París, fue testigo de una obra maestra forjada por un palista con un pedigrí inmejorable. Hijo y pupilo de Xabier Etxaniz, marido y entrenador también de Maialen Chourraut. Ayer tocó el cielo con su pala e hizo que Gipuzkoa entera se levantara para aplaudir a un joven piragüista que no olvidará que el 1 de agosto de 2024 fue un jueves. «Es el mejor momento de mi vida, un sueño», confesó con la presea colgada del cuello. No es para menos.

Y eso que el bronce pudo ser oro. Porque Pau marcó el mejor tiempo de los doce piragüistas que pelearon por entrar en el Olimpo de las aguas bravas. Realizó una bajada magistral. Para muchos inesperada y por eso fue maravillosa. Y de esa manera, Pau Etxaniz lleva la gloria colgada del cuello. La que se granjeó con su talento, trabajo y esfuerzo en un descenso a los 210 metros del canal de aguas bravas olímpico sencillamente enorme.

Etxaniz llevó al Dios Poseidón, deidad de los mares y los ríos, al lado de su piragua. En cada palada, en cada giro, en maniobras espectaculares sobre los rizos del canal de Vaires-Sur-Marne. Estaba de su lado con su tridente en mano. El donostiarra llegó a surfear los remolinos que complicaban su bajada puerta a puerta. Parecía que se divertía como en las olas de La Concha cuando los piragüistas del Atlético salen con la mar embravecida a divertirse un rato. Salió el primero de los doce finalistas y pasó de teórico convidado de piedra a héroe.

Remos en alto

Le esperan los remos en alto de todos los niños y niñas del Atlético San Sebastián cuando regrese toda la familia de palistas de París en un rito que ya se está convirtiendo en habitual en el club donostiarra con sede en la propia playa de La Concha. El homenaje a un héroe, como lo tuvo hace tres años Maialen Chourraut, está más que garantizado. La primera medalla guipuzcoana en estos Juegos merece un reconocimiento a la altura de una hazaña como la que trazó con su piragua.

La misma que sorprendió a muchos con los dientes pintados como si fuera un escualo hambriento. Y es que sus movimientos durante el recorrido fueron como el tiburón en el momento de caza. Alguien que dobla de manera vertiginosa las puertas y que solventa los obstáculos como si fuera un bailarín del Bolshoi. Nadie le esperaba pero Pau, el grande, sigue forjando la leyenda guipuzcoana en las aguas bravas y firmó una obra maestra en bronce. Que nos sabe a puro oro.

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